Leyendo el libro "Bernardette no nos engaño" de Victtorio Messori, que acabo de concluir, he recordado y admirado algo fácil de olvidar: que eligiendo lo insignificante Dios se muestra como lo que es: grande, bueno y poderoso, que a través de una criatura pequeña y débil cambia corazones y mejora el mundo.
Lo que no logramos los humanos con presunción lo logra Dios con humildad. Pero, ¡la valoramos tan poco! Sobre todo esa humildad del silencio, del no ser conocidos ni reconocidos, de no triunfar a la primera, de tener que sembrar sin beneficiarse de la cosecha, de la renuncia callada, del ocultamiento...
Para que su Madre curara nuestro mundo herido Dios escogió a la insignificante Bernardette. Y ella, al no creerselo, dio cauce a la sanación de heridas de alma y cuerpo, de tristezas, de dolores...
Todo era pequeño y poco en aquella joven que no sabía leer, que tenía dificultades para memorizar el catecismo, que estaba enferma, que no tenía atractivo, que era hija de pobres, que nunca vio mundo, que hoy, desde luego, no saldría en TV. Pero su insignificancia nos mostró a la Virgen y con la Virgen la esperanza y la alegría y las conversiones y las curaciones... en la gruta de Massavielle.
Gracias, Bernardette, por tu insignificancia humana tan llena de eficacia y significación divina ¡Gracias, porque he disfrutado y aprendido un montón!
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