Este blog, como bien sabéis, va sin rumbo fijo. La mayor parte de las veces siguiendo solo la brújula de mis gustos y caprichos. Ahora bien, ayer se suscitó (sin ser ésa mi pretensión) la cuestión de las mujeres de Salomón.
1 Reyes 11, 3 afirma que Salomón tuvo 700 esposas, princesas y 300 concubinas.
Una posibilidad para salvar al rey sabio podría ser pensar que le llevaban a todas las mujeres más feas del reino, a aquellas que, ya por la edad, o por su gran fealdad, se habían quedado para vestir santos. Para que, al menos, viviendo al lado del palacio tuvieran ese honor de ser esposas del rey, se hicieran compañía entre ellas y vivieran bajo techo sin fastidiar a las esposas comportándose como otro tipo de suegras.
Esta posibilidad requiere una notable dosis de candidez. Indudablemente, no fue así. Ojalá hubiera sido así. Desgraciadamente, incluso David en Hebrón ya tenía seis mujeres. Parece más que razonable pensar que en Jerusalén se incrementó el número.
¿Qué me parece esto? Una aberración, como la esclavitud. La Palabra de Dios deja constancia de que esto sucedía, pero nunca se afirma que el Señor lo apruebe, ni siquiera una sola vez.
Pensad lo que era esta situación de sometimiento, incluso en un matrimonio monógamo, cuando tu marido era un maltratador desequilibrado que te pegaba todas las semanas, imaginando infidelidades. Te tenías que aguantar. Si te tocaba un perturbado, tu vida se convertía en un infierno. Pero nadie te defendería.
Una situación como la de Salomón es, sencillamente, aberrante. La mujer tratada como el ganado. Entregada por la familia como el que entrega una mercancía, buscando solo intereses del paterfamilias, sin importar lo que pensabas, sin importar que ya nunca tendrías tu propia familia, sin importar tu propia búsqueda del amor.
Veo con buenos ojos todo el proceso de liberación de la mujer. Aunque resulta indudable que algunas feministas de ahora son peores que los filisteos de la época de Sansón y, desde luego, más pesadas que la plaga de moscas de Egipto. Yo estoy a favor de la total igualdad entre hombres y mujeres. Pero no estoy a favor de que me den la murga todos los días, viendo esquemas patriarcales de dominación hasta en el modo y la dirección con el uno unta la mermelada sobre el pan.
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