Elucubraciones sabatinas sobre el lavatorio de los pies del papa Francisco

Francisco es el papa de los gestos sorprendentes. Entre otros, desde el primer año de su pontificado quiso realizar el gesto del lavatorio de los pies del jueves santo en lugares de especial sufrimiento, como ha sido este año la cárcel Regina Coeli, donde lavó los pies a doce detenidos, entre los cuales un ortodoxo, un budista y dos musulmanes.

Acostumbrados al gesto del lavatorio en San Juan de Letrán donde los elegidos solían ser sacerdotes ancianos, no cabe duda de que el gesto remueve.

El primer año resultó “escandaloso” el gesto de contar entre los doce con la presencia de algunas mujeres, lo que suponía ir en contra de las rúbricas del misal romano. Para solventar esta cuestión, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó en enero del 2016 un decreto en el que se suprimía la obligatoriedad de que los elegidos para el lavatorio fueran únicamente varones, quedando así la cuestión: ”Los elegidos entre el Pueblo de Dios son acompañados por los ministros…” (y, en consecuencia, en el Caeremoniale Episcoporum n. 301 y n. 229 b: “las sillas para los designados”), de modo que los pastores puedan elegir a un grupo de fieles que represente la variedad y la unidad de cada porción del pueblo de Dios. Ese grupo puede estar formado por hombres y mujeres, y convenientemente por jóvenes y ancianos, sanos y enfermos, clérigos, consagrados, laicos”.

Gustará más o menos, pero el santo padre ha decidido modificar la norma y, en consecuencia, lo que ahora se nos pide es que los elegidos lo sean entre el Pueblo de Dios, sean hombres o mujeres, laicos, consagrados, clérigos.

Hay gente me da igual cómo se la quiera denominar: fariseos, tocanarices, leguleyos o chinches, en lo negativo, o preocupados por la fidelidad, el respeto, la seriedad y el bien hacer, en lo positivo,  que también los hay, aunque a algunos les cueste creerlo, que lee el decreto de la Congregación y se hacen sus reflexiones. Unos diciendo que todo es una bobada y que qué problema hay en lavar los pies a quien sea (en ese caso suprímase toda norma al respecto), y otros, que si hay norma cúmplase, cámbiese o sea suprimida, pero lo que no puede ser es que quien firma la norma sea el primero en incumplirla.

El asuntillo, así nos entretenemos en esta mañana de sábado santo, o asuntazo, es nada menos que el concepto de Pueblo de Dios, al que se entra a formar parte por el bautismo según el mismo papa Francisco ha recordado en ocasiones. Pues ya la hemos liado. Si la norma dice que los designados deben ser elegidos entre el Pueblo de Dios, y al Pueblo de Dios se entra por el bautismo, a ver qué pintan en el lavatorio del papa un budista y dos musulmanes. Porque si la cosa fuera que el budista y los dos musulmanes son, de alguna manera, también miembros del Pueblo de Dios, entonces la cosa se liaría aún más.

Pues eso, que se lo tomen como entretenimiento para esta mañana de sábado.

¿Mi opinión? Facilita. No hay nada peor que dar una norma y luego ser uno el primero en incumplirla. Si la norma vale, se cumple. Si no vale, se cambia o se deroga. Si no merece la pena que la haya por ser cuestión que se considere de muy relativa importancia, se suprime y punto. Otra cosa me parece inconveniente.

Y me voy a preparar la iglesia para la vigilia, que acaba de decirme Juana que vienen a las 11 y, entre otras cosas, quiero saber cómo van esas rosquillas. Feliz Pascua.

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