“Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo”. (Mt 10,24-33)
Una de las grandes insistencias de Jesús en el Evangelio, es sin duda: “no tengáis miedo”.
No tengáis miedo a Dios, porque es vuestro Padre.
No tengáis miedo a los hombres, que solo pueden matar el cuerpo, pero no el alma.
No tengáis miedo en proclamar el Evangelio, aunque les caiga mal a muchos.
No tengáis miedo a ser lo que sois.
No tengáis miedo a dar la cara por mí, porque yo también la daré por vosotros.
El miedo es paralizante.
El miedo nos impide ser nosotros mismos.
El miedo nos acobarda ante los que no piensan como nosotros.
El miedo no impide afirmar nuestra identidad de seguidores de Jesús.
El miedo nos mimetiza como esos animales que ante el peligro cambian de color para no ser vistos y reconocidos.
El miedo nos impide confesar a Jesús delante de los hombres.
Jesús sabe por experiencia:
Que ser profeta de Dios que anuncia el Evangelio a los pobres y oprimidos significó para El un gran riesgo, incluso el de la muerte.
Que confesarse en su identidad como “Hijo de Dios” significaba el riesgo de una condena: “Ha blasfemado, reo es de muerte”.
Que ser fiel a su causa hasta el final, es escuchar “y se lo entregó para que lo crucificaran”.
Y Jesús es consciente de que esa es también la suerte de cuantos quieran seguirle.
Que ser cristiano no es nada fácil.
Que ser cristiano no es para recibir aplausos.
Que ser cristiano no es para recibir alabanzas.
Que ser cristiano implica rechazos.
Que ser cristiano implica críticas.
Que ser cristiano implica marginaciones.
Que ser cristiano implica “perder la vida por El”.
Que ser cristiano implica para muchos, persecución.
Que ser cristiano implica para muchos, cárcel y condenas.
De ahí la necesidad de “no tener miedo”.
Humanamente el miedo es natural.
Humanamente el miedo es una especie de defensa.
Pero como cristianos no podemos tener miedo.
Y no podemos tener miedo:
Porque el Padre cuida de nosotros.
Si se preocupa de los gorriones, mucho más nos cuidará de nosotros.
“No hay comparación entre vosotros y los gorriones”.
Porque, además, El mismo será nuestro testigo si damos cara por El.
Porque, El mismo dará cara ante el Padre, a favor de quienes han dado cara por El.
Nuestra valentía, no depende de nuestras fuerzas humanas.
Nuestra valentía, no depende de no tener miedo a la muerte ni al dolor.
Nuestra valentía depende de nuestra confianza en el Padre.
Nuestra valentía depende de nuestro abandono en manos del Padre.
Nuestra valentía depende del don de fortaleza que nos viene del Espíritu Santo.
Nuestra valentía depende de que él mismo nos hace partícipes de su propia fortaleza.
Nuestra valentía depende de que él mismo estará de nuestra parte.
Nuestra valentía depende de nuestra comunión con el Padre y el Hijo en la oración mediante el Espíritu Santo.
Señor: da coraje a nuestro corazón.
Señor: quita el miedo de nuestros corazones.
Señor: que no tengamos miedo en confesar lo que somos.
Señor: que no tengamos miedo en anunciar tu Evangelio.
Señor: que no tengamos miedo “ponernos de tu parte”.
Me olvidaba: “Gracias, Señor, porque valgo más que los gorriones”
Clemente Sobrado C.P.
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