Del libro de Leonardo Castellani: El nuevo gobierno de Sancho. Una reflexión de lo que es la verdadera enseñanza, que a pesar de la crítica certera que el autor hace de la educación en Argentina, como mutando mutandis, también la de España, u otras, que por cierto comparto, nos muestra el valor de la docencia. Los españoles y catalanes pueden consultar al escritor De Prada en su libro: Castellani y cómo sobrevivir intelectualmente al siglo XXI. Un recuerdo a los maestros de los primeros años y la oración sincera por ellos, para que nunca, aún jubilados, dejen de buscar la Verdad y enseñarla.
Hacia finales del siglo X, se une a la fiesta de la Asunción de María la costumbre de bendecir las hierbas medicinales. La costumbre miraba a la más antigua tradición oriental en que, en la fiesta del 15 de agosto, se bendecían los campos. En este día, hasta hoy en algunos lugares, los fieles llevan a la Iglesia los frutos de los campos y jardines, para presentarlos a Dios.
María con el alma y el cuerpo fue asunta al Cielo, esta es la sustancia de la fiesta que la Iglesia celebra con gran alegría. No sufrió la corrupción de la tumba y este es su nuevo privilegio que está implícito en el primero. María fue preservada de la mancha del pecado original, por eso ahora no debe estar sometida a sus consecuencias. Ha dado a luz el Hijo de Dios, el Dador de toda vida, por eso la muerte no puede tocarla. Ha participado de la manera más plena del misterio salvífico de Cristo y he aquí que en ella se revela desde ahora la plenitud de la salvación traída por Cristo. En primer lugar recibe la salvación, se transforma en la imagen de la Iglesia de la gloria y para el pueblo peregrino es un signo de esperanza y de consuelo.
«Al comenzar la Edad Moderna dijo alguien que deberíamos vivir como si Dios no existiera. Esto ha ocurrido, y a la vista tenemos las consecuencias. Nuestra regla debe ser exactamente la contraria: vivir en todo instante dando como supuesto que Él existe, y conforme a lo que Él es, porque por fuerza es lo que es. Este vivir significa dar oído a su Palabra y a su Voluntad, sintiéndonos mirados por Sus ojos. De este modo, sentiremos que pesa más nuestra responsabilidad; pero, en compensación, se hará mas fácil y mas humana nuestra vida. Mas fácil, porque nuestros errores, fracasos, privaciones y perdidas jamás nos parecerán definitivos y fatales, sabiendo como sabemos que detrás de todo ello existe siempre un sentido, y que nada esta perdido para siempre. Desde esta perspectiva, nos aparece en primer plano el lado bueno de las cosas. Ciertamente, con mirar hacia el Cielo no impedimos que lo ingrato siga siéndolo; pero su peso habrá menguado, porque todo será para nosotros penúltimo. No nos rebelaremos cuando las cosas no resulten como quisiéramos, o se frustren nuestros propósitos: porque sabemos que, en el fondo, hay algo bueno en ello, toda vez que Dios es bueno.
Así, cuando perdamos a un ser querido, pensaremos que no se ha ido definitivamente, y que algún día volveremos a vernos. Es más: incluso deberíamos alegrarnos con la idea de un perfecto rencuentro. Si se ha ido de nuestro lado, nuestra separación provisional se cambiará en su momento por una compañía donde el gozo será completo y puro, sin que lo empañen las fatigas y tribulaciones de la vida presente. Y, por lo que se refiere a nuestras obras en general, procederemos pensando que su peso es oro eterno: porque Dios está mirándonos y nos guía; y porque Él es el origen de la justicia, y nos trata justamente.» Card. Ratzinger.
En la Asunción de María y su plena unión con Cristo resucitado de entre los muertos podemos experimentar su fe viva y su presencia eficaz en la Iglesia, su maternidad espiritual. Como María, tenemos parte en el misterio salvífico de Cristo y como ella tendamos a la gloria de Cielo: llegaremos si buscamos con constancias las cosas de allá arriba. La intercesión de María nos llene con amor, nos sostenga en el camino que lleva a la gloria y nos fortalezca en la perseverancia.
