Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Viernes de la 2 a. Semana – Ciclo A

La Conversión de San Pablo


“Se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará”. (Mc 16,15-18)


El Evangelio de hoy nos habla de la despedida de Jesús en la cual envía a sus discípulos a anunciar y proclamar el Evangelio por todo el mundo y a toda criatura.

Y esto aplica la Liturgia de hoy precisamente al celebración de la Conversión de San Pablo.

Pablo es precisamente:

El hombre del anuncio y la predicación.

El hombre abierto a todo el mundo.

El hombre para quien el Evangelio no tiene fronteras.


El hombre que primero:

Experimentó la llamada del Evangelio

Es él mismo, el que es transformado por el Evangelio.

Es el que comienza a abrir el Evangelio al mundo sacándolo de la cultura judía.


Pablo no conoció personalmente a Jesús.

Pero conoció a sus discípulos.

Pablo se resistió al Evangelio anunciado por sus discípulos.

Pablo no solo se resiste al Evangelio, sino que persigue a los que lo aceptan y viven.

Y es en esa experiencia de negación y lucha contra los que creen en el Evangelio que él cae en las redes del Evangelio.

El mismo comienza por vivir a fondo el Evangelio que un tiempo negó.

Pero para ello tiene que caer de su caballo.

Todos tenemos nuestro caballo sobre el que cabalgamos persiguiendo y negando el Evangelio.

Porque, que nadie me diga que, en algún momento lo hemos negado y perseguido.

Porque, nadie me negará que, aún creyéndonos cristianos, hemos vivido de espaldas al Evangelio.


Primero necesitó el encuentro con el autor del Evangelio.

Necesitó encontrarse con Jesús resucitado.

Y encontrándose con el resucitado se encontró con sus discípulos y su Iglesia.

Y esa experiencia lo cegó:

Fue preciso caerse del caballo.

Fue precisos quedarse ciego.

Porque cuando la luz del resucitado abre nuestros ojos, se pagan todas las demás luces.

Porque cuando la luz del Evangelio ciega nuestros ojos, todo se ve de otra manera.

Porque cuando la luz del Evangelio nos ciega, dejamos de ver lo que veíamos y cómo lo veíamos.

Porque cuando la luz del Evangelio se convierte en la luz de nuestros ojos, el resto de luces ya no alumbran nuestras vidas.


La conversión de Pablo es:

El símbolo de la conversión de cada uno.

Todos necesitamos caer del caballo de nuestros prejuicios.

Todos necesitamos sentir la luz pascual de Jesús que nos ciegue para que alumbre nuestros ojos la nueva luz del resucitado.


Y cuando uno ha sido tocado por el Resucitado, todos los caminos se abren.

Cuando hemos sido tocados por el Resucitado, nuestra vida ya no es nuestra.

Incluso aunque fuésemos contrarios al Evangelio.

La luz del resucitado hace ver a los ciegos.

La luz del resucitado nos capacita para entregar nuestras vidas al servicio del Evangelio.

Desde entonces, Pablo no vive para sí mismo.

Pablo vive para el Evangelio.

Pablo vive para proclamar el Evangelio en todas partes.

No importa las resistencias ni dificultades.

Pablo vivirá del Evangelio y para el Evangelio.

Pablo es el cristiano que entendió el mensaje de Jesús.


Que nadie diga que él no puede.

Que nadie diga que eso no es para él.

Cuando la gracia del resucitado nos derriba de nuestras vidas, comenzamos a vivir lo que hasta entonces nos parecía imposible.

Tú y yo necesitamos que Jesús nos ciegue y nos regale unos ojos nuevos.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: apostol, cambio, conversion, pablo saulo

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