agosto 2017

20:40

Del Pensamiento sobre la muerte de Pablo VI, hoy beato

«Caminad mientras estáis en la luz» (Jn 12, 35). ¡Cómo me gustaría, al terminar mi vida, estar en la luz… Quisiera tener ahora mismo una idea completa y lúcida sobre el mundo y sobre la vida. Pienso que esta idea debe manifestarse en un reconocimiento: todo ha sido don, todo ha sido gracia. ¡Qué hermoso ha sido el panorama por el que hemos pasado!; demasiado hermoso, hasta el punto de dejarnos, a veces, atraer y seducir por él, cuando debía haber sido solamente un signo y un anuncio. Pero, de todos modos, pienso que la despedida debe expresarse en un gran y sencillo acto de reconocimiento, y aun de agradecimiento: esta vida mortal es, a pesar de sus trabajos, de sus misterios oscuros, de sus sufrimientos, de su fatal caducidad, un hecho bellísimo, un prodigio siempre original y conmovedor, un acontecimiento digno de ser cantado en gozo y en gloria: ¡la vida, la vida del hombre!

Y no es menos digno de exaltación y de feliz estupor el cuadro que rodea la vida del hombre: este mundo inmenso, misterioso, magnífico: este universo de las mil fuerzas, de las mil leyes, de las mil bellezas, de las mil profundidades. Es una visión encantadora. Aparece una generosidad sin medida.

En esta mirada casi retrospectiva asalta la pena de no haber admirado lo suficiente este cuadro, de no haber observado como merecían las maravillas de la naturaleza, las sorprendentes riquezas del macrocosmos y del microcosmos. ¿Por qué no haber estudiado más, por qué no he explorado y admirado mejor esta habitación en la que se desarrolla la vida? ¡Qué distracción tan imperdonable, qué superficialidad tan reprobable! Quede por lo menos, ya in extremis, un reconocimiento de que el mundo, «qui per Ipsum factus est», es estupendo. En el último instante te saludo y te celebro, sí, con admiración inmensa y, como decía, con agradecimiento: todo es don; detrás de la vida, detrás de la naturaleza, del universo, está la Sabiduría; y además, lo diré claramente en esta luminosa despedida (Tú nos lo has revelado, oh Cristo Señor), ¡está el Amor!… ¡Gracias, oh Dios, gracias y gloria a ti, oh Padre! En esta última mirada me doy cuenta que este panorama fascinante y misterioso es una irisación, es un reflejo de la Luz primera y única. Se trata de una revelación natural de extraordinaria riqueza y belleza, la cual debería ser una iniciación, un preludio, un anticipo, una invitación a la visión del invisible Sol, «quem nemo vidit unquam = que ninguno ha visto jamás» (Jn 1,18); «el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, nos lo ha revelado». Que así sea, que así sea.

Pienso, en fin, ahora, ante la muerte, maestra de la filosofía de la vida, que el acontecimiento más grande de todos ha sido para mí, como lo es para cuantos han tenido igual fortuna, el encuentro con Cristo, la Vida. Todo habría que repensarlo ahora con la reveladora claridad que la lámpara de la muerte da a este encuentro. «Nihil enim nobis nasci profuit, nisi redimi profuisset». De nada, en efecto, nos hubiera valido el nacer, si no era para ser redimidos. Este es el descubrimiento del Pregón Pascual, y éste es el criterio de valoración de todo lo que afecta a la existencia humana y a su verdadero y único destino, que no se entiende ni se determina si no es en orden a Cristo. «O mira circa nos tuae pietatis dignatio». ¡Oh maravilloso programa de amor para con nosotros! Maravilla de maravillas, el misterio de nuestra vida en Cristo. Aquí la fe, aquí la esperanza, aquí el amor, cantan el nacimiento y celebran las exequias del hombre. Yo creo, espero, yo amo, en tu nombre, ¡oh Señor!

Contemplo lleno de agradecimiento las relaciones naturales y espirituales que han dado origen, ayuda, consuelo y significado a mi humilde existencia: ¡Cuántos dones, cuántas cosas hermosas y elevadas, cuánta esperanza he recibido yo en este mundo! Ahora que la jornada llega al crepúsculo y todo termina y se desvanece esta estupenda y dramática escena temporal y terrena, ¿cómo agradecerte, Señor, después del don de la vida natural, el don muy superior de la fe y de la gracia, en el que únicamente se refugia al final mi ser? ¿Cómo celebrar dignamente tu bondad, Señor, porque apenas entrado en este mundo, fui insertado en el mundo inefable de la Iglesia católica? … In aeternum Domini misericordias cantabo. Cantaré eternamente las misericoridas del Señor. Pablo VI

Acompañamos a esta familia, rezamos por esta difunta, con la gratitud de haberla tenido entre nosotros, y con la confianza que nos esperará en la casa del Padre.

Descanse en Paz.

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19:55

San Ramón Nonato
religioso, cardenal. Patrón de las parturientas.
Ramón significa: “protegido por la divinidad

Se carece de documentación fidedigna sobre los detalles de la vida San Ramón. He aquí lo que hemos podido recoger de la narración de Alban Butler y otras fuentes.

San Ramón nació de familia noble en Portell, cerca de Barcelona, España en el año 1200. Recibió el sobrenombre de non natus (no nacido), porque su madre murió en el parto antes de que el niño viese la luz. Con el permiso de su padre, el santo ingresó en la orden de los Mercedarios, que acababa de fundarse. San Pedro Nolasco, el fundador, recibió la prefesión de Ramón en Barcelona.

Progresó tan rápidamente en virtud que, dos o tres años después de profesar, sucedió a San Pedro Nolasco en el cargo de “redentor o rescatador de cautivos”. Enviado al norte de Africa con una suma considerable de dinero, Ramón rescató en Argel a numerosos esclavos. Cuando se le acabó el dinero, se ofreció como rehén por la libertad de ciertos prisioneros cuya situación era desesperada y cuya fe se hallaba en grave peligro. Pero el sacrificio de San Ramón no hizo más que exasperar a los infieles, quienes le trataron con terrible crueldad. Sin embargo, el magistrado principal, temiendo que si el santo moría no se pudiese obtener la suma estipulada por la libertad de los prisioneros a los que representaba, dio orden de que se le tratase más humanamente. Con ello, el santo pudo salir a la calle, lo que aprovechó para confortar y alentar a los cristianos y hasta llegó a convertir y bautizar a algunos mahometanos. Al saberlo, el gobernador le condenó a morir empalado, pero quienes estaban interesados en cobrar la suma del rescate consiguieron que se le conmutase la pena de muerte por la de flagelación. San Ramón no perdió por ello el valor, sino que prosiguió la tarea de auxiliar a cuantos se hallaban en peligro, sin dejar escapar la menor ocasión de ayudarlos.