" data-medium-file="" data-large-file="" class="aligncenter size-medium wp-image-236" src="https://pbroleonardocastellani.files.wordpress.com/2013/02/el-maestro.jpg?w=191&h=300" alt="El maestro" width="191" height="300" />Apenas asomó el rubicundo Febo por las puertas y balcones de Oriente con el fin manifiesto de iluminar con sus rayos el histórico convento de la marcha de San Lorenzo, cuando sacaron a Su Alteza el nuevo Gobernador de la iglesia donde pasara la noche en oración y lo condujeron en su silla gestatoria a la Sala de los Altos Capítulos para atender a los negocios del día. Inmediatamente sonaron chirimías, y fue introducido en audiencia un señor cabezón y gordito, enteramente calvo, salvo por una ligera pelusa amarilla que le cubría el cascarón, y con una carita redonda de torta pascualina, abundantemente poblada por una inefable sonrisa. El señor se sacó la gorra, dio los buenos días, mostró a Sancho las manitas -palma y dorso- extendidas, y dijo:
-La vaca es un animal que tiene cola, cuatro patas, cuernos y cabeza. También da leche, queso y manteca. Según la Historia Natural, la vaca es animal rumiante. ¡Qué animal tan útil es la vaca!
Sorprendiose el buen Sancho al oír tan nuevas razones, y preguntó al doctor Pedro Recio de Afuera:
SANCHO.- ¿Quién es, Doctor?
RECIO.- Es el Hombre Encargado de Hacer los Libros Para las Escuelas Primarias.
SANCHO.- ¿Qué pretende?
RECIO.- Pretende un Premio Nacional de Literatura de 200000 escudos, en mérito a su gran esfuerzo y obra proficua.
SANCHO.- ¿Qué obra?
RECIO.- Haber realizado la uniformidad de la Escuela Primaria.
SANCHO.- No entiendo eso.
RECIO.- Perdone Su Prominencia: la escuela primaria debe ser uniforme en todo el país, y todos los maestros deben pensar, decir y enseñar las mismas cosas con las mismas palabras.
SANCHO.- ¿Por qué?
RECIO.- Porque de ese modo será posible que un Alto Consejo de Funcionarios situado en la cabeza de nuestra Ínsula pueda de un solo gesto hacerlas danzar a todas las escuelas al son que quiera, aunque estén situadas a diez mil leguas de distancia.
SANCHO.- ¿Y qué vamos ganando con eso?
RECIO.- Vamos ganando el manejar mucha plata, y el poder dar puestos a los amigos, única manera de gobernar a la gente desta Ínsula; sin contar las innumerables ventajas pedagógicas y estéticas de la uniformización, que seguramente no escapan a Su Prominencia.
SANCHO.- No escapan. ¡Qué van a escapar! Lo que yo no veo es el mérito literario de este señor gordinfloncito -¡míalo tú ahora cómo se chupa el dedo, angelito!- en esas cosas que dijo acerca de la vaca.
RECIO.- Y sin embargo, es extremado. ¿No ve Su Prominencia que en nuestra Ínsula hay niños de muchas clases?
SANCHO.- Probablemente.
RECIO.- Y habrá naturalmente algunos niños más listos… y también por fatalidad algunos niños idiotas, ¿eh?
SANCHO.- Eso, seguro. ¡Misericordia! No había pensado.
RECIO.- Ahora bien; y esteme atento Usía a mi raciocinio. ¿Cómo se podrá uniformizar la enseñanza de todos los niños, a no ser con libros de texto que estén al alcance de los idiotas?
SANCHO.- Es cierto.
RECIO.- ¿Ve ahora Su Prominencia el esfuerzo enorme que supone escribir un libro entero solamente de frases idiotas, sin errar una sola?
