Sin la verdad el hombre se muere: intelectual, moral, eclesial y espiritualmente hablando. Porque, lo mismo que hemos sido creados por la Verdad -En el principio era el Logos (Jn 1, 1), estamos hechos para la Verdad: para vivir en ella y por ella.
Lo queramos o no, lo reconozcamos o no, somos “racionales” -ya nos lo descubrieron y nos lo demostraron “racionalmente” los griegos cinco/cuatro siglos antes de Cristo, y sigue estando vigente todo eso-, aunque haya mucha gente que no lo demuestre en su actuar, o se apee de tal naturaleza y tarea, o lo desprecie sin más y se ponga como máximo nivel “pseudo-intelectual” cualquier ideología de turno o de guardia; y cuanto más degradante sea por más inhumana, mejor.
Como “no podemos” vivir sin Dios. O sin Fe. O sin libertad.Cuando al hombre le falta alguna de esas cosas -vitales para ser persona- por un tiempo que se pasa por mucho y echa raíces, su vida se torna despreciable, insoportable e indigna de ser vivida; porque una persona así se ve incapaz -ahora, y paradójicamente, “con razón"- de luchar por ella y sacarla adelante: se ve incapaz de vivir.
Los suicidios morales y/o físicos -que están in crescendo en todo el mundo y ganando terreno en edades cada vez más tempranas-, lo demuestran, porque van a la par con la “ausencia” de Dios, que es “la verdadera Vida del hombre". Y, además, la única Vida que lo dignifica y lo protege contra las fuerzas, tanto internas como externas, que pretenderán y pretenden que abdique de su dignidad personal, y materialmente se destroce, y se aniquile.
¿A qué viene toda esta entradilla? A toda la parafernalia que se está montando -en la Iglesia y fuera de ella, pero a mi me interesa “en” la Iglesia- a todos los niveles, con un uso del lenguaje que no solo no es inocuo, sino inicuo; y con un tufo de irracionalidad que no solo apesta, sino que ahoga…, y mata: las conciencias, en primerísimo lugar. Porque se ha llegado ya a un punto en que no se sabe de qué se está hablando, ni dónde estamos. Lo único que tenemos claro es, si seguimos así, a dónde vamos: al precipicio, por decirlo “caritativamente".
Y pongo unos ejemplos de plena actualidad.
El primero viene de Bélgica, donde unos “Hermanos de la Caridad” -congregación religiosa laical masculina, fundados en Gante, en 1807 y aprobados en 1888, con unos 600 religiosos y 103 casas en el mundo- y que se dedican -mejor, “se dedicaban"- al cuidado de ancianos, de enfermos mentales, ciegos, pobres, discapacitados, y sordomudos, se han desmelenado con que van a aplicar en sus sitios de “acogida y atención” las leyes belgas de eutanasia y demás a todo el que lo pida.
Claro, le ha faltado tiempo a su Superior, que vive en Roma, a solicitar al Vaticano que pare la masacre, que a él, ni caso ya. Y menos mal que eran “de la Caridad", porque si llegan a ser “de la mala leche"…, ni te cuento la que arman.
Pero esto se está haciendo también en otras instituciones de titularidad “católica"; solo que no han dado “el salto a la fama” de los belgas de la Caridad: la última, en Irlanda, donde un hospital “católico” ha anunciado que practicará los abortos previstos por la ley irlandesa.
O en universidades “católicas” donde se dedican a “matar” conciencias, que es bastante peor. Y todo es público. Y no se ve que nadie mueva un dedo: la verdad es que cuando se ha movido ha sido para peor. Con lo cual…
Ya no se sabe lo que significa “caridad". Ni “católico". Ni “Iglesia". Ni “religoso". Ni “pecado". Ni “gracia". Ni “Magisterio". Ni “Fe". El relativismo, el buenismo, la pastoral de “rebajas", la asunción de ideologías y problemáticas mundanas que no tienen nada que ver con el quehacer y la tarea de la Iglesia, y un largo etc., han traído estas y otras cosas.
Todo esto es tan grave, y está ya tan “interiorizado” en diversos sectores o segmentos de la misma Iglesia, que se ha llegado a un punto -y es el segundo ejemplo- en el que cuando un obispo -en este caso Novell- ha querido echar marcha atrás y denunciar los usos indebidos y falseados de las iglesias y demás, al día siguiente le han salido ya unos cuantos respondones que le han dicho que ¡tararí!, que no le van a hacer ni caso.
El tercer ejemplo -también muy reciente: de esta misma semana- es la “presentación” que hizo el mismísimo exdirector del Instituto Superior de Pastoral de Madrid y profesor colaborador de la universidad de San Dámaso, Antonio Ávila, de Marciano Vidal, “teólogo moralista” al que el Vaticano y la CEE lo pusieron a caldo por sus errores de bulto en cuestiones de moral -justifica por las bravas la homosexualidad y la masturbación, así, sin más-, que se larga con la declarada de que “los católicos divorciados y vueltos a casar pueden comulgar". Todo ello con el patrocinio, visto bueno y buen hacer de PPC y del ISP de Madrid.
Todo esto, no es que sea un caos, que lo es: es el desprestigio más absoluto de la misma Iglesia Católica. Y si no se corrige, con tesón y fortaleza por parte de la Jerarquía, nos vamos a convertir en una iglesia más, al mismo nivel que las protestantes, luteranas, etc., que aún pululan pero ya no son nada. Y han llegado a la nada más absoluta precisamente por esto que acabo de escribir.
Necesitamos aire fresco, límpio. Necesitamos Verdad. Gracia. Necesitamos a Dios y a su Iglesia.
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