San Ramón encaró dos grandes dificultades. No tenía ya un solo centavo para rescatar cautivos y  predicar el cristianismo a los musulmanes equivalía a la pena de muerte. Pero nada lo detuvo ante el llamado del Señor. Conciente del martirio inminente, volvió a instruir y exhortar tanto a los cristianos como a los infieles. El gobernador, enfurecido ante tal audacia, ordenó que se azotase al santo en todas las esquinas de la ciudad y que se le perforasen los labios con un hierro candente. Mandó ponerle en la boca un candado, cuya llave guardaba él mismo y sólo la daba al carcelero a la hora de las comidas. En esa angustiosa situación pasó San Ramón ocho meses, hasta que San Pedro Nolasco pudo finalmente enviar  algunos miembros de su orden a rescatarle. San Ramón hubiese querido quedarse para asistir a los esclavos en Africa, sin embargo, obedeció la orden de su superior y pidió a Dios que aceptase sus lágrimas, ya que no le había considerado digno de derramar su sangre por las almas de sus prójimos.

A su vuelta a España, en 1239, fue nombrado cardenal por Gregorio IX, pero permaneció tan indiferente a ese honor que no había buscado, que no cambió ni sus vestidos, ni su pobre celda del convento de Barcelona, ni su manera de vivir. El Papa le llamó más tarde a Roma. San Ramón obedeció, pero emprendió el viaje como el religioso más humilde. Dios dispuso que sólo llegase hasta Cardona, a unos diez kilómetros de Barcelona, donde le sorprendió una violenta fiebre que le llevó a la tumba. El santo tenía aproximadamente treinta y seis años cuando murió  el 31 de agosto de 1240. Cardona pronto se transformó en meta de peregrinaciones. Fue sepultado en la capilla de San Nicolas de Portell.

El Papa Alejandro VII lo incluyó en el Martirologio Romano en 1657.

San Ramón Nonato es el patrono de las parturientas y las parteras debido a las circunstancias de su nacimiento.

La comisión nombrada por el Papa Benedicto XIV propuso suprimir del calendario general la fiesta de San Ramón por la dificultad de encontrar documentos fidedignos sobre su vida.

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Escribe David Thunder: Podemos esperar que esta crisis demográfica se convierta en una oportunidad tremenda de enriquecimiento mutuo entre las culturas anfitrionas y las culturas invitadas
Actualmente, como es bien conocido, Europa está pasando un tiempo de relativa inestabilidad demográfica, por varios motivos. Entre ellos, cabe destacar la violencia e inseguridad de algunas partes de África y Oriente Medio, que están forzando un desplazamiento importante de personas en búsqueda de refugio; las bajas tasas de natalidad en Europa, que generan una demanda considerable para la labor de inmigrantes; y los vínculos históricos entre países europeos como Francia y Gran Bretaña y los pueblos que previamente habían colonizado y gobernado.

Si añadimos a estos factores el hecho de que muchos de los grupos recién llegados a Europa tienen una tasa de natalidad más elevada que la de los europeos más establecidos, podemos anticipar que las naciones europeas, o al menos algunas entre ellas, experimentarán un cambio demográfico bastante drástico dentro de unas pocas generaciones.
El mero hecho de un cambio de población, o incluso de un desplazamiento entre naciones, no supone necesariamente un problema especial. El problema ocurre cuando los que llegan a un país no comparten las bases culturales, lingüísticas y morales de sus anfitriones, o las comparten en parte sí y en parte no. El gran desafío de la llegada de inmigrantes y refugiados de una cultura bastante distinta a la de sus anfitriones es que de entrada, no hay ni conocimiento ni confianza establecida entre los dos grupos. A efectos prácticos, son como unos extraños que se topan en la carretera. No saben bien de dónde vienen, no conocen bien sus respectivos estilos de vida, valores, prioridades, experiencias, y aspiraciones. Muchas veces, ni siquiera conocen bien la lengua del otro.
Ante el desconocimiento del otro, fácilmente cedemos al temor y desconfianza y nos ponemos a la defensiva. El extraño se convierte así en una amenaza, e incluso puede llegar a percibirse con un enemigo: uno que amenaza “nuestros” trabajos, que amenaza “nuestro” estilo de vida, que no respeta “nuestras” costumbres y valores, etc. Esta reacción, que se ha visto reforzada por los partidos europeos de ultraderecha, refleja un miedo comprensible frente a lo desconocido, y un apego muy humano a los valores, costumbres, y bienestar de “nuestra” comunidad o pueblo.
Los líderes europeos no han sabido interpretar y responder de modo convincente a esta reacción negativa y han creado así una oportunidad política para los partidos que se oponen agresivamente, supuestamente en nombre del pueblo, a la admisión de inmigrantes y refugiados.
Pero las política xenofóbicas y agresivamente antiinmigratorias, en vez de generar un mayor sentido de solidaridad y cohesión social, generan fuertes divisiones dentro del pueblo, entre el supuesto “nativo” y el “el otro,” el que supuestamente no pertenece a “nuestra” sociedad. Y esta división, si se cultiva a largo plazo, puede dar pie a divisiones y resentimientos sociales muy dañinos, que se expresarían tarde o temprano en serias tensiones sociales, y eventualmente incluso en criminalidad y violencia, como se produce con cierta frecuencia en las afueras de París.
Para superar estas divisiones destructivas, una política inmigratoria sensata debería incluir tres aspectos claves:
Primero, en vez de dividir el pueblo entre los “nativos” y los “extraños,” sería conveniente desarrollar una clara visión de las condiciones esenciales que podemos razonablemente exigir a los que buscan integrarse dentro de las comunidades de Europa y comunicar esta visión de modo eficaz al refugiado e inmigrante. Esto nos permitiría distinguir con más credibilidad entre el refugiado o inmigrante de buena fe, y el delincuente o malhechor que se niega a obedecer las reglas del juego, el que aprovecha de la hospitalidad en vez de apreciarla.
Segundo, se podría desarrollar una infraestructura jurídica y económica que permitiera (a diferencia de la actual) a los recién llegados desempeñar un papel constructivo en la economía y en la sociedad en vez de convertirles en un paciente crónico del estado de bienestar. Si no estamos preparados para darle al extranjero la oportunidad de tener un rol constructivo en nuestras comunidades, lo convertimos en un dependiente del Estado, y él se apaña como pueda, dando lugar tarde o temprano a un sentido de humillación y de exclusión de la comunidad dominante.
Tercero, tendríamos que ofrecer al inmigrante y refugiado programas asequibles de aprendizaje e integración cultural que le permita aprender la lengua, las costumbres, y los valores que unen a nuestra comunidades y facilitan la cooperación social. Pero estos programas tendrían que basarse en un modelo de integración recíproca, no en un modelo de pura “asimilación” a la cultura dominante. No es justo que se le pida a una persona el abandono global de su propia cultura.
El modelo más apropiado es más bien un modelo de mutua integración en el cual la comunidad que acoge, aun teniendo una cierta primacía (si estoy en tu casa respeto las “reglas de la casa”), también se esfuerza para empatizar con la situación, la cultura, y las costumbres de sus invitados. En este modelo, hay un aprendizaje mutuo, y a través de este aprendizaje, el anfitrión y el invitado se van conociendo y van ganando confianza mutua.
Para que este proceso de aprendizaje mutuo arranque y sea sostenible, hacen falta organizaciones, posiblemente coordinadas por el Estado, dedicadas a la formación lingüística y cultural de los recién llegados, además del cultivo de las relaciones sociales entre los recién llegados y las comunidades que les acogen. Solo con estos programas, respaldados por un acceso jurídico y social a oportunidades realistas de desempeñar un papel positivo en la vida social y económica, podemos esperar que esta crisis demográfica se convierta en una oportunidad tremenda de enriquecimiento mutuo entre las culturas anfitrionas y las culturas invitadas.
David Thunder, en levante-emv.com.

