Lunes 30 de Julio de 2018
De la feria. Verde.
San Pedro Crisólogo, ob. y Doctor. Blanco. (ML)
Pedro nació en Rávena (Italia), alrededor del año 380. Por su capacidad y oratoria, recibió el apelativo de “crisólogo”, es decir, “palabra de oro”, por la fuerza con que predicaba ante las doctrinas heréticas de ese tiempo. Una de estas era el monofisismo, que consideraba que en Cristo solo existía la naturaleza divina, y que negaba su verdadera condición humana. Murió en Imola (Italia), el 31 de julio del año 451.
Antífona de entrada Sal 67, 6-7. 36
Dios habita en su santa morada. Él congrega en su casa a los dispersos. Él dará poder y fortaleza a su pueblo.
Oración colecta
Dios nuestro, protector de los que esperan en ti, fuera de quien nada tiene valor ni santidad; acrecienta sobre nosotros tu misericordia, para que, bajo tu guía providente, usemos los bienes pasajeros de tal modo que ya desde ahora podamos adherirnos a los eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
O bien: de san Pedro Crisólogo
Dios nuestro, que hiciste del obispo san Pedro Crisólogo un insigne predicador de tu Verbo encarnado; concédenos, por su intercesión, la gracia de meditar siempre en nuestros corazones los misterios de tu salvación y manifestarlos fielmente en nuestras obras. Por nuestro Señor Jesucristo...
Oración sobre las ofrendas
Acepta, Padre, estos dones recibidos de tu generosidad, y, por la acción poderosa de tu gracia, haz que estos sagrados misterios santifiquen nuestra vida presente y nos conduzcan a los gozos eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 102, 2
Bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios.
O bien: Mt 5, 7-8
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Oración después de la comunión
Te pedimos, Padre, que alimentados con este sacramento divino, memorial perpetuo de la Pasión de tu Hijo, este don de su amor inefable nos conduzca a la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Jer 13, 1-11
Lectura del libro de Jeremías.
Así me habló el Señor: “Ve a comprarte una faja de lino; te la ajustarás a la cintura, pero no la meterás en el agua”. Yo compré la faja, conforme a la palabra del Señor, y me la ajusté a la cintura. La palabra del Señor me llegó por segunda vez, en estos términos: “Toma la faja que habías comprado y que llevas puesta a la cintura. Ve en seguida a Perat y escóndela allí en la hendidura de una roca”. Yo fui a esconderla en Perat, como el Señor me lo había ordenado. Al cabo de muchos días, el Señor me dijo: “Ve en seguida a Perat y recoge la faja que yo te mandé esconder allí”. Yo fui a Perat, cavé y recogí la faja del lugar donde la había escondido: la faja estaba estropeada, no servía para nada. Entonces la palabra del Señor me llegó en estos términos: “Así habla el Señor: De esa misma manera destruiré el orgullo de Judá y el gran orgullo de Jerusalén. Este pueblo malvado, que se niega a escuchar mis palabras, que sigue los impulsos de su corazón obstinado, que va detrás de otros dioses para servirlos y postrarse delante de ellos, será como esta faja que ya no sirve para nada. Porque así como la faja se adhiere a la cintura del hombre, así yo me había adherido a toda la casa de Israel y a toda la casa de Judá –oráculo del Señor– para que ellos fueran mi pueblo, mi renombre, mi honor y mi gloria. ¡Pero no han escuchado!”.
Palabra de Dios.
Comentario
Hermosas palabras, cargadas de simbología y metáforas, que nos invitan a cuidar lo que Dios nos dice y manda. Dios nos ha regalado la vida, su palabra y sus promesas. No podemos menospreciarlas ni arruinarlas.
Salmo Deut 32, 18-21
R. ¡Despreciaste al Dios que te engendró!
Despreciaste a la Roca que te engendró. Olvidaste al Dios que te hizo nacer. Al ver esto, el Señor se indignó y desechó a sus hijos y a sus hijas. R.
Entonces dijo: Les ocultaré mi rostro, para ver en qué terminan. Porque son una generación perversa, hijos faltos de lealtad. R.
Provocaron mis celos con algo que no es Dios, me irritaron con sus ídolos vanos; yo provocaré sus celos con algo que no es un pueblo, los irritaré con una nación insensata. R.
