Mark Lilla siempre se ha definido como liberal-progresista y se ha mostrado cercano a las tesis del partido demócrata, pero no es un radical y ha estado constantemente expuesto al debate de ideas.
Ya sea mediante sus artículos en prensa –colabora habitualmente en el New York Times y en The New York Review of Books–, o a través de sus libros, a lo largo de los últimos años se ha ido consolidando como un referente intelectual tanto en el escenario político americano como en el europeo.
Por otro lado, este insigne profesor de la Universidad de Columbia ha sabido combinar con maestría el periodismo culto, con textos de cierta altura intelectual, alejados del oportunismo y de la vehemencia, y con un tipo de ensayo, ni demasiado académico, ni demasiado divulgativo, que ha cautivado al ciudadano de la costa Este, posmoderno y de izquierdas.
O, por lo menos, lo había cautivado hasta el momento, porque a raíz de su última obra, El regreso liberal, en la que critica con dureza el programa identitario de los demócratas, se ha convertido, según The Guardian, en el pensadores liberal con más enemigos dentro de la propia izquierda.
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