Pese a la fuerte carga brutal de contenidos sexuales en los medios de comunicación; a una educación sexual que potencia las prisas y pone más atención en la “física” que en la “química”, y a la erotización de todo cuanto pueda ser forzosamente erotizado, el porcentaje de adolescentes norteamericanos que confiesa haber tenido relaciones sexuales ha continuado cayendo desde los años 80.
Los números los trae una investigación efectuada por los Centros de Control de Enfermedades (CDC) de EE.UU., entre 2011 y 2015. Según la institución, si en 1988 el porcentaje de varones de 15 a 19 años que se había iniciado en el sexo ascendía al 60%, en 2015 había descendido al 44%. En cuanto a las muchachas, que en el primer año mencionado exhibían un 51%, en el segundo ya cifraban siete puntos porcentuales menos.

Los autores del estudio, sin embargo, no se han quedado en un “¿lo hiciste o no lo hiciste?”. Al abordar los motivos de su decisión, el hallazgo es que los valores morales –con todo y el omnipresente bombardeo de mensajes sobre sexo– continúan perfilando los puntos de vista de los más jóvenes respecto a la sexualidad. La principal razón esgrimida por las chicas para no haber tenido relaciones sexuales, fue que se lo impedían sus convicciones morales o religiosas (35,4%), mientras que para ellos lo fue el no haber encontrado todavía a la persona indicada (28,5%), si bien no muy lejos de sus motivos religiosos o éticos (27,9%).
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Aceprensa.com

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Aunque es cierto que el color más habitual en la gente sencilla era el blanco (color de la lana) y el gris, que es el color que toman las prendas al ser lavadas durante años. Pero lo normal sería que algunos de los Doce llevaran alguna túnica de color, y que otros llevaran franjas decorativas o adornos sobrebordados en otras partes como la pechera; sobre todo si en la pechera había una abertura que se cerraba con dos o tres ojales para cordones.


Alguno podía llevar la túnica en un discreto color ocre, que también ocultaba de modo adecuado las manchas de los años de lavados. Lo que no sería adecuado en una reconstrucción histórica sería pintar a los doce de un modo monocolor y con túnicas de la misma longitud y corte.

Este obispo del cuadro no viste exactamente igual que los apóstoles. Pero todas esas prendas abrigan mucho en un caserón sin calefacción.

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15:00
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Acabo de terminar de leer esta novela de Gonzalo Giner, que me ha hecho gozar el misterio y la belleza de las vidrieras o vitrales que adornan las catedrales e iglesias, también mi iglesia parroquial, como puede apreciarse en la fotografía de la que adorna el presbiterio de la iglesia de Villamediana. Y todo ello, entrelazado con unas, a veces demasiadado novelescas aventuras, pero que mantienen el interés a lo largo de las 731 páginas de la novela.  En la Nota final explica el autor:

Esta novela nació con la única pretensión de darte a conocer, hacerte disfrutar y ayudarte a entender en qué consistió el maravilloso mundo de las vidrieras durante el gótico tardío, una disciplina escasamente tratada en la novela histórica y un tema que, a mí, lo confieso, me ha enamorado. Durante la Edad media hubo quien levantó catedrales de piedra para hacer de ellas las casas de Dios, pero fueron los maestros vidrieros quienes las convirtieron en auténticos sagrarios de luz y color al abrir sus ventanas al cielo.

Como ayuda para mi inspiración, a lo largo de la construcción de esta novela he acudido varias veces a Burgos y a León no sólo paraestudiar sus monumentales vidrieras, también para vivirlas. En mi caso, esas imponentes paredes de color y vidrio ya no serán nunca lo mismo. Con ese mismo espíritu visité también las catedrales de Amberes, Gante, Bruselas, y algunos de los templos que son citados en la novela situados en Brujas, Milán y Lovaina.

Y en boca de uno de los personajes concluye el autor:

Este gran artista ha conseguido con sus manos y un evidente talento transformar unos simples vidrios en algo sagrado, escenario de miles de oraciones futuras que conducirán las almas a Dios. No sólo ha construido unos vitrales, ha levantado auténticas  murallas espiritualescargadas de fe, unas ventanas hacia el cielo. O, mejor dicho, ha conseguido crear las ventanas del cielo... 

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14:35

Acerca de

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En esta página trato de exprear lo que pienso, lo que aspiro a lograr y también mis mejores recuerdos, los paisajes y personas que añoro y mis deseos de crecimiento y amistad. Está abierta a todos los que aspiran al crecimiento personal y a la mejora del mundo

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13:33

Los calvinistas, los protestantes y otras especies al uso tienen un sentido incisiva y excesivamente “reduccionista” de la fe, de la religión, de la iglesia y, en definitiva y como primera premisa, del mismo Dios.Y, en consecuencia, del mismo hombre, de sus creaciones y de la sociedad en la que vive. Pero hay muchas realidades que no admiten “jibarización” -la verdad, el bien, la persona, la moral, la familia, etc.-, porque se las destruye.  

Uno de sus “pedalones” es este: “sola Scriptura". Pretenden con ello negarle a la iglesia -a todas, pero especialmente a la Iglesia Católica, claro-, toda pretensión no solo respecto a la misma autoridad interpretativa de la jerarquía en relación al “contenido” de las Escrituras, sino hasta en la definición y concreción del Canon de las mismas: ‘nos basta y sobra con la alta y única autoridad de Dios que revela’, dicen que dicen, y se quedan tan anchos; pero también se quedan con las vergüenzas al aire: porque luego cada uno hace y dice lo que quiere, y “aquí paz y después gloria".

Pero ésto, como ha demostrado y demuestra su propia historia -antigua y reciente-, es un auténtico desastre. Problema que se trasladaría de inmediato a la Iglesia Católica si ésta pretendiese que con la Sagrada Escritura les basta y les sobra a las buenas gentes para su Salvación.

Y no es así, en absoluto. Y me explico. Pero vaya por delante que es un “nuevo frente” -le crecen los enanos- que pretende abrirse en su seno, como “remedio", propugnan, a la escasez de clero: si no se celebra la Santa Misa, no hacen falta sacerdotes; y además, siempre nos quedará la “Palabra". O “sacerdotas". O “viri probati". O…, ¿qué más da? Siempre podremos inventarnos algo, ¿no?.

Pues no es así. 

¿Por dónde cojea -y apesta- la tal “solución"? Por la parte principal, la que hace que la Iglesia sea “la” Iglesia: por Cristo, por la falta del Cristo Vivo. El que proclamó Pedro ante Jesús y ante los demás Apóstoles: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".

Pero ni siquiera eso y así -con la declaración formal de Simón- era suficiente: se necesitaba la Iglesia, “su” Iglesia, para estar Él. Por eso e inmediatamente, Jesús respondió: “¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora Yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos (Mt 16, 13-19). Por cierto: la Iglesia Católica no es nuestra, como se acaba de leer de boca del mismo Jesús, porque no la hemos “inventado” nosotros.

