Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Viernes de la 3 a. Semana – Ciclo A

“Dijo Jesús a la gente: “El Reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en su tierra. El duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, si que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma: primero tallos, luego espiga, después el grano”. (Mc 4,26-34)



Yo disfruto en el jardín.

Disfruto contemplando las flores, sobre todo las rosas que me encantan.

Pero disfruto:

Viendo cómo no puedo ver cómo brotan las flores.

Viendo cómo no puedo ver cómo brotan los tallos.

Más bien diría que cada día voy a ver si alguna rosa se ha abierto.

Si algún tallo ha crecido.


Hay otro fenómeno que siempre me ha llamado la atención:

Si estoy todos los días con el niño no lo veo crecer.

Pero si lo veo al tiempo, me doy cuenta cuánto ha crecido.

Es el misterio de la vida que crece.

Pero nadie la ve crecer.

La vida crece tan despacito que no se percibe.

La vida crece tan despacio que solo nos damos cuenta cuando ya ha crecido.

No percibimos como crecemos.

Nos damos cuenta de que hemos crecido.

Hay un misterio en la vida que la hace crecer sin que nadie sea testigo.

Todos somos testigos de que hemos crecido, pero no de cómo vamos creciendo.


Bella imagen que Jesús nos propone para nuestra vida espiritual:

Dios siembra en nosotros la gracia.

Pero no la vemos crecer hasta que nos damos cuenta de que hemos crecido.

Dios siembra en nosotros la fe.

Pero no la vemos crecer hasta que sentimos que se ha fortalecido.

Dios siembra en nosotros la caridad.

Pero no la vemos crecer, hasta que un día sentimos que amamos más.

Dios siembra en nosotros la esperanza.

Pero no la vemos crecer, hasta el día en que sentimos que nuestra esperanza ha madurado.

Dios siembra en nosotros el Evangelio, pero no nos damos cuenta de cómo se va arraigando, hasta el día en que nos damos cuenta de que se va haciendo vida en nuestras vidas.


Lo cual nos está diciendo:

Que Dios actúa en nosotros aun si nosotros no nos damos cuenta.

Podemos estar dormidos, y Dios sigue actuando en nosotros.

Podemos estar despistados, y Dios sigue actuando en nosotros.

Podemos estar metidos en nuestras cosas, y Dios sigue actuando en nosotros.

Es maravillosa la presencia de Dios en nuestro corazón.

Actúa en nosotros en silencio.

Actúa en nosotros sin hacer ruido.

Actúa en nosotros sin que nos demos cuenta.


Por eso nuestras vidas:

Son un misterio de Dios presente en nosotros.

Son un misterio de Dios que se hace presente incluso si no lo percibimos.

Son un misterio de Dios que crece en nosotros sin que nos enteremos.

Solo cuando hemos crecido interiormente, tomamos conciencia de que algo ha sucedido en nosotros.


Alguien me decía un día. Yo vivía a mi aire. Dios no me interesaba, aunque sentía que creía en él. Y creía vivir tranquilo sin él. Hasta que un día sentí, no sé que impulso interior que me hizo entrar en la Iglesia y sentí necesidad de confesarme.

Dios es así, porque Dios es vida.

Dios es así, porque Dios se hace semilla en nosotros.

Por eso, nunca podemos decir, “yo nunca cambiaré”.

Dios sigue creciendo en ti y tú te convertirás en tallo y en grano de Evangelio.

Nosotros somos al tierra y Dios es el sembrado y es semilla creciendo en nosotros.

No somos nosotros los que crecemos en nosotros sino Dios que crece en nosotros.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: evangelio, fruto, parabola, reino de dios, sembrador, semilla

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