Aleluya Sant 1, 18
Aleluya. El Padre ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. Aleluya.
Evangelio Mt 13, 31-35
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús propuso a la gente esta parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas”. Después les dijo esta otra parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa”. Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin ellas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: “Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo”.
Palabra del Señor.
Comentario
Así como el grano es pequeño, también son pequeñas las cosas que comenzamos. Lo que hace grande a esos proyectos es nuestra fe y la confianza en que el Señor los hará crecer.
Oración introductoria
Ven, Espíritu Santo, ilumina mi meditación para que, como la semilla de mostaza, crezca y sea el fermento para que mis actividades de este día produzcan los frutos de amor que Tú tienes dispuesto.
Petición
Padre Santo, haz que tenga el anhelo de llevar a todos los hombres, mis hermanos, la Buena Nueva de tu Evangelio.
Meditación
Hoy, el Evangelio nos presenta a Jesús predicando a sus discípulos. Y lo hace, tal como en Él es habitual, en parábolas, es decir, empleando imágenes sencillas y corrientes para explicar los grandes misterios escondidos del Reino. Así podía entender todo el mundo, desde la gente más formada hasta la que tenía menos luces.
«El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza...» (Mt 13,31). Los granitos de mostaza casi no se ven, son muy pequeños, pero si tenemos de ellos buen cuidado y se riegan... acaban formando un gran árbol. «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina...» (Mt 13,33). La levadura no se ve, pero si no estuviera ahí, la pasta no subiría. Así también es la vida cristiana, la vida de la gracia: no se ve exteriormente, no hace ruido, pero... si uno deja que se introduzca en su corazón, la gracia divina va haciendo fructificar la semilla y convierte a las personas de pecadoras en santas.
Esta gracia divina se nos da por la fe, por la oración, por los sacramentos, por la caridad. Pero esta vida de la gracia es sobre todo un don que hay que esperar y desear con humildad. Un don que los sabios y entendidos de este mundo no saben apreciar, pero que Dios Nuestro Señor quiere hacer llegar a los humildes y sencillos.
Cuando vemos que la sociedad vive cada vez más descristianizada, nos lamentamos y vemos lo poco que podemos hacer. Ese sentimiento de impotencia es natural. Sin embargo, los mecanismos del Reino de los Cielos funcionan de manera diferente. ¿Por qué? Porque el verdadero actor es Dios, y como Él es Todopoderoso puede hacer que cambie hasta lo más difícil.
Al contemplar la vida de los santos, como la de S. Francisco de Asís, vemos cómo se realiza una gran obra a través de ese "pequeño instrumento". Esto es lo que Jesús quiere decirnos: "no te preocupes si sólo eres una semilla diminuta. Siémbrate en mi Corazón y verás hasta dónde puedes".
Así lo hicieron un grupo de gente sencilla que siguió a Jesús: sus apóstoles. ¿Quién les iba a decir que después de dos mil años la Iglesia estaría presente en tantos lugares y atendería las necesidades materiales y espirituales de millones de personas? Esto se debe a que la fuerza de la Iglesia no está en lo que pueda hacer cada uno por su cuenta, sino en el poder de Dios con las personas que se entregan a fondo.
El secreto consiste en cambiar el propio corazón por el de Jesús, pareciéndonos a Él en todo lo posible. Así se transforma también nuestra familia y las personas de nuestro entorno. Y entre todos, impulsados por Cristo, podemos traer a este mundo la civilización del amor.
Ojalá que cuando nos busque a nosotros, nos encuentre no en el grupo de los orgullosos, sino en el de los humildes, que se reconocen débiles y pecadores, pero muy agradecidos y confiados en la bondad del Señor. Así, el grano de mostaza llegará a ser un árbol grande; así la levadura de la Palabra de Dios obrará en nosotros frutos de vida eterna. Porque, «cuanto más se abaja el corazón por la humildad, más se levanta hacia la perfección» (San Agustín).
Propósito
Sembrar amor al escribir un correo electrónico o una nota a quien se ha alejado de Cristo.
Diálogo con Cristo
Señor, gracias por la semilla de la fe que recibí el día de mi bautismo. Quiero que ésta crezca para que pueda convertir, con tu gracia, mi vida en tierra buena, sin obstáculos ni cizaña que detengan los frutos de amor que Tú produces.
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