Pedro iba a ser la “piedra", sin la cual no se puede construir la Iglesia Católica en este mundo; era la piedra “visible", la piedra “designada” -elegida- por Cristo. Pero la auténtica “roca” no era Pedro: seguía siendo Jesús,la piedraangular.

Jesucristo es la “Piedra primigenia", la “Primera Piedra", la que nos dió el Padre, sin la cual ni hay Iglesia ni hay Pedro. Lo recogerá también san Mateo un poco más adelante:Jesús les dijo: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: ‘La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente’?” (Mt 21, 42). Y esto no lo dice, en absoluto, por Pedro: lo dice por Él y de Él.

Por eso, aún señalando y escogiendo a Pedro, teniendo Jesús que irse…, tenía que quedarse. Necesariamente. Y se queda: no podía faltarnos nunca la piedra angular. ¿Cómo? Encarnándose: Y el Verbo se hizo Carne, y habitó entre nosotros.  Así es como pudo prometer y cumplir su Palabra: Yoestaré con vosotros todos los días hasta el fin delmundo (Mt 28, 20).

Una vez encarnado, y como culminación de las tres años de su vida pública, llegó a Jerusalén -cum festinatione- para el Triduo Pascual, que comienza con el Jueves Santo. Ahí, en la ültima Cena, al instituir la Eucaristía, instituyó el sacerdocio católico y fundó la Iglesia: tenía ya todos los mimbres: Él, la Eucaristía y el Sacerdocio, con Pedro y los Apóstoles. Así: Tomando pan, lo bendijo, lo partió y dijo: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros. (Mt 26, 26). Y, acabada la Cena, lo mismo hizo con el vino del cáliz.

Sin la Eucaristía falta Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y sin Cristo, no hay Iglesia: no hay Sacramentos, no hay Jerarquía, no hay nada: por no haber no hay ni Salvación. Todo sería un bluf, una pantomima, nada, como se ve en lo que están quedando calvinistas, protestantes varios, luteranos, anglicanos, etc. Quieren ser, les gustaría ser, pretenden haber sido…, pero ya no son. En realidad, nunca fueron porque nacieron “muertos", como un aborto: estaban y están sin Eucaristía, están sin Jesús, sin el Dios vivo, real y verdadero. Y los trampantojos, como las ficciones, no son eternos, por su misma concepción y naturaleza.

El Verbo se hizo Carne. Así es y será siempre “Palabra viva", Palabra “Encarnada". Y solo así. En caso contrario se convierte en “letra muerta” porque se la mutila al quitarle lo más esencial: su misma Alma y Vida, a Jesús mismo. De hecho, es lo que se nos pide como hijos de Dios en su Iglesia: que hagamos nuestra -que “encarnemos"- la Palabra de Dios, el Evangelio: la hagamos vida nuestra. Y lo primero -por más sublime-, lo que une directamente con Jesús es hacerse cargo de su “invitación": Tomad y comed… Tomad y bebed…Esta es la primera obra de la “escucha y obediencia” a la Palabra. El resto sería un mero desideratum sin la Comunión, sin el Cristo vivo.

Además, ¿cómo puede alguien pretender que esgrime la “Scriptura” después de arrancarle las páginas del Jueves Santo? Arrancando además las de san Pablo, lo que él mismo había recibido; así es como nos puede transmitir la Misa y la Consagración como la primera y verdadera “Tradición” de la Iglesia y de sus fieles. Y las páginas de los Hechos, con la vida de los primeros cristianos en torno a la Eucaristía y la oración. ¿Alguien, en la Iglesia Católica, se cree con derecho a olvidar esto?

Además, ¿a quién y cómo van a adorar -la primera obra de la virtud de la Religión- sin ponerse a los pies de Jesús en el Sagrario, o en la Exposición Eucarística; sin el Jueves Santo y sin la Misa? ¿Y de quién se alimentarán? No les queda más “pan” que ellos mismos y sus tradiciones, con las que han cambiado -han despreciado- lo que habían recibido.¿No es esto precisamente lo que Jesús echará en cara, duramente, a los escribas, fariseos y a los mismos sacerdotes? Pues viene en la Scriptura: ¿también han arrancado estas páginas? Demasiado selectivas estas “realidades eclesiales"; y toda una auténtica tomadura de pelo estas “scripturas jibarizadas", por decirlo suavemente.

Por contra, aquí está toda la Tradición de la Iglesia y de sus hijos que,“sine Domine vivere non possumus!”Y darán su vida: porque si no les dejan estar en Misa, sin el Señor Sacramentado… ya están muertos. Nadie se cree que comerse las recetas de cocina es haber comido, aunque las hayan escrito auténticas estrellas michelín: se comen lo que han cocinado con esas mismas recetas.

Igualito que ahora, no ya solo en esas especies pseudoeclesiales, sino en la misma Iglesia Católica. La reforma de la Liturgia y la puesta a punto de la disciplina de los Sacramentos es la primera y más urgente necesidad en la Iglesia. En la nuestra. Y dejarse de experimentos que, para más inri, ya sabemos exactamente a dónde llevan: al precipicio. 

¿No podemos, alguna vez, escarmentar en cabeza ajena?

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Continuando el post de ayer. Algunas de las túnicas que podían llevar los apóstoles podían ser cortas, es decir, hasta las rodillas. No todas las túnicas que llevaban los judíos llegaban a los talones. Los que trabajaban podían llevarlas incluso más cortas, por encima de las rodillas. Pero las más cortas y con manga corta sólo se usaban durante el trabajo. Después del trabajo, lo normal, era que uno se pusiera una túnica un poco más larga que cubriera las rodillas y con manga larga. La iconografía de trabajadores en los relieves es abundante.

Los pantalones eran cosa de germanos, de tribus galas, de tracios y de otros muchos pueblos. Pero no de romanos, griegos, egipcios o judíos. Aunque sobre esto se podían señalar ciertas excepciones con un tipo de calzones largos que sería extenso hacerlo y aquí no tiene sentido.

Las túnicas de los apóstoles eran probablemente de varios colores. A los pueblos antiguos les encantaba el colorido. Es perfectamente posible que alguna de las túnicas de los Doce apareciera decorada con rayas delgadas o gruesas. Incluso podemos imaginar a un apóstol, por ejemplo, llevando cosida una franja de círculos o cuadrados en todos los bordes de su túnica.

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15:57

Jueves 31 de Agosto de 2017
De la feria.
Verde.

Martirologio Romano: En Cardona, de Cataluña, san Ramón Nonato, que fue uno de los primeros socios de san Pedro Nolasco en la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, y es tradición que, por el nombre de Cristo, sufrió mucho para la redención de los cautivos. Fecha de canonización: Fue canonizado en 1657 por el Papa Alajandro VII.

Antífona de entrada         Sal 85,1. 3
Inclina tu oído, Señor, respóndeme; salva a tu servidor que en ti confía. Ten piedad de mí, Señor, que te invoco todo el día.

