Estoy acabando de leer Splendor Veritatis. Una lectura lenta, meditativa, línea a línea. Una lectura en diálogo con Amoris Laetitia. Cuando acabe, leeré los pasajes más interesantes de la encíclica del Papa Francisco.
También he leído un capítulo del Apocalipsis. No porque tenga ahora algún interés especial, sino porque leo la Sagrada Escritura toda seguida, de principio a fin, y me quedaba por leer este libro para acabar la Biblia.
También he pasado el ritual de la unción de los enfermos de un archivo Word a PDF, para tenerlo en mi tablet. La razón es que en las habitaciones donde alguien está muriendo, no pocas veces, la luz es muy débil y me veía en grandes dificultades para leer el ritual que es pequeño. En las habitaciones, con muchos familiares presentes, no siempre es fácil colocarse de manera que la luz ilumine las páginas del ritual.
Llevaba meses queriendo hacer esto, pero no acababa de hacerlo. Lo que ha acabado de decidirme es una dioptría y media de presbicia. Ahora con el ritual en la tablet ya no tendré problemas ni con la luz ni con el tamaño de la letra.
Además, la tablet me permite leer un salmo distinto para cada moribundo. Cuando llevas haciendo esto de forma habitual, prefieres leer textos nuevos y no siempre los mismos. El tener el ritual en archivo Word en mi ordenador me permite poner anotaciones pías a lo largo del ritual. Anotaciones que me permitan avivar mi devoción al realizar esta operación en la que se corre el riesgo de la rutina si se repite de forma habitual.
Hoy he predicado sobre san Cipriano. Una persona me ha regalado frambuesas. Me he hecho unas fotos para el pasaporte. Sin gafas no me reconozco para nada en esas fotos. Tengo la sensación de que no soy yo, de que es una versión gorda de mi rostro. Pero todos me aseguran que el que aparece allí soy yo.
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