Hoy, en un pasillo del hospital, me he encontrado con el capellán evangélico de ese mismo hospital. Iba acompañado de otro pastor. Nos hemos saludado con sincero afecto. Hemos hablado muchas veces, paseado y hasta orado juntos. Uno de ellos me ha invitado a tomar un café. He aceptado.
Mientras estábamos hablando, el pastor más anciano ha recitado un pasaje del Evangelio según san Mateo. Me ha impactado. Porque él no se imaginaba hasta qué punto un versículo concreto de los que ha dicho respondía a una cuestión que me llevaba preocupando desde hacía varios días. Tenía yo que tomar una decisión importante sobre un asunto concreto y el problema era que no venía claro ninguno de los dos únicos caminos que se podían tomar. Ninguno de los dos caminos me dejaba tranquilo.
Pero Dios ha actuado: y ese versículo, nada más escucharlo, me ha hecho ver cuál era la voluntad de Dios: al momento, sin ninguna duda. Es curioso, cuando el Señor quiere comunicar algo a un siervo suyo, Él es el único que puede entrar en el alma como Señor. Los demás tratan de convencerte, de hacerte ver, de que entiendas. Dios es el único que, cuando quiere, puede decir: “Ésta es mi voluntad, punto final”. La paz se ha hecho al instante en mi interior.
Sermón de hoy en el convento:
Sermón de hoy en el convento:
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