-Veo, comprendo y admiro -dijo el buen Sancho I el Único. Y volviéndose al señor gordinfloncito, que lo miraba con la boca muy abierta, le dijo:
-Señor mío, aquí estamos para escuchar sus requerimientos. Adelante.
-Niño, dígame la lección de Historia -dijo el señor con voz aclarinetada, es decir, casi aflautada-. ¿No la sabe? ¡Qué niño más ignorante! Es usted un niño malo. Me escribirá diez veces en una plana: «El niño ignorante es malo. El niño bueno, por el contrario, es el encanto de sus excelentes padres». Entre paréntesis: (Samuel W. Smiles).
-Esto me parece mejor que lo de la vaca -dijo Sancho.
-Barrunto, señor, que usté nunca ha sido un niño malo; y que, como Sarmiento, no jugaba a la rayuela ni trepaba a los árboles por aprender la lección de Historia -dijo el doctor Pedro Recio.
-Atención, niños. Historia para mañana. Colón descubrió la América. San Martín fue el libertador de medio continente. El Sargento Cabral dijo: «Muero contento, hemos batido al enemigo». El negro Facundo murió por la patria. Rosas fue un tirano. Sarmiento fue un titán del pensamiento.
-¿Qué es titán? -preguntó Sancho.
-Titán es un coso grandote, con un solo ojo en medio de la frente, y un gran palo en la mano que se llama clava, que tiene fuerza como diez hombres juntos…
-¡Cristí! Me gustaría ser titán -dijo Sancho.
-Y a mí -dijo Tirteafuera.
-¡Silencio, niños! En clase se atiende. Apunten ahora la lección de Mineralogía y Geología. El cinc es un metal que sirve para hacer techos de casas. ¿Quién tiene una casa de cinc? ¿Usté? Muy bien, niño. Es usted un niño bueno. El plomo es un metal de color plomizo, así como el cobre es de color cobrizo. El feldespato se encuentra en la provincia de San Luis…
-¿Y el pato? -interrumpió Sancho-. Me parece a mí que primero viene el pato.
-El pato -contestó triunfante el Maestro- ¡es un animal palmípedo! Pero pertenece a la Zoología, y no a la Mineralogía. Palmípedo no es lo mismo que batracio, niños. Batracios son el sapo, la rana y el renacuajo. El reno no es batracio, sino paquidermo; no confundan con -55- los rumiantes, como la vaca. El reno se encuentra en una región llamada Renania. En Bosnia y Herzegovina, no hay renos.
-¡Cristí! -exclamó Sancho-. ¡Lo que sabe este hombre!
Sonrió modestamente el Maestro, y dijo:
-Idioma Nacional. El sustantivo. El sustantivo es una parte variable de la oración que sirve para designar personas, cosas, sustancias y sucesos en general, casi siempre con expresión de género y número. Por ejemplo: burro, papá, mamá, menega. El sustantivo puede ser abstracto y concreto. Es abstracto cuando designa cosas que no son perceptibles por los sentidos, o que simplemente no existen, como cualidad, virtud, moralidad, Dios, alma, espíritu, etcétera.
-Bien -interrumpió Sancho-. Éste se está subiendo a matemáticas superiores; y yo ya no lo sigo. Este hombre es una enciclopedia. ¿Me permite, señor, que le haga unas preguntitas de catecismo? Es lo único que me queda hoy día de lo que aprendí en la escuela, así Dios me salve. Dígame, señor, ¿quién es Dios?… Pero… ¿qué pasa?
La cara del Maestro se había descompuesto horrorosamente, reflejando en su simpática y simplona luna la más grande estupefacción acompañada de terror y asco:
-¡Ley 1420! -balbuceaba temblorosamente.
-¿Qué dice? -preguntó Sancho.
-¡Ley 1420! ¡El puesto! ¡Cesante! ¡Fuera de las horas de clase! -sollozaba el pedagogo lastimeramente-. ¡A mí no, a mí no me metan en líos!
-¿Qué quiere decir? -preguntó Sancho.
-Quiere decir, Prominencia, que esa materia, de acuerdo con la ley 1420, pertenece a las cosas que no deben saber los niños y que un niño bien educado no pregunta a sus padres y maestros, a no ser fuera de las horas de clase, a los compañeros solamente.
-¡Cristí! -dijo Sancho-. ¡Entonces esto está todo cambiado! En mi tiempo era lo primero que nos enseñaban en la aldea. ¡Cómo me recitaba yo mi Astete! Recuerdo que el señor cura me premió un día: tercer premio empezando por la cola, con una taleguilla de avellanas, vanas ellas casi todas, pero magníficas para jugar al choclón. ¡Qué tiempos aquéllos!
«Todo buen cristiano
si quiere llevar
vida en modo humano
y se salvar
debe de saber
y deprender
con devoción
la sacra lección
de la Santa Cruz
de Cristo Nuestra Luz».
Todavía me acuerdo, Doctor, aunque nunca he sabido lo que quiere decir sacra. Y después acababa:
«La ciencia más acabada
es que el hombre bien acabe,
pues al fin de la jornada
aquel que se salva, sabe;
y el que no, no sabe nada…».
-Nous avons changé tout cela -dijo el doctor Pedro Recio.
Enmudeció de repente Sancho y se abismó en sus recuerdos; y como Sancho se abismó en sus recuerdos, todos los Cortesanos consecuentemente se abismaron también en la misma parte. Después de un ratito de meditación, volvió Sancho al Capellán diciendo:
-Mi señor Capellán, ¿puede salvar su alma un Gobernador?
-Puede, y con mucha gloria -contestó el Capellán-, aunque con muchísimo más trabajo. Santos los ha habido, en tiempos pasados.
-¡Bien! -dijo Sancho-. Aquí me parece que éste es un asunto serio, en que me juego nada menos la salvación de mi alma.
Y alzándose del trono, allegose al Maestro sabio, y parcial y cariñoso, le halagó con la mano la papada, preguntándole melosamente:
-Hijito, ¿quién es Dios?
El Maestro lo miró con ojos enloquecidos.
-¿Cuántas personas hay en Dios?
Nada.
-¿Cuántos dioses hay?
Ni por ésas.
-¿Hay un solo Dios?
El Maestro movió los labios desde el fondo de su consternación, como Job, y dijo, con marcado acento correntino.
-Es inútil, señor -dijo-. Ni anque me mate. En eso no le voy a dar dato.
-Magnífico -dijo Sancho-. Aquí vamos a salvar dos almas, la mía y la de este buen amigo. Ahó, Escribano. Llegaos acá y escribid mi sentencia.
Decreto
Considerando:
1. Que los maestros también tienen alma, aunque esté convertida en sustantivo abstracto; y que el presente maestro, escritor de libros para niños, debe de tener un alma como un pan, aunque parezca mentira por la facha;
y 2. Viendo el grandísimo peligro en que la tal alma se encuentra, dado que ni siquiera sabe, a la edad en que estamos, cuántos dioses hay, ni si hay Dios siquiera;
vengo en decretar y decreto, que se le suspenda la paga y salario por espacio de treinta meses, en los cuales ayunará, estudiará catecismo y emprestará de los judíos, los cuales por lo menos tienen Dios, aunque mataron a Jesucristo;
con la conminación formal de que si en ese tiempo no llega a averiguar si hay Dios o no, le será retirado primero por tres años y después a perpetuitate, el permiso y facultad de enseñar a otros, por más Mineralogía que sepa.
Yo, Sancho I, Gobernador
Dicho lo cual, dio Su Excelencia el Gobernador la señal de los festejos, los cuales consistieron aquel día principalmente en el monte Everest y el Gran Lama del Tibet desde el punto de vista éticosocial, acompañados de ligeras incursiones enemigas en todo el frente occidental y duelos de artillería que fueron rechazados con graves pérdidas.
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