Hoy es un día con dos posts. El primero lo he escrito después del almuerzo. Éste después de la cena. Y es que hoy, durante la misa, en un momento dado he sentido de un modo que no puede calificar más que como una iluminación de lo alto que todos mis pecados estaban clavados en la Cruz de Cristo, que todo estaba perdonado, que Jesús había pagado por mis faltas.
No soy muy amigo de contar este tipo de cosas. Y menos algo así, porque no me gustaría dármelas de místico. No lo soy. Pero, desde luego, eso ha sido una gracia. Ésa era una verdad que ya sabía, pero, de pronto, he sentido esa verdad. La verdad bíblica la conocía, pero hoy la he sentido.
Después, me he sentado en la sede a hacer mi acción de gracias. Todos los días, tras la misa, revestido todavía con los ornamentos me siento en la sede diez minutos. Allí he sentido el abrazo sincero de Jesús. Mi primer pensamiento ha sido guardarme esto para mí. Pero, después, he pensado que alguien le podía hacer bien escucharlo.
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