Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Jueves de la 1 a. Semana – Ciclo A

“Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes purificarme”.

Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”.

En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.

Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente:

“No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”.

Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.” (Mc 1,40-45)



La gente, algo veía en Jesús, que les inspiraba confianza.

Había un algo en él que a la gente la atraía.

Incluso aquellos, a quienes la ley excluía y marginaba, no tenían reparo en “acercase a él”.

Hay personas que crean rechazo.

Hay personas que crean distancias.

Hay personas que inspiran miedo, respeto y lejanía.

Hay personas de las que todos nos alejamos.


Me encanta la figura que de Jesús presentan los Evangelios.

Porque es una persona:

A la que se siente próxima.

A la que se siente cercana.

A la que uno puede acercarse sin miedos.

A la que se acercan los malos y se sienten bien a su lado.

A la que se acercan incluso los niños porque se sienten acogidos.


Un leproso, por ley tenía que vivir lejos e incluso gritar “leproso, leproso” para que la gente se alejase. En cambio, se entera de que es Jesús y rompe con la ley, rompe con las normas, rompe con las distancias “y se acerca a Jesús”.


Siempre me ha preocupado pastoralmente:

Que la gente nos vea como a distancia.

Distancia que, por otra parte, nosotros mismos hemos creado, sintiéndonos distintos, como si fuésemos de otra galaxia.

Personalmente siempre me ha disgustado que nos señalen con esos títulos de “Reverendo”, “Ilustrísimo”, “Eminencia”. Incluso, hasta el usted me cae mal.

Porque, por mucho que queramos justificarlo, responden más a títulos humanos que a Evangelio.
Además, si el texto del Evangelio es exacto, hasta el mismo leproso trata de tú a Jesús: “Si quieres, puedes limpiarme”.

Jesús es alguien cercano.

Alguien que no vive del despacho.

Sino alguien a quien le encanta vivir y compartir con la gente.

Por eso, también es de los que “puede tocar”, puede “imponer la mano”, incluso consciente de que estaba prohibido.Siento pena cuando escucho que los hijos tienen miedo a su padre.

Y se cuadran cuando llega a casa como si llegase en Comandante.

En cambio, disfruto cuando los niños salen a la puerta y se le cuelgan del cuello y lo besan.

Pero siento mayor fastidio cuando, a nosotros los sacerdotes, nos tienen miedo y como dicen en mi tierra, “hay que quitarse la gorra cuando pasa el cura”.

Prefiero me saluden con un beso, aunque sea de vieja.

Prefiero me den un abrazo o me extiendan la mano.

Porque, como Jesús prefiero la pastoral de “tocar con la mano”, aunque sepa que a muchos esto pueda escandalizarles.

¿Acaso no escandalizó Jesús “tocando a los leprosos”, que eran intocables?

Clemente Sobrado C. P.





Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: lepra, marginado, oracion, reino de dios, signo, uraciones, voluntad de dios

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