Existe un momento en la vida del dictador en que piensa: No subo ni a recoger la maleta al piso de arriba. Enciende los motores del avión.
Momento literariamente grandioso en la vida de un dictador que se resume en esa maleta que hubiera querido hacer y que no tuvo tiempo de hacer.
Un dictador: todo un país, una sola maleta, falta de tiempo.
Ese minuto sublime en que un dictador después de haber poseído todo un país, tiene que decidir qué mete en una maleta. A ese momento le precede otro en el que el dictador llega a la seguridad de que ni todos los disparos del mundo le mantendrán un día más sentado en su despacho.
Sí, llega el día –no, ¡la hora!- en que en que él mismo se da cuenta de que ya no es cuestión de balas. Esa semana en el que el que ha poseído el poder absoluto se da cuenta de que se le está escapando el poder de la manos, de que no se puede evitar lo inevitable.
Después viene la alegría de un Pueblo que recobra su libertad. Sois libres de nuevo. Vuestros destinos vuelven a estar en vuestras manos. El dictador siempre trae oscuridad. La libertad recuperada tiene algo de primavera.
El Creador del Universo quiere la Libertad. El Diablo, la tiranía, la represión, quiere esclavos, quiere cárceles. Por eso no hay nadie que sufra más que un tirano, porque tiene dentro de sí toda la oscuridad que quiere extender en toda una nación.
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