Oración colecta    
Señor Dios, que unes a tus fieles en una sola voluntad; concédenos amar lo que mandas y esperar lo que prometes, para que, en la inestabilidad del mundo presente, nuestros corazones estén firmes donde se encuentra la alegría verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas       
Señor, que en el sacrificio único de Cristo, te has adquirido un pueblo de hijos, sé bondadoso con nosotros y concede a tu Iglesia los dones de la unidad y de la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión      Cf. Sal 103, 13-15
Señor, la tierra se sacia con el fruto de tus obras: el pan que sale de la tierra y el vino que alegra el corazón del hombre.

O bien:         Cf. Jn 6, 54
Dice el Señor: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”.

Oración después de la comunión
Padre nuestro, realiza plenamente en nosotros la obra de tu misericordia, y concédenos tu gracia para que podamos agradarte en todo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        1Tes 3, 7-13
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica.
Hermanos: A pesar de las angustias y contrariedades, nos sentimos reconfortados por ustedes, al comprobar su fe. Sí, ahora volvemos a vivir, sabiendo que ustedes permanecen firmes en el Señor. ¿Cómo podremos dar gracias a Dios por ustedes, por todo el gozo que nos hacen sentir en la presencia de nuestro Dios? Día y noche, le pedimos con insistencia que podamos verlos de nuevo personalmente, para completar lo que todavía falta a su fe. Que el mismo Dios, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesucristo, nos allanen el camino para ir allí. Que el Señor los haga crecer cada vez más en el amor mutuo y hacia todos los demás, semejante al que nosotros tenemos por ustedes. Que él fortalezca sus corazones en la santidad y los haga irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el día de la venida del Señor Jesús con todos sus santos. Amén.
Palabra de Dios.

Comentario
El misionero se expresa con corazón agradecido. Saber que los cristianos se mantienen firmes en la fe, amándose unos a otros, es para él motivo de alegría. A la distancia, saber que hay hombres y mujeres dispuestos a vivir a pleno su bautismo renueva las fuerzas del apóstol. Así ocurre también hoy, y así nos sostenemos unos a otros en medio de los desafíos que nos presenta la sociedad.

Sal 89, 3-4. 12-14. 17
R. ¡Sácianos con tu amor, Señor, y cantaremos felices!

Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, con sólo decirles: “Vuelvan, seres humanos”. Porque mil años son ante tus ojos como el día de ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche. R.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría. ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...? Ten compasión de tus servidores. R.

Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos. R.

Aleluya        Mt 24, 42. 44
Aleluya. Estén prevenidos, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. Aleluya.

Evangelio     Mt 24, 42-51
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús habló diciendo: Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. ¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si es un mal servidor que piensa: “Mi señor tardará”, y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Palabra del Señor.

Comentario
La actitud de vigilancia nos hace estar atentos mientas cumplimos nuestra función. Lo contrario es la dejadez y la pereza espiritual. Tenemos una misión en esta vida, y cumplirla con amor es la mejor forma de esperar el regreso final de Jesucristo, cuando venga a instaurar definitivamente el Reino de Dios.

Oración introductoria 
Gracias, Jesús, por hacerte hombre para redimirnos. ¿Qué demostración de amor puede haber más grande que ésta? Con tu Encarnación asumiste nuestra carne, ahora quiero ofrecerte mi vida entera. Concédeme, en esta oración, nunca ser indiferente ni mal agradecido a tantos dones y permíteme alcanzar de Ti la gracia de la perseverancia final. 

Petición 
¡Ven, Señor, no tardes! ¡Ven que te esperamos! ¡Ven pronto, Señor! 

Meditación 

Hoy, el texto evangélico nos habla de la incertidumbre del momento en que vendrá el Señor. Si queremos que nos encuentre velando en el momento de su llegada, no nos podemos distraer ni dormirnos: hay que estar siempre preparados. Jesús pone muchos ejemplos de esta atención: el que vigila por si viene un ladrón, el siervo que quiere complacer a su amo... 

Pero, quizá, antes debiéramos aclarar de qué venida se nos habla. ¿Se trata de la hora de la muerte?; ¿se trata del fin del mundo? Ciertamente, son venidas del Señor que Él ha dejado expresamente en la incertidumbre para provocar en nosotros una atención constante. Pero, haciendo un cálculo de probabilidades, quizá nadie de nuestra generación será testimonio de un cataclismo universal que ponga fin a la existencia de la vida humana en este planeta. Y, por lo que se refiere a la muerte, esto sólo será una vez y basta. Mientras esto no llegue, ¿no hay ninguna otra venida más cercana ante la cual nos convenga estar siempre preparados?

«¡Cómo pasan los años! Los meses se reducen a semanas, las semanas a días, los días a horas, y las horas a segundos...» (San Francisco de Sales). Cada día, cada hora, en cada instante, el Señor está cerca de nuestra vida. A través de inspiraciones internas, a través de las personas que nos rodean, de los hechos que se van sucediendo, el Señor llama a nuestra puerta y, como dice el Apocalipsis: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20). Hoy, si comulgamos, esto volverá a pasar. Hoy, si escuchamos pacientemente los problemas que otro nos confía o damos generosamente nuestro dinero para socorrer una necesidad, esto volverá a pasar. Hoy, si en nuestra oración personal recibimos —repentinamente— una inspiración inesperada, esto volverá a pasar.

¿Cuáles promesas? Las que nos ha revelado en la Sagrada Escritura y a través de nuestra santa madre, la Iglesia. Es decir, aquellas verdades que confesamos en nuestra fe y que se hallan contenidas en el credo. Pero, además, todo aquello que nuestro Señor Jesucristo nos prometió en el santo Evangelio y en lo que Dios nos transmitió por boca de sus profetas. 

Entre ellos, Isaías es el gran cantor de la esperanza, el profeta de la esperanza mesiánica por antonomasia. Y, aunque Isaías profetizó varios siglos antes de la llegada del Mesías, sus promesas son siempre actuales y perennes, pues llevan el sello de la eternidad de Dios. 

Con el nacimiento de Jesús en Belén, Dios cumplió su promesa. Pero aún no hemos llegado a la "edad de oro anunciada" por el profeta. Es la paz que anhela profundamente nuestro corazón y por la que suspira todo nuestro ser. Es la paz que poseeremos plenamente en la vida futura, en donde "ya no habrá hambre, ni sed, ni caerá sobre ellos el sol ni calor alguno porque el Cordero, que está en medio del trono, los apacentará y los guiará hasta las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos" (Ap 7, 16-17). 

A esa paz llegaremos al final de los tiempos, cuando Dios "cree unos cielos nuevos y una tierra nueva, y ya no se recuerde lo pasado...". Entonces nos gozaremos en "un gozo y alegría eternas" ante lo que Dios va a crear para nosotros (Is 65, 17ss). 

Pero, para llegar a esa paz y a esa dicha bienaventurada, tenemos que preparar ya desde ahora nuestro corazón y tratar de vivir con el corazón en el cielo. Y con los pies sobre la tierra. Nuestro Redentor está para llegar, y necesitamos preparar nuestra alma para su próxima venida. 

Hemos de disponer nuestros corazones con la oración y la vigilancia –como nos recomienda hoy el Señor en el Evangelio— para poder vivir dignamente, en estado de gracia y en amistad con Él. Fue éste mismo el consejo que nos dejó antes de su Pasión: "Vigilad y orad para que no caigáis en tentación, pues el espíritu está pronto, pero la carne es flaca" (Mt 26, 41). 

