La liturgia diaria meditada - Junto a la cruz de Jesús estaba su madre (Juan 19, 25-27) 15/09


Viernes 15 de Septiembre de 2017
Nuestra Señora de los dolores
Memoria obligatoria. Blanco

Todo el pueblo fiel ha reconocido en María a la mujer que compartió los dolores de su Hijo y su voluntad de salvar a toda la humanidad. A lo largo de su vida, María, como toda persona en este mundo, debió sufrir situaciones dolorosas. Ella puede comprender nuestros dolores, y con su corazón lleno de ternura, quiere acompañarnos en el sufrimiento, así como acompañó a su Hijo Jesús hasta el último momento.

Antífona de entrada          cf. Lc 2, 34-35
Simeón dijo a María: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel, será signo de contradicción; y a ti misma una espada te atravesará el corazón”.

Oración colecta     
Dios nuestro, que quisiste que junto a tu Hijo elevado en la cruz estuviera su Madre compartiendo sus padecimientos, concede a tu Iglesia que, unida a María en la pasión de Cristo, merezca participar también de su resurrección. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Dios misericordioso, acepta las oraciones y ofrendas que te presentamos para alabanza de tu nombre, en la veneración de la santísima Virgen María, que tú nos entregaste como Madre cuando estaba junto a la cruz de Jesús. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

Antífona de comunión        cf. 1Ped 4, 13
Alégrense de compartir los sufrimientos de Cristo, para que también ustedes se llenen de gozo y alegría cuando se manifieste su gloria.

Oración después de la comunión
Alimentados con el sacramento de la redención eterna, te suplicamos, Padre, que al recordar los dolores de la Virgen María, completemos en nosotros, para el bien de la Iglesia, lo que falta a los padecimientos de Cristo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

Lectura        Heb 5, 7-9
Lectura de la carta a los Hebreos.
Cristo dirigió, durante su vida terrena, súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.
Palabra de Dios.

Comentario
Jesús compartió el sufrimiento de todo ser humano, y así se hizo solidario con la humanidad doliente. María, su madre, estuvo junto a él, pasando por la cruz que lleva a la redención.

Salmo 30, 2-6. 15-16. 20
R. Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca me vea defraudado! Líbrame, por tu justicia; inclina tu oído hacia mí y ven pronto a socorrerme. R.

Sé para mí una roca protectora, un baluarte donde me encuentre a salvo, porque tú eres mi roca y mi baluarte: Por tu nombre, guíame y condúceme. R.

Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi refugio. Yo pongo mi vida en tus manos: Tú me rescatarás, Señor, Dios fiel. R.

Pero yo confío en ti, Señor, y te digo: “Tú eres mi Dios, mi destino está en tus manos”. Líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen. R.

¡Qué grande es tu bondad, Señor! Tú la reservas para tus fieles, y la brindas en presencia de todos a los que se refugian en ti. R.

Aleluya       
Aleluya. Dichosa es María Virgen, porque sin morir mereció la palma del martirio junto a la cruz del Señor. Aleluya.

Evangelio     Jn 19, 25-27
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre, con su hermana María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Palabra del Señor.

Comentario
“María comparte la suerte de Jesús y asume su causa en el momento cumbre, en el momento definitivo de su destino, en el momento del abandono más radical por parte de los poderes de este mundo. Estar junto a la cruz significa asumir su vida, su proyecto y su muerte hasta el final, hasta las últimas consecuencias. Esta presencia nos muestra además una María valiente, entera”.

O bien:         Lc 2, 33-35

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
El padre y la madre de Jesús estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: “Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos”.
Palabra del Señor.

Comentario
“Simeón reserva para María el anuncio de la visión de Israel ante Jesús, ya que solamente ella asistirá al cumplimiento de su profecía. Será un signo de contradicción. Esto quiere decir que si Jesús es Salvador para todos, esta salvación deberá ser acogida libremente, pudiendo rechazarla. No nos ofrece la salvación ya realizada, sino que nos llama a ella por la fe”.

Oración
Dios mío, ¡qué gran misterio de amor me propones hoy para mi meditación! A pesar de que una espada atravesó el corazón de tu Madre Santísima, ella siempre se mantuvo firme en la fe y con gran amor hoy me acoge, me ama y me enseña las virtudes que me pueden llevar a la santidad.

Petición
María, intercede por mí para que pueda hacer una buena oración.

