Sin familia no hay futuro


Conferencia del Cardenal Kochel significado del matrimonio cristiano, publicada parcialmente por L’Osservatore Romanoel pasado 25 de febrerode 2015.
 El significado de matrimonio y de familia conforme a la creación, se transparenta de forma clarísima en el hecho de que la realidad matrimonial ha sido elevada, en la fe cristiana, al rango de sacramento y se caracteriza, por tanto, por la fidelidad e indisolubilidad. Esta visión de fe, a la que se refiere el Concilio Vaticano II con el concepto clave de amor cristiano, está hoy expuesta a una erosión particular, como demuestra un número de separaciones superior a la media, y hace necesario profundizar en las causas de la actual crisis del matrimonio y la familia.
El problema más profundo hay que identificarlo en la generalizada y creciente incapacidad de las personas para tomar decisiones vinculantes y definitivas. Según esta mentalidad moderna, que el Papa Francisco llama de forma apropiada con el término de cultura de lo provisional, las decisiones definitivas y la fidelidad ya no se enumeran entre los valores primarios, porque los hombres son más inconstantes en sus relaciones y, al mismo tiempo, más deseosos de relaciones. Parece que hoy los hombres ya no parten de querer algo definitivo; sucede más bien lo contrario, o sea que se considera, al comenzar, la eventualidad de un fracaso. La fe cristiana, en cambio, está convencida de que quien permanece fiel al “sí” pronunciado a otro ser humano, no cristalizará, sino que aprenderá de forma cada vez más profunda a abrirse al “tú” y, al hacerlo, a alcanzar la propia libertad.
Ante este fenómeno, la Iglesia debe afrontar el desafío pastoral de cómo salir al encuentro de tantos cristianos divorciados y vueltos a casar. Frente a este problema, la percepción pública respecto al sínodo de obispos se ha concentrado en la cuestión de saber si y en qué condiciones dichos cristianos pueden y deben ser admitidos a los sacramentos. Personalmente, estoy convencido de que solo se hallarán respuestas útiles a esta espinosa cuestión si se tiene el valor de llamar a las cosas por su nombre. Reflexionando, se llega a la conclusión de que la pastoral del matrimonio debe concentrarse hoy cuidadosamente en una buena preparación al matrimonio —una especie de catecumenado matrimonial—, equivalente al viejo noviazgo.
En la visión cristiana, el amor conyugal entre hombre y mujer no puede limitarse a sí mismo y girar exclusivamente en torno a sí, sino que debe salir de sí mismo a través de los hijos y para los hijos; solo a través del hijo el matrimonio se convierte en familia. El amor entre hombre y mujer y la trasmisión de la vida humana, por tanto, son inseparables. Con los hijos, a los padres se les confía la responsabilidad del futuro, de modo que el futuro de la humanidad pasa de manera fundamental por la familia. Como dice el cardenal Kasper,  sin familia, no hay futuro, sino envejecimiento de la sociedad; un riesgo ante el cual se encuentran actualmente las sociedades occidentales.

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