Finalmente, una palabra sobre el pasaje del juicio final, en el que se describe la segunda venida del Señor, cuando Él juzgará a todos los seres humanos, vivos y muertos. La imagen utilizada por el evangelista es la del pastor que separa las ovejas de las cabras. A la derecha se coloca a quienes actuaron según la voluntad de Dios, socorriendo al prójimo hambriento, sediento, extranjero, desnudo, enfermo, encarcelado; mientras que a la izquierda van los que no ayudaron al prójimo. Esto nos dice que seremos juzgados por Dios según la caridad, según como lo hayamos amado en nuestros hermanos, especialmente los más débiles y necesitados.

Propósito 
Si vivimos así, nuestra esperanza no será un idealismo utópico, sino una actitud existencial realista y un comportamiento cristiano personal y exigente. Así podremos prepararnos dignamente para la doble venida del Señor: en el tiempo y en la eternidad. 

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15:57


Martirologio Romano: En Cardona, de Cataluña, san Ramón Nonato, que fue uno de los primeros socios de san Pedro Nolasco en la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, y es tradición que, por el nombre de Cristo, sufrió mucho para la redención de los cautivos. Fecha de canonización: Fue canonizado en 1657 por el Papa Alajandro VII.

Nació en los mismos comienzos del siglo XIII.

El calificativo "Nonnato -Nonato" le viene a Ramón por el hecho de haber sido sacado del claustro materno, por medio de una intervención quirúrgica, cuando ya había muerto su madre. Por eso no nació como nacen normalmente los niños, lo extrajeron. Fue en Portell, en Lérida, cuando se iniciaba el siglo XIII.

La buena y alta situación de su padre le posibilitó crecer en buen ambiente y formación, aunque sin el cariño y los cuidados de una madre. Cuentan de su primera juventud la devoción especialísima a la santísima Virgen que le llevaba con frecuencia a visitar la ermita de san Nicolás donde pasaba ratos mientras sus rebaños pastaban. Luego su padre quiso irlo incorporando poco a poco a las tareas de administración de sus posesiones y esa fue la razón por la que se le encuentra en Barcelona en el intento de aprender letras y números. Allí tuvo ocasión de trabar amistad con Pedro Nolasco -que por aquel entonces era comerciante- y de compartir mutuamente los deseos de fidelidad a la fe cristiana vivida con radicalidad, llegando incluso a considerar la posibilidad de entrar en el estado clerical.

Como el padre disfruta de un gran sentido práctico, lo reincorpora al terruño de Portell y le encarga la explotación de varias de sus fincas. Pero, sigue diciendo la antigua crónica, que la misma Virgen María le comunica su deseo de que ingrese en la recién fundada Orden de la Merced y allí está de nuevo en Barcelona puesto a disposición completa en las manos de su antes amigo Pedro Nolasco.

Noviciado, profesión, ordenación sacerdotal y ministerio en el hospital de santa Eulalia se suceden con la normalidad propia de quien tiene prisa para cumplir el cuarto voto mercedario consistente en redimir a los cautivos y servir de rehén en su lugar si procede.

En el norte del continente negro predica, consuela, cura, fortalece, atiende y transmite paciencia a los cautivos de los piratas berberiscos; comprende bien su situación y se hace cargo de que están rodeados de todos los peligros para su fe. Incluso él mismo tuvo que soportar cárcel y la tortura de que sellaran sus labios por ocho meses con un candado para impedirle la predicación.

A su vuelta a España entre el clamor de las multitudes, lo nombra Cardenal de la Iglesia el papa Gregorio IX, reconociendo sus méritos y virtud de la caridad practicada de modo heroico; pero no le dio tiempo a llegar a Roma por morir, antes de cumplir los cuarenta años, cuando se disponía a hacerlo.

Por el empeño de hacerse cargo de su cuerpo tanto los frailes mercedarios como los nobles señores de Cardona, decidieron de común acuerdo darle sepultura allá donde lo decidiera una mula ciega que lo llevó a lomos hasta que quiso pararse ante la ermita de San Nicolás, de Portell.

Desaparecieron las reliquias, irrecuperables ya para la veneración, en el año 1936.

Lo que no ha sido relegado al olvido por sus paisanos es la figura del santo y su acción caritativa. Esa devoción secular que se refleja incluso en las fiestas y en el folklore. No digamos nada sobre la devoción que le profean todas las parturientas que lo tienen como especial patrón para su trance.

Se divulgó por el mundo la pintura que lo muestra con la Custodia en la mano derecha expresando así la fuente de su caridad con los hombres.

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15:57


OFICIO DE LECTURA - JUEVES DE LA SEMANA XXI - TIEMPO ORDINARIO
De la Feria. Salterio I. 

SEGUNDA LECTURA

De las: Instrucciones de san Columbano; abad
(Instrucción 13, Sobre Cristo fuente de vida, 2-3: Opera, Dublín 1957, pp. 118-120)

TÚ ERES, SEÑOR, TODO NUESTRO BIEN

    Escuchemos, hermanos, la voz de la Vida que nos invita a beber de la fuente de vida; el que nos llama es no sólo fuente de agua viva, sino también fuente de vida eterna, fuente de luz y de claridad; él es aquel de quien proceden todos los bienes de sabiduría, de vida y de luz eterna. El Autor de la vida es fuente de vida, el Creador de la luz es origen de toda claridad; por eso, despreciando las cosas visibles y pasando por encima de las cosas terrestres, dirijámonos hacia los bienes celestiales, sumergidos en el Espíritu como los peces en el agua, y dirijámonos a la fuente del agua viva para beber de ella el agua viva que brota para comunicar vida eterna.
    Ojalá te dignaras, Dios de misericordia y Señor de todo consuelo, hacerme llegar hasta aquella fuente, para que en ella pudiera, junto con todos los sedientos, beber del agua viva en la fuente viva y, saciado con su abundante suavidad, me adhiriera con fuerza cada vez mayor a un tal manantial y pudiera decir: «¡Cuán dulce es la fuente del agua viva, cuyo manantial brota para comunicar vida eterna!»
    Oh Señor, tú mismo eres aquella fuente que, aunque siempre bebamos de ella, siempre debemos estar deseando. Señor Jesucristo, danos sin cesar de ese agua para que brote en nuestro interior una fuente de agua viva que nos comunique la vida eterna. Pido cosas ciertamente grandes, ¿quién lo negará? Pero tú, Rey de la gloria, nos prometes dones excelsos y te complaces en dárnoslos: nada hay más excelso que tú mismo, y tú has querido darte y entregarte a nosotros.
Por eso te pedimos que nos enseñes a valorar lo que amamos, que eres tú mismo, pues nuestro amor no desea bien alguno fuera de ti. Tú eres, Señor, todo nuestro bien, nuestra vida y nuestra luz, nuestra salvación, nuestro alimento y nuestra bebida. Infunde en nuestro corazón, Señor Jesús, la suavidad de tu Espíritu y hiere nuestra alma con tu amor para que cada uno de nosotros pueda decir con toda verdad: «Muéstrame dónde está el amor de mi alma, porque desfallezco, herido de amor.»
    Deseo, Señor, desfallecer herido de esta forma. Dichosa el alma a quien de esta manera ha herido el amor: esta alma busca la fuente y bebe, siempre, sin embargo, bebiendo tiene sed, deseando encuentra agua, teniendo sed siempre bebe; así, amando siempre busca y cuando es herida es sanada. Ojalá se digne herirnos de este modo nuestro Dios y Señor Jesucristo, el piadoso y poderoso médico de nuestras almas, que es uno con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

Responsorio     Jn 4, 13-15

R.</span> El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed; * el agua que yo le dé se convertirá en él en, manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna.
V. Señor, dame de ese agua, para que no sienta ya más sed.
R. El agua que yo le dé se convertirá en él en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna.

