Decir que lo que siempre fue blanco, ahora ha de ser considerado negro, o al revés, es un problema, pero no lo peor. Lo más grave es que todo sea como siempre, aunque no lo es, o siéndolo no vamos a ser rigoristas, y dependerá, y según el caso, y nunca se han de cerrar las puertas, porque eso te deja en una indefensión y un sin saber que acaba con la moral de cualquiera.
Nos encontramos aquí con tres problemas, a mi modo de ver.
PROBLEMA PRIMERO: DOCTRINAL. Cualquiera quisiera tener claro cuál es la doctrina de la Iglesia y cuál su moral. Por ejemplo, saber si tras la consagración el pan y el vino contienen a Cristo en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. O si solo un poco, o depende, o sí, pero no es lo más importante.
O saber si mantener relaciones íntimas con persona que no sea el cónyuge con el que se contrajo el sacramento del matrimonio es adulterio, si el adulterio es pecado mortal y si es posible acercarse a recibir la eucaristía en esa situación. O no, o depende, o hay que ver los casos.
Doctrinalmente un caos porque al final todo es un resquicio por el que colar casi cualquier cosa.
PROBLEMA SEGUNDO: PASTORAL. La dogmática, la moral tienen sus consecuencias pastorales. Pero si no están las cosas claras, la pastoral irá marcando vías diferentes para los mismos problemas. Eso tan viejo de que en la misma situación el confesor tal dice A y el confesor cual dice B. Eso significa el riesgo de que los fieles simplemente busquen quién lo venda más barato.
PROBLEMA TERCERO: EL DE LA CUERDA FLOJA. Porque si no hay claridad nunca sabes si aciertas. Si decides agarrarte a lo de “siempre”, te pueden acusar de excesiva rigidez o de no ser suficientemente comprensivo con las situaciones particulares. Pero si te muestras abierto y comprensivo podría suceder que alguien te diga que quién eres tú para saltarte lo que la Iglesia ha dicho siempre. Más aún, comprensivo hasta donde… Por ejemplo, en la celebración de la eucaristía, ¿misal estricto, pequeñas licencias, cambio de plegaria, consagración con pizza a los tres quesos?
En pocos días hemos visto abiertos resquicios en puertas que uno pensaba que estaban perfectamente clausuradas: comulgar cuando se vive maritalmente con persona no legítima, bendición de parejas homosexuales, comunión eucarística de no católicos… Evidentemente no es posible, aunque pudiera darse el caso.
Imagínense lo que puede pasar por ejemplo con esa supuesta bendición que ha sugerido o no ha sugerido o ha dejado de sugerir el cardenal Marx. Imaginen que me aparecen en La Serna del Monte dos señores que acaban de contraer matrimonio civil con la pretensión de recibir la bendición de un sacerdote. Evidentemente voy a decirles que no. Pues ya saben el problema: en algunas iglesias sí se hace, hay sacerdotes que dan la bendición, un cardenal no ve especiales dificultades. O digo que sí y me encuentro con que me he pasado porque estos temas son serios y no hay que ir a la ligera. Por eso la Iglesia pide claridad. Así de sencillo. Y los resquicios, lejos de ser una solución doctrinal o pastoral, son una complicación mayor. Al menos para un servidor, pero ya saben que uno no es más que un cura de pueblo.
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