Hoy tuve que sustituir a un catequista, dando con gusto catequesis a diez niños que se preparan para su Primera comunión. No me ha resultado fácil, pero tampoco imposible. Y es que transmitir la fe a los niños es siempre una satisfacción y una alegría. Espero haberles ayudado a conocer un poco más a Jesús y a ser mejores. Aunque tengo que reconocer que, al salir, he admirado más la paciencia de sus señoras mamás.
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