Del Vatican Insider
Las villas argentinas no son las “favelas” brasileñas. Aunque ambos son asentamientos de pobres en las periferias de las ciudades, sus dinámicas internas son diferentes. Bergoglio conoce bien las villas de Buenos Aires. Las recorrió miles de veces y la vivencia con sus habitantes ha marcado tanto su pontificado como para hacerlo acreedor del título “Papa de los pobres”. Un joven voluntario en una de ellas cuenta por qué.
Se llama Santiago Mazzinghi y el miércoles 29 de enero llegó hasta la Plaza de San Pedro para saludar al Papa. Aunque lo conocía, nunca tuvo un trato frecuente con él. Pero es como si lo conociese de toda la vida gracias a los relatos de “los chicos”, los jóvenes de la villa 31 de la capital argentina. Por ellos Francisco tiene una debilidad y se entiende por qué: son los últimos de los últimos.
En el corazón de la villa 31 se encuentra el Centro Barrial Padre Múgica. Todos lo conocen como el “Hogar del Cristo”. Un proyecto que desafía cotidianamente la droga, la mafia, la miseria y el abandono.
“El hecho que (Francisco) haya sido elegido Papa fue un empuje muy grande para los curas de la villa, para los propios chicos y para los voluntarios. Su mensaje sobre la pobreza, la solidaridad y la sencillez, es lo que respiramos todos los días en la villa. Su asunción como Papa nos animó a seguir con el proyecto, a darle para adelante”, dijo Santiago.
Tan emocionados estaban los chicos de la villa con la elección papal que el día de la misa de inicio de pontificado (19 de marzo de 2013) fueron en peregrinación, caminando, desde su barrio hasta la Plaza de Mayo, en pleno centro de Buenos Aires. Allí siguieron la ceremonia en las enormes pantallas televisivas y escucharon la voz de su amigo cuando se comunicó telefónicamente desde El Vaticano.
Ese fue una de varias actividades que el Hogar del Cristo ofrece a un grupo de jóvenes que disputan diariamente –en un combate desigual- con infiernos familiares, traficantes de drogas y malas compañías. En esa labor colaboran muchos voluntarios, entre ellos Mazzinghi.
“Los chicos tienen un proceso largo en unas granjas donde se recuperan, tienen un retiro espiritual, cuando vuelven a la realidad de la villa es muy difícil para ellos porque quedan de nuevo expuestos a lo que sucede en las calles, a la droga, a sus familias y su entorno. Entonces se les da un trabajo, para que puedan ocupar su tiempo, para que puedan ganar un dinero que les puedan salir adelante, por ello el hogar mismo trata de darles un trabajo”, explicó.
Gracias a la buena voluntad muchos, como él, surgió un emprendimiento social que tiene como objetivo principal dar trabajo a los chicos y ayudarles a recuperar una normalidad, en ocasiones, jamás tenida.
“Los chicos trabajan todas las mañanas ahí, en un taller que funciona dentro de la villa 31, en un salón y fabrican velas todas las mañana asesorados por una chica. Cobran un sueldo según los días trabajados. Arrancaron cuatro chicos y terminaron el año siendo 12. Ese es el objetivo central, que los chicos puedan tener trabajo, no tanto la ganancia económica sino que tengan el tiempo ocupado y se sientan útiles. Eso es muy importante para ellos porque tienen un rechazo muy grande hacia sí mismos”, agregó.
Ese emprendimiento se llama “Luz de esperanza” y naturalmente cuenta con la bendición de Francisco. La elección del Papa ha tenido un enorme impacto sobre él como sobre todo el pueblo argentino.
Como lo constató Santiago Mazzinghi: “Se han acercado muchos a la Iglesia, al hogar mismo se acercó más gente todavía. Es muy fuerte que el Papa sea uno de nosotros, que haya caminado nuestras calles, que haya vivido en nuestros barrios, que tome mate. Nos sorprende y nos acerca más a la Iglesia”.
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