Los rodeos hacen más largo el camino

Domingo 15 Tiempo Ordinario – C


A todos nos cuesta de cara a la realidad.

Todos preferimos voltear la cara y no darnos por enterados.

Todos preferimos callar como que no nos y hemos enterado.

Todos preferimos el silencio para no sacar más ruido.

Cerrar los ojos no soluciona los problemas.

Tapar los oídos no soluciona los problemas.

Una de las cosas que más me llama la atención en las autopistas es que evitan los rodeos.

Cuando encuentran una montaña, abren un túnel.

Cuando tienen que dar un gran rodeo, levantan un puente.

Esto lo he experimentado en mi tierra.

Hace años para entrar en mi región era necesario subir a grandes alturas dando mil vueltas para llegar a la cima.

Ahora, cuando voy de vacaciones, casi no noto que estoy en mi tierra: puentes y más puentes, y las distancias se acortan y el tiempo también.


Los rodeos nos alejan de la realidad.

Pregúntenselo al sacerdote que bajaba de Jerusalén.

Los rodeos nos alejan de la realidad.

Pregúntenselo al levita que pasaba por allí.

Posiblemente los dos llevaban prisa por llegar a casa.

Pero el tiempo que no invirtieron en ayudar al herido del camino, lo perdieron dando un rodeo para no encontrarse con él.



Pero lo que más me duele en esta parábola de Jesús:

Es lo mal que quedamos los sacerdotes.

Es lo mal que quedamos los sabios de la ley.

Mucho templo, pero poca sensibilidad ante el hombre que sufre.

Mucho culto, pero ninguna sensibilidad ante el hombre herido del camino.

Mucha ley, pero indiferencia ante el hombre que se desangra en la cuneta del camino.

Templo pero sin sensibilidad para con el dolor humano.

Mucha ley pero sin compasión con el que sufre.


Me duele que, con frecuencia, seamos los buenos:

Los que nos comemos a Dios con nuestras oraciones.

Pero nos olvidamos del hermano que sufre.

Los que nos creemos buenos porque nos pasamos la vida en el templo.

Pero no tenemos tiempo para los que están heridos en el camino.

Los que nos creemos buenos porque hemos entregado nuestra vida a Dios.

Pero se la hemos negado a nuestros hermanos que sufren.


Sin embargo, debo reconocer que, me encanta:

Ver cómo aquellos que, tal vez no van a Misa, sin embargo entregan sus vidas a los que sufren.

Ver cómo aquellos que, no son de los nuestros, sin embargo, tienen la sensibilidad del corazón de Dios.

Claro que quisiera que todos formaran parte de la Iglesia.

Pero debo reconocer que también fuera de la Iglesia hay mucho de bondad.


Los rodeos no solucionan nada.

Hay parejas que saben que están en problemas.

Pero prefieren disimularlos dando un rodeo para no complicar más las cosas.

Hay padres que saben que sus hijos andan por malos caminos.

Pero prefieren el rodeo de no querer enterarse.

Nosotros mismos sabemos que andamos mal.

Pero preferimos darnos un rodeo diciendo que hoy todos hacen lo mismo.


La misma Iglesia: ¿no tendrá demasiados rodeos?

Sabemos que la gente se nos va.

Preferimos el rodeo de pensar que la mentalidad de hoy los ha ganado.

Sabemos que la gente joven se aleja de la práctica religiosa.

Preferimos el rodeo de pensar que a los jóvenes de hoy no les interesa lo religioso.

Sabemos que cada día son más las parejas que se separan.

Preferimos el rodeo de que hoy la gente no entiende de lo definitivo.


¿No necesitaremos más sacerdotes samaritanos, aunque lleguen tarde para celebrar la Misa?

¿No necesitaremos más esposos que, sepan afrontar sus problemas cuando comienzan y no esperar que todo termine en fracaso?

¿No necesitaremos más padres de familia que, tengan el coraje de afrontar el problema de sus hijos antes de que sea tarde?

¿No necesitaremos una Iglesia más samaritana que se olvide del culto y se haga más cercana a los problemas de sus fieles?


¡Gracias, Señor, porque también los malos pueden ser más sensibles al sufrimiento de los demás!

¡Gracias, Señor, porque también los ateos, que dicen que no creen en ti, sin embargo, tienen una fe escondida que los hace sensibles al dolor humano!

Un sacerdote: dio un rodeo y pasó de largo.

Un levita: dio un rodeo y pasó de largo.

Un samaritano ateo: se detuvo, bajo de su caballo y vendó las heridas del heridos por los bandidos.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo C, Tiempo ordinario Tagged: amor, ayuda, buen, generosidad, parabola, projimo, samaritano, solidaridad

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