Miércoles 18 de Julio de 2018
De la Feria.
Verde.
Verde.
Martirologio Romano: En Metz, ciudad de Austrasia, en lo que hoy es Francia, san Arnulfo, obispo, consejero de Dagoberto, rey de Austrasia, cargo al que renunció para abrazar la vida eremítica en los Vosgos. (†640).
Antífona de entrada cf. Sal 16, 15
Por tu justicia, yo contemplaré tu rostro, y al despertar me saciaré de tu presencia.
Oración colecta
Señor Dios, que iluminas a los extraviados con la luz de tu verdad, para que puedan volver al buen camino; danos, a quienes hacemos profesión de cristianos, la gracia de rechazar todo lo que se opone a este nombre y comprometernos con todas sus exigencias. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Señor y Dios nuestro, mira con bondad los dones de tu Iglesia en oración y concede que, al recibirlos, se acreciente la santidad de los creyentes. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 83, 4-5
Hasta el gorrión encontró una casa, y la golondrina tiene un nido donde poner sus pichones: junto a tus altares, Señor del universo, mi Rey y mi Dios. Felices los que habitan en tu casa y te alaban sin cesar.
O bien: cf. Jn 6, 56
Dice el Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”.
Oración después de la comunión
Alimentados con esta eucaristía, te pedimos, Padre, que por la celebración frecuente de este misterio crezca en nosotros el fruto de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Is 10, 5-7. 13-16
Lectura del libro de Isaías.
Así habla el Señor: “¡Ay de Asiria! Él es el bastón de mi ira y la vara de mi furor está en su mano. Yo lo envío contra una nación impía, lo mando contra un pueblo que provocó mi furor, para saquear los despojos y arrebatar el botín, y pisotearlo como al barro de las calles. Pero él no lo entiende así, no es eso lo que se propone: él no piensa más que en destruir y en barrer una nación tras otra”. Porque el rey de Asiria ha dicho: “Yo he obrado con la fuerza de mi mano, y con mi sabiduría, porque soy inteligente. He desplazado las fronteras de los pueblos y he saqueado sus reservas: como un héroe, he derribado a los que se sientan en tronos. Mi mano tomó como un nido las riquezas de los pueblos; como se juntan huevos abandonados, así he depredado toda la tierra, y no hubo nadie que batiera las alas o abriera el pico para piar”. ¿Se gloría el hacha contra el leñador? ¿Se envanece la sierra contra el que la maneja? ¡Como si el bastón manejara al que lo empuña y el palo levantara al que no es un leño! Por eso el Señor de los ejércitos hará que la enfermedad consuma su vigor y dentro de su carne hará arder una fiebre, como el ardor del fuego.
Palabra de Dios.
Comentario
Con diferentes metáforas y símbolos, el profeta expresa la grandeza y el poder de Dios sobre todas las naciones. Dios es poderoso, y todo el mundo depende de él.
Sal 93, 5-10. 14-15
R. El Señor no abandona a su pueblo.
Los malvados pisotean a tu pueblo, Señor, y oprimen a tu herencia; matan a la viuda y al extranjero, asesinan a los huérfanos. R.
Y exclaman: “El Señor no lo ve, no se da cuenta el Dios de Jacob”. ¡Entiendan, los más necios del pueblo!, y ustedes, insensatos, ¿cuándo recapacitarán? R.
El que hizo el oído, ¿no va a escuchar? El que formó los ojos, ¿será incapaz de ver? ¿Dejará de castigar el que educa a las naciones y da a los hombres el conocimiento? R.
Porque el Señor no abandona a su pueblo ni deja desamparada a su herencia: la justicia volverá a los tribunales y los rectos de corazón la seguirán. R.
Aleluya cf. Mt 11, 25
Aleluya. Bendito eres, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños. Aleluya.
Evangelio Mt 11, 25-27
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo: “Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Palabra del Señor.
Comentario
“Al decir ‘a los sabios’, no se refiere a la verdadera sabiduría, sino a aquella que pretendían tener los escribas y los fariseos. Y por eso no dijo: ‘Revelaste estas cosas a los necios’, sino a los pequeñuelos, esto es, a los sencillos o rústicos. En esto nos enseña el cuidado que debemos tener de huir del orgullo y de amar la humildad” (san Juan Crisóstomo, Homiliae in Matthaeum, 38,1).
