Y quiero recordarlo, agradecido, por el ejemplo que me dió durante su vida y el acompañamiento que me sigue prestando ahora que ya no está físicamente entre nosotros: Gracias, Monseñor Eduardo, y que Dios te conceda un cielo muy grande y que nos sigas cuidadando, mientras te canto aquello de: Sonriendo y muy sereno nos dejó el Obispo Eduardo. Como amigo y padre bueno hoy queremos recordarlo
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