Estuve hace tiempo unos días de descanso en un lugar del norte de España de tiempo irregular, y no especialmente bueno. Saber si al día siguiente llovería o no era de gran utilidad para preparar el plan correspondiente. Aunque soy fan de una cierta aplicación de móvil que ofrece una predicción del tiempo muy detallada y fiable, sobre todo para tres días en adelante, he de reconocer que no había mejor parte sobre el tiempo del día siguiente que el de D. Alfredo, un sacerdote ya mayor que llevaba toda la vida en aquel lugar. No falló ningún día. Incluso uno que a simple vista tenía todos los ingredientes de lluvia nos fiamos de su juicio: «no lloverá porque sopla norte, y se llevará las nubes», y así fue.
Interpretar el tiempo meteorológico es un arte que requiere de mucha experiencia y de una observación atenta. Sucede lo mismo en la interpretación del tiempo presente; del tiempo de Jesús y del nuestro, porque en realidad es el mismo. Es preciso observar con atención y confrontar lo observado con la experiencia personal. Por eso Jesús les pone el ejemplo de la meteorología. Si saben observar lo que sucede en el cielo y el aspecto de la tierra para hacer un pronóstico certero en función de su experiencia, ¿por qué no hacen lo mismo con Jesús? ¿Por qué no son capaces de reconocer el tiempo nuevo que abre para los hombres?
Tiene ante sí las obras y palabras de Cristo, y en la Escritura se les ofrece la experiencia necesaria para reconocerlos. En la Sagrada Escritura tienen –y tienes también tú– condensada la experiencia de salvación de Israel, la historia que Dios ha ido realizando con ellos. ¿Qué sucede entonces si no les falta nada para poder concluir acertadamente?
Topamos con el misterio de la libertad humana. Podemos no querer. La libertad del hombre, tu libertad es tan grande que puede negarse a sí misma y destruirse, como les sucede a aquellos contemporáneos de Jesús. Pídele a Dios que no te suceda a ti.
Fulgencio Espá
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