Meditación

«María está hoy en el gozo y la gloria de la Resurrección. Las lágrimas que derramó al pie de la Cruz se han transformado en una sonrisa que ya nada podrá extinguir, permaneciendo intacta, sin embargo, su compasión maternal por nosotros. Lo atestigua la intervención benéfica de la Virgen María en el curso de la historia y no cesa de suscitar una inquebrantable confianza en Ella; la oración Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! expresa bien este sentimiento. María ama a cada uno de sus hijos, prestando una atención particular a quienes, como su Hijo en la hora de su Pasión, están sumidos en el dolor; los ama simplemente porque son sus hijos, según la voluntad de Cristo en la Cruz […] ¡Volveos a María! En la sonrisa de la Virgen está misteriosamente escondida la fuerza para continuar la lucha contra la enfermedad y a favor de la vida» (Benedicto XVI, 15 de septiembre de 2008).

Cuando Dios había decidido venir a la tierra había pensado ya desde toda la eternidad en encarnarse por medio de la criatura más bella jamás creada. Su madre habría de ser la más hermosa de entre las hijas de esta tierra de dolor, embellecida con la altísima dignidad de su pureza inmaculada y virginal. Y así fue. Todos conocemos la grandeza de María.

Pero María no fue obligada a recibir al Hijo del Altísimo. Ella quiso libremente cooperar. Y sabía, además, que el precio del amor habría de ser muy caro. “Una espada de dolor atravesará tu alma” le profetizó el viejo Simeón. Pero, ¡cómo no dejar que el Verbo de Dios se entrañara en ella! Lo concibió, lo portó en su vientre, lo dio a luz en un pobre pesebre, lo cargó en sus brazos de huida a Egipto, lo educó con esmero en Nazaret, lo vio partir con lágrimas en los ojos a los 33 años, lo siguió silenciosa, como fue su vida, en su predicación apostólica...

Lo seguiría incondicionalmente. No se había arrepentido de haber dicho al ángel en la Anunciación: “Hágase”. A pesar de los sufrimientos que habría de padecer. ¡Pero si el amor es donación total al amado! Ahora allí, fiel como siempre, a los pies de la cruz, dejaba que la espada de dolor le desencarnara el corazón tan sensible, tan puro de ella, su madre. A Jesús debieron estremecérsele todas las entrañas de ver a su Purísima Madre, tan delicada como la más bella rosa, con sus ojos desencajados de dolor. Los dos más inocentes de esta tierra. Aquella única inocente, a la que no cargaba sus pecados. La Virgen de los Dolores. La Corredentora.

Ella nos enseña la gallardía con que el cristiano debe sobrellevar el dolor. El dolor no es ya un maldito hijo del pecado que nos atormenta tontamente; es el precio del amor a los demás. No es el castigo de un Dios que se regocija en hacer sufrir a sus criaturas, es el momento en que podemos ofrecer ese dolor por el bien espiritual de los demás, es la experiencia de la corredención, como María. Ella miró la cruz y a su Hijo y ofreció su dolor por todos nosotros.

¿No podríamos hacer también lo mismo cuando sufrimos? Mirar la cruz. Salvar almas. La diferencia con Nuestra Madre es que en esa cruz el sufrir de nuestra vida está cargado en las carnes del Hijo de Dios. Él sufrió por nuestros pecados. Él nos redimió sufriendo. Ella simplemente miró y ayudó a su Hijo a redimirnos.

Propósito
En este día rezar a la Virgen Dolorosa para que interceda por nosotros en los mometos de enfermedad y sufrimiento y encomendar a su cuidado a los enfermos o personas que sufren que están cerca de nosotros.

Diálogo con Cristo
Jesús, aunque experimente dificultades y problemas, situaciones de sufrimiento y dolor, momentos difíciles de comprender y de aceptar, siguiendo el ejemplo de María, tengo la seguridad que todo tendrá una razón y un sentido. Sin embargo soy débil para ofrecerte que quiero ser purificado en el dolor… simplemente sé y confío en que me darás lo que necesito para entrar un día en el cielo, ¡gracias Padre mío!

Let's block ads! (Why?)

11:15

Publicar un comentario

[facebook][blogger]

SacerdotesCatolicos

{facebook#https://www.facebook.com/pg/sacerdotes.catolicos.evangelizando} {twitter#https://twitter.com/ofsmexico} {google-plus#https://plus.google.com/+SacerdotesCatolicos} {pinterest#} {youtube#https://www.youtube.com/channel/UCfnrkUkpqrCpGFluxeM6-LA} {instagram#}

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets