El día del Señor: Domingo 15º del T.O. (A)

La Liturgia de la Palabra de este Domingo está impregnada de optimismo por el éxito de la obra redentora de Cristo, y que la Iglesia continúa en el tiempo hasta que de nuevo Cristo vuelva. 
Tanto la 1ª Lectura, en la que el segundo Isaías conforta a los israelitas desterrados de Babilonia; como la 2ª, en que S. Pablo habla de la expectación de la creación entera que aguarda la manifestación de los hijos de Dios que sufren la esclavitud del pecado; como la abundante cosecha de la tierra buena que compensa con creces lo que se perdió en el pedregal y los espinos, nos animan a confiar en el éxito de todos nuestros desvelos. También el Salmo Responsorial participa de idéntico optimismo: “la acequia de Dios va llena de agua..., coronas el año con tus bienes”.
El Reino de Dios que Jesús vino a instaurar, encontró una fuerte repulsa en el judaísmo de su tiempo, lo encontró también el cristianismo naciente, y lo sigue encontrando hoy. Con la parábola del sembrador, Jesús nos propone la fe y la generosidad del sembrador al esparcir la semilla de la doctrina que, aunque puede dar un fruto dispar e incluso no darlo, pues su fecundidad depende de donde caiga, está destinada a proporcionar una espléndida cosecha.
El Señor quiere asociarnos a esta siembra de paz, de alegría, de mutuo respeto..., de amor a Dios y a todas las criaturas, a través del ejemplo, la palabra y la confianza con la que el sembrador arroja la semilla al surco. Él no ignora los hielos y la sequía, el azote del viento, del granizo y las plagas que pueden hacer estéril su trabajo. Pero no ignora tampoco, que sin la siembra, los campos no producen más que malas hierbas. 

Los padres de familia, los educadores, los sacerdotes..., los que de un modo u otro quieren inculcar los valores cristianos, han de mantener vivo el optimismo sobrenatural porque “los que en Ti esperan, Señor, no quedarán defraudados” (S. 24,3). Pidamos al Señor que nos aumente la fe, para que la indiferencia del camino, el ánimo mal dispuesto del pedregal y los espinos, no maten la esperanza de una abundante cosecha.
Pero no olvidemos que ese campo donde la semilla cae generosamente, somos también nosotros. La semilla es en sí misma fecunda pero el resultado de la recolección es desigual. ¿Por qué la acción de Dios en las almas produce efectos tan dispares? Es el misterio de la Vida divina y la libertad humana. Las palabras de Jesús revelan con toda su fuerza la responsabilidad de cada uno a disponerse bien para aceptar y corresponder a los dones divinos. El Maestro, valiéndose de la imagen de la dureza del camino y del pedregal, del daño de las zarzas y los espinos, nos advierte del peligro de que la Buena Nueva no fructifique en nosotros.
Primera Lectura
La lluvia hace germinar la tierra
Lectura del libro de Isaías (Is 55, 10-11)
Así dice el Señor: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.» 
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
(Sal 64, 10.11.12-13.14)
R/. La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
Semen cécidit in terram bonam, et fecit fructum.
Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales. 
La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
Semen cécidit in terram bonam, et fecit fructum.
Riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes. 
La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
Semen cécidit in terram bonam, et fecit fructum.
Coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia; rezuman los pastos del páramo, y las colinas se orlan de alegría. 
La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
Semen cécidit in terram bonam, et fecit fructum.
Las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses, que aclaman y cantan. 
La semilla cayó en tierra buena y dio fruto.
Semen cécidit in terram bonam, et fecit fructum.
Segunda Lectura
La creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (Rm 8, 18-23)
Hermanos: Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo. 
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo; quien lo encuentra vive para siempre.
Semen est verbum Dei, sator autem Christus; omnis qui ínvenit eum, manébit in ætérnum.
Aleluya.
Evangelio
Salió el sembrador a sembrar
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (Mt 13, 1-23)
Gloria a ti, Señor.
Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas: –Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga. Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: –¿Por qué les hablas en parábolas? Él les contestó: –A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: "Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure." ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron. Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno. 
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

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