Diario de alguien que escribe libros



Sí, es la protagonista de Alien. Aunque, como ya habréis adivinado, no está a bordo del Nostromo, sino en el papel de Isabel la Católica. Todos los españoles aumentaríamos gustosos la cuota que pagamos mensualmente a la Casa Real por verla vestida así a Leticia. 

El libro El caso de Marta, de momento, queda aparcado en cuanto a su publicación. La razón son ciertas cuestiones que tienen que ver con un determinado eclesiástico. No es el exorcismo en sí mismo el que plantea problemas, sino lo que hubo alrededor. Para que no penséis mal, quiero dejar claro que la persona que montaría en cólera no es mi obispo ni ningún obispo mío trasladado a otra diócesis. Tampoco es ningún el arzobispo de Madrid, ni el actual ni el emérito.

Por una de esas carambolas que tiene la vida, un eclesiástico que es el que menos tiene que ver con la historia (su nombre ni siquiera aparece ni una sola vez) es el que se ha convertido en el obstáculo más grande para su publicación. El problema es que la parte que habría que sacar del libro es sustancial para la historia. He dado a leer el libro a mis más íntimos. Todos me han aconsejado que posponga la publicación.

Ninguno me ha dicho que quite la parte problemática. La historia de lo que sucedió o se cuenta o no se cuenta. Hay partes que pueden extraerse sin problema. Pero hay unas pocas cuestiones que son los verdaderos pilares del libro. Es imposible sacar uno de esos pilares sin que la obra se derrumbe. Habrá que esperar.

En otro orden de cosas, aunque también sobre libros, el opúsculo que estaba acabado es el de las maldiciones intergeneracionales. De hecho, hasta lo había enviado a mi querido corrector argentino para que me pasara la lista de erratas. Pero ayer y hoy, para completar, leí unas lecturas que consideré complementarias. Y me he encontrado con que una frase de una sesión del Concilio de Trento destruye uno de los fundamentos de mi obra.

He estado leyendo toda la mañana libros y artículos. Sorprendentemente, sobre la transmisión del pecado original, yo había llegado a la misma conclusión que monseñor Ladaria, en su Teología del pecado original y de la gracia. Ladaria es una de esas personas por las que tengo auténtica y sentida admiración.

Pero debo reconocer que la frase propagatione non imitatione de Trento no acabo de ver cómo compaginarla con lo que yo pensaba: un pecado que se transmite no ontológicamente sino históricamente. He leído a O´Callagham (que fue profesor mío) y a otros muchos y me tranquilizan: puedo mantener mi interpretación. Incluso José Miguel Arráiz se manifiesta partidario de la propagación de una mera carencia y solo eso. Pero no sé, la fórmula de Trento, su tenor, creo que le da la razón a Irraburu.

El opúsculo estaba a punto de salir, pero ahora tengo que pensarlo más. Dejando aparte el tema de la concupiscencia, ¿realmente nacemos con una mancha? ¿O esa mancha es una mera carencia?

Sea lo que sea, aceptaré lo que diga la Iglesia. Y ya antes de mi reflexión me abrazo a Trento. Demasiadas veces me han tratado de insultar por la calle gritándome “tridentino”, como para ahora revolverme contra una sola de sus líneas. Además, bastantes pecados he cometido en mi vida, como para ahora condenarme por el pecado original.

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13:06

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