No es fácil realizar el signo del lavatorio en la misa “in coena Domini” cuando celebras en una pequeñísima parroquia, creo que ayer no llegamos a las cuarenta personas en La Serna, y cuando, además, resulta que hacía años que no se realizaba el rito. No me vengan ahora los puristas con especialísimas exigencias.
Lo más que pude hacer, y tras tratar de convencer a todo aquel o toda aquella que pasaba por la puerta del templo, fue lavar los pies a tres personas, dos mujeres y un hombre, de los que estaban en el templo.
La norma era de lavar siempre a doce varones. Posteriormente, el papa Francisco, en enero de 2016, tuvo a bien modificar la norma de forma que “los pastores puedan designar un pequeño grupo de fieles que represente la variedad y la unidad de cada porción del pueblo de Dios. Este pequeño grupo puede estar compuesto de hombres y mujeres”. Pues no nos salimos: eran tres (pequeño grupo en nuestra parroquia), eran hombres y mujeres, y además miembros del pueblo de Dios, ya que estaban bautizados.
Cuento este detalle para que comprendan que la exactitud exactísima de la liturgia de estos días, no siempre es exigible en todo lugar o circunstancia, aunque intentemos hacer las cosas lo mejor posible, y que una cosa es tomarnos la liturgia a chirigota y otra pretender unas rúbricas catedralicias.
En esta mañana de viernes santo escribo un ratito antes de abrir el templo. No sé si habrá gente para acompañar al Señor en el monumento. Lo que se pueda, pero el templo abierto por si alguien desea entrar a hacer su ratito de oración. A las 18 h. los oficios de la pasión y muerte del Señor y a continuación el viacrucis por las calles del pueblo si el tiempo nos lo permite. Que nadie nos pida una procesión perfectamente organizada, con estandartes, costaleros y banda de música. Los quince o veinte que estemos bastante será que podamos portar un sencillo crucifijo y turnarnos para leer los textos de las estaciones.
Mañana, solemne vigilia pascual. Poquitos como siempre. Es lo que hay. Pero lo celebraremos con intensidad, con gozo, con el convencimiento de que el Señor siempre triunfa. Y al acabar la vigilia, en la sacristía, porque no tenemos otro sitio, la oportunidad de degustar las rosquillas que sé que va a empezar a preparar la señora Juana.
Grandeza de una semana santa que muchos vivirán en las solemnísimas celebraciones catedralicias o monacales o en las más multitudinarias y emocionantes procesiones. Nosotros la vivimos en la sencillez de unas parroquias que desde su realidad concreta comparten la fe en Cristo.
Doy las gracias a los compañeros sacerdotes que me ayudan en estos días. Gracias a Manu, que un año más preside las grandes celebraciones del triduo pascual en Gascones. Gracias a Lázaro que hace lo propios en Braojos. Yo me quedo en La Serna, presido las celebraciones y con el coche voy pasando por las otras parroquias para rezar, saludar, estar juntos, acompañar.
Feliz triduo desde la periferia eclesial.
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