Nuestro Obispo, Don Carlos, nos ha acogido con afecto, nos ha hablado con pasión y nos ha llenado de optimismo a los sacerdotes riojanos ¡Lo necesitábamos!
Nos ha puesto frente a Cristo, que es quien nos cambia y quiere cambiar el mundo. Nos ha prevenido de sospechas ante lo que hay que innovar, y nos ha invitado a superar el inmovilismo; la secularización que nos invade; el mero funcionalismo que nos inutiliza; el activismo que nos estresa; el clericalismo que nos hace ineficaces; el escepticismo que nos atonta; el aislacionismo que nos debilita; y el olvido de los pobres, que estropea el vino bueno del evangelio que anunciamos.
Y nos ha llamado a la fraternidad, animándonos a ver a los demás sacerdotes como un regalo a agradecer, valorar y cuidar; y a sentirnos nosotros un don para nuestros hermanos y no un látigo o un peso que les abruma.
¡Gracias, Don Carlos, por el buen ánimo y porque sus palabras se ven reforzadas con su solicitud de pastor, su cercanía de amigo y su afecto de padre! ¡Dios se lo pague!
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