“Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: “Tiene dentro a Belcebú y expulsa los demonios con el poder del jefe de los demonios”. (Mc 3,22-30)
¡Qué difícil es reconocer la bondad de los demás!
Dicen que “no hay peor sordo que el que no quiere oír”
Ni hay peor “ciego que el que no quiere ver”.
¡Cuántas resistencias ponemos cuando no queremos aceptar la verdad!
¡Cuántas excusas ponemos cuando no queremos aceptar a Dios en nuestras vidas!
Siempre hay “razones”para el no.
¿Es tan difícil aceptar a Dios?
¿No será que no queremos aceptarlo?
Hoy se habla mucho del ateísmo práctico.
No es el ateísmo teórico, el ateismo intelectual que alguna vez estuvo de moda.
Es el ateísmo de la indiferencia.
Es el ateísmo de la falta de de sinceridad.
Es el ateísmo de la falta de interés.
Porque, no nos conviene, no nos interesa.
Es que aceptar a Dios implica:
Un cambio de vida.
Un cambio de actitud.
Un cambio de comportamiento.
Un cambio de responsabilidad.
Creer en Dios implica un cambio de vida.
Y eso nos cuesta aceptarlo.
Creer en Dios implica que tenemos que asumir otras responsabilidades.
Y eso nos cuesta aceptarlo.
Creer en Dios implica que tengo que complicarme con mi hermano.
Y eso nos cuesta aceptarlo.
Creer en Dios implica que tengo que amar a mi hermano.
Y eso nos cuesta aceptarlo.
Y entonces, la mejor solución es negar a Dios, prescindir de Dios.
Personalmente me cuesta creer en todo esos que se dicen ateos o agnósticos.
Puede que algunos lo sean porque nunca nadie les puso a Dios en su camino.
Puede que algunos lo sean porque nadie les ha hablado de El.
Pero la mayoría de esos agnósticos:
Están bautizados.
Se llaman cristianos.
Son agnósticos prácticos.
No los conviene que Dios exista.
No les conviene a Dios en sus vidas..
Es la historia de los escribas.
No quieren cambiar de modo de pensar.
No quieren cambiar de modo de vivir.
No quieren complicar sus vidas.
Y entonces el mejor camino es negar que Jesús es Dios.
No pueden negar lo que ven.
Pero lo pueden interpretar a su manera.
No pueden negar que Jesús hace milagros.
Entonces lo mejor es descalificarle y decir que:
En vez de “actuar en nombre de Dios”,
“Actúa en nombre del demonio”
En el fondo hay poca sinceridad en nuestro corazón.
En realidad somos poco sinceros.
Cuando algo no nos interesa buscamos mil y un motivos para evitarlo.
Cuando algo no nos conviene buscamos razones para desacreditarle.
Fue lo que lo sucedió a Jesús en su pueblo.
Primero le admiran por su doctrina.
Pero luego le sacan en cara que no tiene nada de divino porque conocen su familia.
Ahora le sacan que actúa en nombre del demonio y no de Dios.
Tendremos que examinar nuestro corazón y ver que motivos tenemos dentro.
Clemente Sobrado C. P.
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