La primera instrucción del pontificado de Francisco señala que se deben guardar en columbarios de iglesias o cementerios. En vista de que la cultura y las modas cambian con rapidez, el Vaticano ha salido al paso de algunas derivas consumistas o superficiales en el modo de tratar las cenizas de los difuntos.
La preocupación del Papa Francisco y del cardenal alemán Gerhard Müller, responsable de la Doctrina de la Fe, es que no se banalice la muerte ni se pierda por completo un punto de recuerdo de las personas fallecidas que sea accesible también a personas que no son miembros de la familia. Les inquietan los excesos de individualismo. La práctica de cremación de los difuntos, preferida hoy en muchos lugares, no es contraria a la doctrina de la Iglesia.
Con la Instrucción Piam et constantem de 1963, el entonces Santo Oficio estableció que «la Iglesia aconseja vivamente la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos», pero agregaba que la cremación no es «contraria a ninguna verdad natural o sobrenatural» y que no se les negaran los sacramentos y los funerales a los que habían solicitado ser cremados, siempre que esta opción no obedezca a la «negación de los dogmas cristianos o por odio contra la religión católica y la Iglesia».
Este cambio de la disciplina eclesiástica fue incorporado en el Código de Derecho Canónico (1983) y en el Código de Cánones de las Iglesias Orientales (1990). Sin embargo, la conservación de las cenizas debe hacerse de un modo riguroso que refleje la fe cristiana, según recordó ayer el prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, Gerhard Ludwig Müller, al presentar en conferencia de prensa el nuevo documento «Para resucitar con Cristo».
«Respeto a los cuerpos»
La Instrucción, aprobada explícitamente por el Papa el pasado mes de marzo y dirigida a los obispos de todo el mundo, sale al paso de abusos y vulgaridades que se han vuelto frecuentes, sobre todo en Estados Unidos, donde la cremación se practica desde hace mucho tiempo. Aunque la orientación doctrinal no es nueva, el documento sí que lo es y responde a consultas de numerosas conferencias episcopales. Buena parte de los abusos respecto a las cenizas se producen en la segunda generación de familiares, en los traslados de casa, divorcios, etc.
Se trata de la primera Instrucción en todo el pontificado del Papa Francisco. El nuevo texto enumera las ventajas tanto religiosas como emotivas de la inhumación en cementerios, «que favorece la compasión y el respeto a los cuerpos», así como «el recuerdo y la oración», sin dejar de reconocer que es también una alternativa religiosamente válida la cremación. Lo que no es aceptable es la tendencia comercial en algunos lugares a mercantilizar esos recuerdos convirtiendo las cenizas en anillos, collares u otros objetos. Hace unos meses, una empresa italiana anunciaba en Roma: «Transformamos en diamante las cenizas de tus seres queridos.
Esa vez, tu marido no podrá decirte que no». En tono muy sereno y comprensivo, el cardenal Müller comentó que este tipo de prácticas «son ridículas. No es un pecado mortal, pero está claro que no coincide con los principios del cristianismo porque, a diferencia de los bienes testamentarios, el cuerpo del difunto no es propiedad privada de sus familiares. Somos todos hijos de la Iglesia». El documento recuerda que, si se opta por la cremación, «no está permitido conservar las cenizas en el hogar», excepto en «casos de graves y excepcionales circunstancias».
Aunque no las explicita, puede referirse a lugares donde es difícil encontrar iglesia o cementerios católicos. O también a zonas de guerra donde se producen éxodos forzados, a veces sin esperanza de regreso. Lo que deja, en cambio, muy claro es que las cenizas en ningún caso «pueden ser divididas entre los diferentes núcleos familiares». En definitiva, no se debe repetir con las cenizas lo que,en siglos pasados se hizo –quizá por exceso de devoción– con las reliquias del cuerpo de los santos.
La instrucción, breve y clara, señala como punto esencial que «si por razones legítimas se opta por la cremación del cadáver, las cenizas del difunto, por regla general, deben mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente».
Ahora hay columbarios, pequeños y económicos, en muchísimas iglesias o cementerios. Del mismo modo que ha ido por delante en la cremación, Estados Unidos va también por delante en poner a disposición de los fieles columbarios en los cementerios, donde consta de modo público el nombre de la persona cuyas cenizas se guardan en ese pequeño espacio. La Instrucción recuerda que «después de la celebración de las exequias, la Iglesia acompaña la cremación con especiales indicaciones litúrgicas y pastorales, teniendo un cuidado particular para evitar cualquier tipo de escándalo o indiferencia religiosa».
El cardenal Müller explicitó que el rito religioso puede celebrarse en el cementerio o incluso en el crematorio, siempre que pueda hacerse con dignidad. Por ese motivo, el documento indica de modo rotundo que «para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista, no sea permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorativos, en piezas de joyería o en otros artículos», como se hace ya en algunos ambientes.
Es más, «en el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias». Eso significa que si una persona dispone estas cosas de modo notorio y público para el momento de su muerte, no puede haber misa de funeral con los ornamentos y las lecturas propias. Naturalmente, eso no excluye que se rece por el difunto ni que se ofrezcan por su alma misas normales. Durante la presentación del documento, el cardenal Müller manifestó su confianza en que «la nueva Instrucción contribuya a que los fieles cristianos tomen mayor conciencia de su dignidad de hijos de Dios».
abc.es
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