Eso quisiera yo. Que todo lo que se viene escuchando estos días respecto a la relación entre China y la Iglesia católica o a la viceversa, que tanto monta, se quedara en cuentos chinos, y ya saben lo que es eso: pura fabulación sin parecido alguno con la realidad.
Ya quisiera un servidor que esos rumores, o no tan rumores según el cardenal Zen, fueran meros cuentos chinos. Me refiero a esa noticia, pseudo noticia, rumor, posibilidad o dato contrastado, que dice que desde el Vaticano se está pidiendo la renuncia a sus sedes de obispos fieles a Roma, para colocar en ellas a otros obispos consensuados con el gobierno chino. Si esto es tan solo un cuento chino, pues como broma pre carnavalesca no está mal. Si es una realidad, la cosa se pone muy fea, porque supondría una falta de respeto a los obispos encarcelados por fidelidad, a los laicos escondidos, a tantos mártires por fidelidad a Pedro.
Yo sé que la diplomacia vaticana es la más antigua y posiblemente eficaz del mundo. Servidor no es más que un cura de tres parroquias mínimas, lejos de cualquier comprensión medianamente sensata de tan altos designios. El problema es que pienso ahora en mi amigo Paco –evidentemente nombre ficticio, pero hecho real- que lleva años en China con su familia, viviendo su fe en la clandestinidad, anunciando el evangelio en la catacumba y arriesgando la cárcel y hasta el cuello, y algo no me casa. Como pienso en sacerdotes y obispos encarcelados por lo mismo. Es como decirles que han hecho el tonto, porque en realidad es mejor pactar con el gobierno y someterse a sus indicaciones. Pero insisto: servidor es un cura casi de aldea a quien no se le han permitido conocer en profundidad los misterios de la diplomacia vaticana.
Cuento chino también quisiera que fuera eso de que en China es donde mejor se practica la doctrina social de la Iglesia. Oigan, que servidor ha visitado China como turista y desde lo poco que me toca, las cosas no van por ahí. No sé si será doctrina social y libertad evangélica el que antes de darte un visado, al presentarte como sacerdote, te obliguen a firmar una declaración jurada en la que expresamente, durante tu viaje turístico, te obligas a no hacer ningún tipo de proselitismo religioso, aceptando las penas correspondientes en caso contrario.
Tampoco me parece que sea un ejemplo el que te digan que si una persona no tiene dinero para pagar un tratamiento médico –allí se paga siempre- es su problema, porque significa que, o bien no ha trabajado, o bien no se ha sabido administrar. En cualquier caso, puede morirse, que será cosa suya. Supongo que la política del hijo único o el hecho de que un bebe pueda quedarse interno en su guardería de lunes a sábado, es fiel reflejo de la doctrina social de la Iglesia. Por tanto, me inclinaría a afirmar que eso de que en China es donde mejor se vive y se practica la doctrina social de la Iglesia, no deja de ser un cuento chino, y que si monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, el canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, ha dicho tal cosa, ha sido únicamente con animus iocandi, es decir, que nos ha contado un cuento chino.
¿O no son cuentos chinos?
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