Oración

Señor Dios, que unes en un mismo sentir los corazones de los que te aman, impulsa a tu pueblo a amar lo que pides y a desear lo que prometes, para que, en medio de la inestabilidad de las cosas humanas, estén firmemente anclados nuestros corazones en el deseo de la verdadera felicidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.</span>


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10:56

Acabo de leer la carta abierta que el sacerdote Christopher Hartley Sartorius, diocesano de Toledo y actualmente misionero en Etiopía, acaba de dirigir públicamente a Santiago Martín. En ella, entre otras cosas, dice: “Te escribo también con verdadera tristeza, al constatar, al paso de los días, que ni un solo hermano de tu presbiterio diocesano, ha tenido el valor de dar publico testimonio de su solidaridad contigo. Al menos en las pocas páginas digitales que tengo oportunidad de consultar, no veo que nadie, ni un solo sacerdote de Madrid, con su nombre y apellidos y por escrito, haya tenido el valor de salir en tu defensa”.

Me ha llegado al alma, porque es verdad que muchos hemos hablado del asunto y mostrado la extrañeza entre nosotros. Pero sí, todos callados. Nadie da su nombre. Nade coloca su firma. Lo más, ese cobarde “hazlo tú”, “di algo”.

Habla Cristopher especialmente del silencio en páginas digitales. Tiene razón. Y como más vale tarde que nunca, aquí estoy para mandar un abrazo y mi solidaridad al P. Santiago Martín, al hermano sacerdote de este presbiterio de Madrid que es Santiago Martín.

Acepto que quizá no fuera el momento oportuno. Vale. Pero dicho eso, lo que dice Santiago es cierto clon toda certeza. Ante el terrorismo está bien eso de hacer minutos de silencio, celebrar la eucaristía por las víctimas y pidiendo la paz, cantar, una vez más “Imagine”, acudir a actos interculturales y multireligiosos. Pero no basta.

Y es verdad que hay que decir a nuestras autoridades que se preocupen de nosotros, por favor, que se lo tomen en serio, que no se descuiden, que hay un terrorismo islámico complemente desbocado, y que lo que los ciudadanos vemos en este asunto son demasiadas palabras bonitas y escasas realidades.

Cuántas veces he escuchado eso de que la homilía, aunque en esta ocasión fueran los avisos parroquiales, debe hacerse con la Palabra y el periódico, aterrizando la Palabra en la vida ordinaria, iluminando el devenir cotidiano.Y el P. Santiago aterrizó, aunque ese aterrizaje pudiera molestar a algunos, por ejemplo, a sor Lucía Caram, que lo califica de impresentable, o a doña Ada Colau, quien por cierto, a los pocos días, dio orden de colocar esos maceteros o bolardos que el P. Santiago pedía para Barcelona y Madrid. También se han colocado en Madrid en los puntos que él sugería.

Me ha sorprendido, a muchos nos ha sorprendido, la rapidísima nota del arzobispado madrileño, sobre todo cuando desde hace años, desde tiempos remotos de anteriores obispos madrileños, ya sabemos que NUNCA PASA NADA. En Madrid hay de todo. Parroquias que han cerrado en agosto dejando a sus fieles sin misas. Liturgias tan creativas como las de San Carlos Borromeo, charlas y conferencias donde intervienen ponentes de más que dudosa ortodoxia. Uno no recuerda una sola nota. Únicamente la que se sacó con motivo del homenaje a Zerolo en la iglesia de San Antón. No recuerdo más.

Quizá Santiago Martín no naya sido exactamente prudente. Quizá. Pero nade le va a negar un fecundo ministerio, una ortodoxia sin tacha, un trabajo inmenso. Si en algo se equivocó hubiera bastado una simple llamada para aclarar todo.

Esto que escribo, lo suscriben muchos compañeros sacerdotes. Muchos, que así me lo han  hecho llegar y con los que he hablado estos días. Pero es cierto que nadie lo dice en público.Hoy, al leer la carta del P. Christopher Hartley Sartorius, he sentido bochorno por mi silencio y he querido mandar un abrazo al P. Santiago por su ministerio, por su fecundidad sacerdotal, aunque a veces pueda decir algo matizable. 

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10:46

¿Quién es el hombre? ¿Qué es lo que hace que su vida sea valiosa, buena? ¿De qué depende la condición moral de su existencia? Estos son algunos de los interrogantes a los que Rémi Brague ha intentado responder a lo largo de su dilatada trayectoria intelectual y, especialmente, en la trilogía compuesta por La sabiduría del mundo. Historia de la experiencia humana del universo (Encuentro, 2008); La ley de Dios. Historia filosófica de una alianza (Encuentro, 2011); y El reino del hombre. Génesis y fracaso del proyecto moderno (Encuentro, 2016).
Brague, que confiesa su deuda con el método de lectura e interpretación de Leo Strauss, replantea en su trilogía las grandes disyuntivas de la tradición filosófica: Jerusalén y Atenas, fe y razón, política y religión, naturaleza y cultura. Convencido de la natural condición histórica del hombre, inscribe su reflexión en un marco a largo plazo para detectar las continuidades culturales. Más que fracturas, trata de advertir la articulación del pasado con el presente y cree que el surgimiento de “nuevas ideas” siempre parte de simientes previas.
En los ensayos que preceden a El reino del hombre, su estudio sobre la Edad Moderna, aborda las diferencias culturales, filosóficas y políticas –en su forma de ver el mundo, de entender a Dios y al hombre– entre la civilización pagana, el judaísmo, el islam y el cristianismo, así como la conformación de la cultura occidental en el medievo.
Para el pensador francés, no todas las religiones ni las culturas son iguales. Se opone así a incluir bajo el rótulo de “religiones reveladas” al judaísmo, al cristianismo y al islam, pues en cada caso es distinto el contenido y la forma de transmisión de lo revelado. Entre ellas hay profundas diferencias. Un diálogo fructífero ha de partir del conocimiento riguroso de lo que las separa y, según su experiencia, han sido siempre más fecundos los llevados a cabo por estudiosos ajenos a las cámaras que los orquestados en un entorno mediático o político.

Brague insiste en distinguir el Antiguo y el Nuevo Testamento del Corán. Para el judaísmo y para el cristianismo, la Escritura está inspirada, lo que implica un proceso de interpretación. Para los musulmanes, el Corán está directamente dictado por la divinidad, de forma que se considera en esencia infalible.

