"¿Y ahora, qué?" La Iglesia en España tras el 1-0

Ayer mismo, el papa Francisco dejó claro, clarito, “la postura contraria de la Santa Sede", al manifestar “el rechazo de la Iglesia a toda actividad que no esté basada en el respeto a la legalidad constituida". 

Con estas sencillas palabras, ha dejado a los obispos de Cataluña en particular -con Pujol, Novell y Pardo como cabezas más prominentes-, y al resto de compañeros ibéricos en general -con Blázquez y la Permanente (no deben salir de la peluquería) a la cabeza-, no solo con las vergüenzas al aire, sino con toda su incapacidad intelectual y eclesial -de la moral, no me voy a pronunciar, porque “ab interius nemo iudicat, nisi Dominus"- impúdicamente retratada; a su pesar, supongo.

También se lo ha dejado claro a todo católico “despistado", tanto en las tierra de Cataluña y paísos de su influencia -donde no sé si quedará alguno, despistado o no, aunque vaya a Misa todos los días-, como fuera de ella, por todo el resto del territorio español.

Los mamporreros de la anti-iglesia, con el Vidal, “veneno mortal” y su alma gemela, el Bastante o “el permanentemente insatisfecho", a la cabeza -los “bien pagaos"-, hasta ayer mismo jaleaban y aplaudían -hasta con los piés y con las orejas- la bobalicona e insonta notita de Blázquez & Cía -de la que los mejores entre los obispos de España se apresuraron a desmarcarse; pocos, pero los hay-, la “mediación” de Osoro y Omella -desmentida apresuradamente por los señalados y comprometidos: es lo que tiene el tener estos amiguitos-, o el “desconsuelo” por lo que iba a pasar ahora en la Iglesia española y catalana con la ruptura tan brutal que ha habido entre los mismos obispos, y con la toma de postura pública y publicada por los de Cataluña, significándose -fuera y en contra de las leyes civiles y en contra de la Doctrina de la Iglesia: Francisco dixit-, a más no poder. Porque lo de los obispos de la Tarraconense ha sido de aurora boreal.

Ya sé que no se estila en la Iglesia, pero lo primero que tendrían que hacer, todos y en especial los de Cataluña, es pedir perdón por haber perdido los papeles; por haber antepuesto sus preferencias personales en materia política -que no deberían ser ni conocidas, dada su condición- al bien de la Iglesia y de las almas todas, sus ovejas; de haberse convertido de pastores -buenos pastores quiere el Señor que sean- en mercenarios; de haberse decantado por una parte de sus ovejas -que además no lo son: ¿cuántos de estos bichos antiindepes van a Misa siquiera- en contra de la parte mejor y del todo; de haberse pronunciado en contra de la Doctrina de la Iglesia, ellos, los obispos; por haber incitado a una serie de delitos, entre los que no es el menor la sedición, etc., etc.

“¿Y ahora qué?”

Pues malo, malo, malo. Y de muy mal arreglo. Porque la Jerarquía -su mayor parte- se ha puesto ya tan a las claras fuera de su sitio, se han desprestigiado de tal modo, que ¿quién les va a hacer caso en nada ya?

El mejor servicio que podrían hacer a la misma Iglesia y a las almas todas, es pedir el cese, el pase a la reserva, y que vengan otros. Se puede hacer porque está previsto en el Código. Pueden alegar lo que quieran. Y ya es el único verdadero servicio a su alcance.

Cuanto más se queden, peor; y cuanto más tiempo pase, todo irá a peor.

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08:24

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