Oficio de lecturas - Domingo de la semana XXVIII - Tiempo ordinario



OFICIO DE LECTURA - DOMINGO DE LA SEMANA XXVIII - TIEMPO ORDINARIO
De la Feria.

PRIMERA LECTURA

Año I

Del libro del profeta Sofonías     3, 8-20

CONVERSIÓN DE TODOS LOS PUEBLOS Y EXALTACIÓN DE ISRAEL

    Esto dice el Señor:
    «Esperadme el día en que me levantaré como testigo, pues he decidido reunir a los pueblos, congregar a las naciones, para derramar sobre ellos mi cólera, el incendio de mi ira; pues en el fuego de mi celo se consumirá la tierra entera.
    Entonces daré a los pueblos labios puros, para que invoquen todos el nombre del Señor, para que le sirvan unánimes. Desde más allá de los ríos de Etiopía, mis fieles dispersos me traerán ofrendas.
    Aquel día no tendrás ya que avergonzarte de las obras con que me ofendiste, porque arrancaré de en medio de ti a tus soberbios fanfarrones, y no volverás a engreírte sobre mi monte santo. Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera: pastarán y reposarán sin sobresaltos.
    Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás ningún mal. Aquel día dirán a Jerusalén: "No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un poderoso salvador. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo, danza por ti con gritos de alegría, como en los días de fiesta."
    Yo apartaré de tu lado la desgracia, el oprobio que pesa sobre ti. Entonces destruiré a tus enemigos, salvaré a los inválidos, reuniré a los dispersos; les daré fama v renombre en todos los países donde fueron despreciados. Entonces os traeré y os congregaré. Os haré renombrados y famosos entre todos los pueblos de la tierra, cuando cambie vuestra suerte ante sus ojos. -Lo ha dicho el Señor-.»

Responsorio     So 3, 12. 13. 9

R. Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, * y este resto de Israel confiará en el Señor.
V. Entonces daré a los pueblos labios puros, para que invoquen todos el nombre del Señor.
R. Y este resto de Israel confiará en el Señor.


Año II

Del libro de Ben Sirá     10, 6-22

CONTRA LA SOBERBIA

    Por ninguna ofensa devuelvas mal al prójimo, no marches por el camino de la soberbia; la soberbia es odiosa al Señor y a los hombres, para los dos es delito de opresión; el imperio pasa de nación a nación a causa de la;,violencia y la soberbia. ¿Por qué se ensoberbece el polvo y ceniza si aún en vida se pudren sus entrañas? Un achaque ligero, y el médico queda perplejo: hoy es rey, mañana será cadáver. Muere el hombre y hereda gusanos, lombrices, orugas e insectos.
    Comienzo de la soberbia es el poder humano que aleja el corazón de su Hacedor; pues el pecador es aljibe de insolencia y fuente que mana planes perversos; por eso Dios le envía terribles plagas y lo castiga hasta acabar con él.
    Dios derribó del trono a los soberbios y sentó sobre él a los oprimidos; el Señor arrancó las raíces de los pueblos y plantó en su lugar a los oprimidos; el Señor borró las huellas de los pueblos y los destruyó hasta los cimientos; los borró del suelo y los aniquiló y acabó con su apellido en la tierra. No es digna del hombre la insolencia, ni la crueldad del nacido de mujer.

Responsorio     Lc 1, 52. 51; Sir 10, 18

R. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. * Dispersa a los soberbios de corazón.
V. El Señor arrancó las raíces de los pueblos y plantó en su lugar a los oprimidos.
R. Dispersa a los soberbios de corazón.


SEGUNDA LECTURA

De la carta de san Agustín, obispo, a Proba

(Carta 130, 8, 15. 17-9, 18: CSEL 44, 56-57. 59-60)

QUE NUESTRO DESEO DE LA VIDA ETERNA SE EJERCITE EN LA ORACIÓN

    ¿Por qué en la oración nos preocupamos de tantas cosas y- nos preguntamos cómo hemos de orar, temiendo que nuestras plegarias no procedan con rectitud, en lugar de limitarnos a decir con el salmo: Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor contemplando su templo? En aquella morada, los días no consisten en el empezar y en el pasar uno después de otro ni el comienzo de un día significa el fin del anterior; todos los días se dan simultáneamente y ninguno se termina allí donde ni la vida ni sus días tienen fin.
    Para que lográramos esta vida dichosa, la misma Vida verdadera y dichosa nos enseñó a orar; pero no quiso que lo hiciéramos con muchas palabras, como si nos escuchara mejor cuanto más locuaces nos mostráramos, pues, como el mismo Señor dijo, oramos a aquel que conoce nuestras necesidades aun antes de que se las expongamos.
    Puede resultar extraño que nos exhorte a orar aquel que conoce nuestras necesidades antes de que se las expongamos, si no comprendemos que nuestro Dios y Señor no pretende que le descubramos nuestros deseos, pues él ciertamente no puede desconocerlos, sino que pretende que, por la oración, se acreciente nuestra capacidad de desear, para que así nos hagamos más capaces de recibir los dones que nos prepara. Sus dones, en efecto, son muy grandes y nuestra capacidad de recibir es pequeña e insignificante. Por eso, se nos dice: Dilatad vuestro corazón.
    Cuanto más fielmente creemos, más firmemente esperamos y más ardientemente deseamos este don, más capaces somos de recibirlo; se trata de un don realmente inmenso, tanto, que ni el ojo vio, pues no se trata de un color; ni el oído oyó, pues no es ningún sonido; ni vino a la mente del hombre, ya que es la mente del hombre la que debe ir a aquel don para alcanzarlo.
    Así pues, constantemente oramos por medio de la fe, de la esperanza y de la caridad, con un deseo ininterrumpido. Pero, además, en determinados días y horas, oramos a Dios también con palabras, para que, amonestándonos a nosotros mismos por medio de estos signos externos, vayamos tomando conciencia de cómo progresamos en nuestro deseo y, de este modo, nos animemos a proseguir en él. Porque, sin duda alguna, el efecto será tanto mayor, cuanto más intenso haya sido el afecto que lo hubiera precedido. Por tanto, aquello que nos dice el Apóstol: Orad sin cesar, ¿qué otra cosa puede significar sino que debemos desear incesantemente la vida dichosa, que es la vida eterna, la cual nos ha de venir del único que la puede dar?

Responsorio     Jr 29, 13. 12. 11

R. Me buscaréis y me encontraréis si me buscáis de todo corazón. * Me invocaréis y yo os escucharé. 
V. Yo tengo designios de paz y no de aflicción, para daros un porvenir y una esperanza.
R. Me invocaréis y yo os escucharé.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.


La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado. 

ORACIÓN.
OREMOS,
Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

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10:26

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