¿A qué nos referimos con la vida íntima del teólogo?
A aquello que es la fuente de su vida y la dirección que marca su vocación teológica.
La fuente de la vida del teólogo es el Logos, que lo ha aprehendido, y el teólogo se ha dejado llevar, contemplando, razonando, amando, dejándose interpelar... Este Logos, la Razón, el Verbo, la Palabra, se ha hecho carne en Jesucristo. El teólogo se pone a la escucha y ejercita la fe que busca entender. Superando un mero racionalismo, descubre el Logos y las posibilidades de la razón puestas en el orden de la fe y al servicio de la fe.
"No es que yo crea que con sus libros los teólogos hayan sido los operarios más serviciales en la Iglesia; no, pero también estoy convencido de que sin ellos ciertas misiones sagradas suyas no se pueden cumplir. Sin el logos del teólogo, la fe puede convertirse en magia o en ideología, sucumbir al poder o desconocer sus orígenes en una historia particular, olvidar que ella se nutre de memoria, experiencia y esperanza, que, por tanto, siendo la vida presente sagrada, ella reclama y abre a la vida eterna, aquella que sólo Dios nos puede otorgar. La teología, hoy como siempre, es un carisma al servicio de Dios y de los hombres en la Iglesia.
Quienes nos dedicamos a ella no la hemos elegido, sino que nos hemos encontrado elegidos para esa misión por una especial invitación de Dios o por obediencia a quienes con la autoridad apostólica nos encargaron su cultivo. Ella es un servicio a la fe, la esperanza y la caridad" (O. González de Cardedal, La teología en España (1959-2009), Madrid 2010, p. 444).
Este ejercicio no comienza de la nada, como si cada teólogo tuviese que ser un original creador que haciendo tabla rasa de todo lo anterior fabricase algo nuevo y novedoso, sin raíces.
El ejercicio de la teología comienza con la Revelación, con la Escritura y con la Tradición. El teólogo las recibe, se inserta en ellas y se deja moldear por ellas para dar pasos inteligibles, razonables (en el seno de la Iglesia, claro, aunque no es el punto fundamental hoy en esta catequesis).
"Nadie surge en soledad de entorno: tampoco la teología. Donde no hay creación literaria, filosófica, social y artística no se pueden esperar tampoco creaciones teológicas de largo alcance.
En estos entretiempos hay que recurrir a la mejor tradición teológica, conocer las fuentes, actualizar las grandes figuras creadoras, editar de forma accesible y rigurosa las obras maestras del pensamiento teológico, para que no se interrumpa el flujo nutricio y no se agoten las venas del agua fecunda, y desde ahí en el silencio madurador puedan surgir inicios creadores y nuevos genios.
Hay que conocer biográfica y sistemáticamente los grandes teólogos y espirituales, exegetas e historiadores de la Iglesia, místicos y misioneros. Quien es bajo o enano tiene que subirse sobre los hombros de los gigantes si quiere ver en la distancia y algo más allá de su pobreza o destemplanza porque, si sólo contempla éstas, tendrá razón para el pesimismo y el desaliento" (O. González de Cardedal, La teología en España (1959-2009), Madrid 2010, p. 486).
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