Oración introductoria
Gracias, Padre, por el don de mi fe que me lleva a buscarte humildemente en la oración. Busco la fuerza de voluntad para vivir auténticamente mi fe, porque te amo con todo mi corazón y con toda mi mente. Confío plenamente en que me mostrarás el camino para conocer la voluntad de Dios.
Petición
Señor, dame un corazón abierto a las inspiraciones de tu Santo Espíritu.
Meditación
Hoy, el Evangelio nos ofrece la oportunidad de penetrar, por así decir, en la estructura de la misma divina sabiduría. ¿A quien entre nosotros no le apetece conocer desvelados los misterios de esta vida? Pero hay enigmas que ni el mejor equipo de investigadores del mundo nunca llegará siquiera a detectar. Sin embargo, hay Uno ante el cual «nada hay oculto (...); nada ha sucedido en secreto» (Mc 4,22). Éste es el que se da a sí mismo el nombre de “Hijo del hombre”, pues afirma de sí mismo: «Todo me ha sido entregado por mi Padre» (Mt 11,27). Su naturaleza humana —por medio de la unión hipostática— ha sido asumida por la Persona del Verbo de Dios: es, en una palabra, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, delante la cual no hay tinieblas y por la cual la noche es más luminosa que el pleno día. Para Dios no hay secretos ni misterios. Hay misterios para nosotros, pero no para Dios, ante el cual el pasado, el presente y el futuro están abiertos y escudriñados hasta la última coma.
Dice, complacido, hoy el Señor: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños» (Mt 11,25). Sí, porque nadie puede pretender conocer esos o parecidos secretos escondidos ni sacándolos de la obscuridad con el estudio más intenso, ni como debido por parte de la sabiduría. De los secretos profundos de la vida sabrá siempre más la ancianita sin experiencia escolar que el pretencioso científico que ha gastado años en prestigiosas universidades. Hay ciencia que se gana con fe, simplicidad y pobreza interiores. Ha dicho muy bien Clemente Alejandrino: «La noche es propicia para los misterios; es entonces cuando el alma —atenta y humilde— se vuelve hacia sí misma reflexionando sobre su condición; es entonces cuando encuentra a Dios».
Es necesario ponerse las gafas de la fe para contemplar todas las maravillas y tesoros que Dios hizo para nosotros. En efecto, viniendo al mundo y viviendo entre nosotros, Jesús siempre ha preferido la sencillez y la claridad, a la oscuridad y maldad.
Sin embargo, podemos decir que Dios es oscuro e incomprensible, hasta inexistente para los soberbios que tienen el corazón cerrado en sí mismos que piensan no tener necesidad de nadie, tampoco de Dios sino sólo de sí mismos. Es el mismo hombre quien se crea complicaciones mentales para hacer inaccesible el conocimiento y aceptación de la voluntad de Dios. Así, ¿cómo puede dar el salto a la fe si su corazón está recargado por el inútil equipaje de sus hipocresías y de sus muchas inquietudes? Aquella" sabiduría" es pesada a los que se consideran "sabios" del mundo pero es vital para el fiel cristiano, que se tira con los ojos cerrados en las manos de Dios. Aprendamos, por ello, a practicar la humildad del corazón y de la mente.
Liberémonos de los pesados fardos que nos oprimen y respiremos a pleno pulmón el aire fragante del conocimiento personal del amor de Dios.
Propósito
Imitar el modelo de evangelización de María: una fe recia, una esperanza viva y una caridad ardiente.
Diálogo con Cristo
Gracias, Espíritu Santo, por tus dones de entendimiento, sabiduría y ciencia. Permite que, siguiendo el ejemplo de Maria, los use para el bien, no para encerrarme en mi orgullo, autosuficiencia o soberbia, queriendo depender de mí mismo en vez de abandonarme en la misericordia de tu amor, con la confianza con que un niño se sosiega en los brazos de sus padres.
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