Leer más en Aceprensa

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08:01

Hace poco invitábamos a las Jornadas de formación del litoral 2017, en Paraná, Argentina.

Nuestros amigos organizadores enviaron los audios que ahora compartimos aquí.

Prosit.

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi

Oír o descargar aquí

1. Ocio y teoría - Carlos Lasa (01:24:28)
2 La escuela de Frankfurt. Sebastián Miranda (53:12)
3 Ideología de género - Mónica del Río (52:02)
4 Lutero - P. Luis González Guerrico (01:11:50)
5 La masonería - P. Alfredo Sáenz (01:10:38)
6 Fátima - P. Ramiro Sáenz (01:20:30)

Para los audios de las anteriores jornadas, ver aquí y aquí


PARA SUSCRIPCIÓN A LOS POSTS VÍA WHATSAPP, seguir estas indicaciones:

  1. Añadir a la agenda de contactos de su teléfono este número tal como está: 005491135809554 o bien +5491135809554 (pueden agendarlo como “Que no te la cuenten” o como deseen).
  2. Una vez agregado, enviar un mensaje vía Whatsapp con la palabra “ALTA” (es imprescindible enviar un primer mensaje para poder ser agregado a la lista).

Ya está. A partir del próximo post comenzarán a recibir automáticamente las nuevas entradas en sus teléfonos.

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En las historias de tres padres hay más, mucha más humanidad (y más virilidad) que en todos los delirios martiriales y paradisiacos de los asesinos y sus simpatizantes.
Las imágenes difundidas en los días siguientes a los atentados de Barcelona han ido sacando a la luz historias fragmentarias de personas corrientes, cuyo anonimato las convierte en más universales si cabe. Algunas de esas historias tuvieron su final aquella tarde aciaga, otras son de desconocidos que cuidaron los unos de los otros o que se deben la vida o la de sus familiares entre sí.
Es como si los antiguos torrentes de agua y lodo procedentes de tormentas y que dieron lugar y nombre a las ramblas, hubieran sido suplantados por una riada oscura de odio y metal que arrambló con todo lo sostenido apenas superficialmente, dejando violentamente expuestos los estratos del subsuelo de nuestras vidas.

De un lado el odio y el rencor sinuoso de una furia religiosa insuflada por un adulto probablemente acomplejado y herido, pero plenamente responsable y consciente: el mal con toda su libre y abominable gratuidad. Y en la flor de la vida unos muchachos convertidos al venenoso entusiasmo de la muerte, “martiricidas” sedientos de un paraíso cuya puerta confundieron con la del infierno. Todos ellos, una vez muertos los que no se dejaron apresar, están ya donde merecen: donde no pueden hacer más daño.
Del otro lado las víctimas que no pudieron salvarse y las que se salvaron, sus familias, sus allegados y los que les defendieron y cuidaron. Todos los demás deberíamos saber que participamos tanto de las fuentes oscuras de las que surgieron los deseos de matar, como de la inocencia de las víctimas y de la generosidad a veces valerosa de los que les socorrieron. No hay nada en unos u otros que no sea humano, aunque no todo haga honor al hombre.
Las cámaras del interior de un comercio dejaron ver a través de un balcón cómo los peatones corrían huyendo de la furgoneta blanca que cruzó tras ellos como una exhalación negra. Apenas unas décimas de segundo antes la filmación muestra la imagen de un joven que escapó por muy poco. Su imagen no pasa desapercibida porque empuja una silleta de niño. Su vida y la del pequeño estuvieron al filo de ese abismo que muestra la vulnerable fragilidad de la vida y, sobre todo, la de aquellos que cuidamos. En este caso fue un abismo abierto tras ellos por el intento de otro hombre de matarlos a granel, sin siquiera conocerlos ni saber de ellos salvo que todavía amaban la vida que él ya odiaba. Ese joven padre ya no podrá borrar de su interior la sombra de espanto con la que corrió para ponerse a salvo con el niño, y que aquellas imágenes ponen en el corazón de todo el que las ve.
Entre los que no pudieron esquivar al monstruo blanco y fanático, está un joven italiano que se puso en la trayectoria del asesino con el mismo empujón con el que sacó de ella a su hijo. Esta vez ambos no podían correr la misma suerte y el que podía decidir lo hizo para salvar al chiquitín. Seguramente lo hizo en un acto reflejo, casi instintivo, pero que, tal vez por ello, puso al descubierto una profundidad que cada cual desconoce de sí mismo, y que nadie nos debería obligar a conocer: que somos capaces de preferir la vida de los que amamos a la propia. Trágicamente, el joven padre acertó, pues con ese instintivo empujón puso a salvo −junto a su hijo− justo lo que el homicida quería matar porque ya lo había extirpado de sí mismo: todo lo valerosa y noblemente humano del hombre.
Sin embargo, ese niño no quedará del todo indemne, pues llevará siempre la invisible cicatriz del padre al que apenas conoció y al que otros hombres hicieron elegir entre su vida y la suya. Tendrá que decidir −como todos, pero quizás prematuramente− si rendirse al miedo y al rencor, narcotizarse con el olvido, o abrirse a la vida y al recuerdo agradecido de su padre para llevar una vida digna.
La tercera historia es la de un turista inglés que nada más participar de la estampida y el terror desconcertado de todos, vio inmóvil en el suelo el cuerpo solitario de un niño pequeño. Se acercó y comprobó que había muerto o estaba muriendo en ese mismo instante. Los policías le gritaban que se pusiera a salvo y abandonara el lugar todavía no asegurado. Pero no lo hizo. Permaneció sobre el cuerpo inerte del pequeñín tal y como lo captaron las imágenes difundidas por todo el mundo. Más tarde dijo que le recordaba a su propio hijo y que no podía dejarlo morir así, solo y abandonado sobre el suelo.
En las historias de esos tres padres hay más, mucha más humanidad (y más virilidad) que en todos los delirios martiriales y paradisiacos de los asesinos y sus simpatizantes, aunque los proclamen a millones y desde hace siglos.
Pero como la vida puede ser tan terrible que solo se la puede asimilar contándola en historias, este holocausto de sangre me ha recordado ese otro de ficción que cuenta McCarthy en su novela La carretera: en un mundo devastado por una hecatombe nuclear, y en el que los supervivientes envilecidos se dan caza entre sí, un hombre anónimo porque el autor no le da otro nombre que el de “hombre”, cuida de su hijo pequeño al que no se nombra de otro modo que como el “chico”.
Juntos huyen con un carro de supermercado que les sirve de balsa en un naufragio que es más moral que físico. En un determinado momento alguien les roba sus pocas viandas para sobrevivir pero el padre reduce al ladrón y se venga. Entonces el hijo le suplica que le devuelva algo de lo recuperado para que pueda comer y el padre le grita: “tú no eres el que tiene que preocuparse por todo”. Pero el niño le replica, “sí, sí que lo soy”. Y es que ser padre, o ser hijo, o ambas cosas, es decir, ser hombre es, en efecto, ser responsable de todos sin exclusión.
Ese es el subsuelo que solo las ramblas de la vida nos dejan ver cuando lo arroyan todo, en este caso con el torrente del mal hecho libre y ferozmente para desgracia de los demás.
Higinio Marín, en levante-emv.com.

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