Del Pensamiento sobre la muerte de Pablo VI, hoy beato
«Caminad mientras estáis en la luz» (Jn 12, 35). ¡Cómo me gustaría, al terminar mi vida, estar en la luz… Quisiera tener ahora mismo una idea completa y lúcida sobre el mundo y sobre la vida. Pienso que esta idea debe manifestarse en un reconocimiento: todo ha sido don, todo ha sido gracia. ¡Qué hermoso ha sido el panorama por el que hemos pasado!; demasiado hermoso, hasta el punto de dejarnos, a veces, atraer y seducir por él, cuando debía haber sido solamente un signo y un anuncio. Pero, de todos modos, pienso que la despedida debe expresarse en un gran y sencillo acto de reconocimiento, y aun de agradecimiento: esta vida mortal es, a pesar de sus trabajos, de sus misterios oscuros, de sus sufrimientos, de su fatal caducidad, un hecho bellísimo, un prodigio siempre original y conmovedor, un acontecimiento digno de ser cantado en gozo y en gloria: ¡la vida, la vida del hombre!
Y no es menos digno de exaltación y de feliz estupor el cuadro que rodea la vida del hombre: este mundo inmenso, misterioso, magnífico: este universo de las mil fuerzas, de las mil leyes, de las mil bellezas, de las mil profundidades. Es una visión encantadora. Aparece una generosidad sin medida.
En esta mirada casi retrospectiva asalta la pena de no haber admirado lo suficiente este cuadro, de no haber observado como merecían las maravillas de la naturaleza, las sorprendentes riquezas del macrocosmos y del microcosmos. ¿Por qué no haber estudiado más, por qué no he explorado y admirado mejor esta habitación en la que se desarrolla la vida? ¡Qué distracción tan imperdonable, qué superficialidad tan reprobable! Quede por lo menos, ya in extremis, un reconocimiento de que el mundo, «qui per Ipsum factus est», es estupendo. En el último instante te saludo y te celebro, sí, con admiración inmensa y, como decía, con agradecimiento: todo es don; detrás de la vida, detrás de la naturaleza, del universo, está la Sabiduría; y además, lo diré claramente en esta luminosa despedida (Tú nos lo has revelado, oh Cristo Señor), ¡está el Amor!… ¡Gracias, oh Dios, gracias y gloria a ti, oh Padre! En esta última mirada me doy cuenta que este panorama fascinante y misterioso es una irisación, es un reflejo de la Luz primera y única. Se trata de una revelación natural de extraordinaria riqueza y belleza, la cual debería ser una iniciación, un preludio, un anticipo, una invitación a la visión del invisible Sol, «quem nemo vidit unquam = que ninguno ha visto jamás» (Jn 1,18); «el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, nos lo ha revelado». Que así sea, que así sea.
…
Pienso, en fin, ahora, ante la muerte, maestra de la filosofía de la vida, que el acontecimiento más grande de todos ha sido para mí, como lo es para cuantos han tenido igual fortuna, el encuentro con Cristo, la Vida. Todo habría que repensarlo ahora con la reveladora claridad que la lámpara de la muerte da a este encuentro. «Nihil enim nobis nasci profuit, nisi redimi profuisset». De nada, en efecto, nos hubiera valido el nacer, si no era para ser redimidos. Este es el descubrimiento del Pregón Pascual, y éste es el criterio de valoración de todo lo que afecta a la existencia humana y a su verdadero y único destino, que no se entiende ni se determina si no es en orden a Cristo. «O mira circa nos tuae pietatis dignatio». ¡Oh maravilloso programa de amor para con nosotros! Maravilla de maravillas, el misterio de nuestra vida en Cristo. Aquí la fe, aquí la esperanza, aquí el amor, cantan el nacimiento y celebran las exequias del hombre. Yo creo, espero, yo amo, en tu nombre, ¡oh Señor!
…
Contemplo lleno de agradecimiento las relaciones naturales y espirituales que han dado origen, ayuda, consuelo y significado a mi humilde existencia: ¡Cuántos dones, cuántas cosas hermosas y elevadas, cuánta esperanza he recibido yo en este mundo! Ahora que la jornada llega al crepúsculo y todo termina y se desvanece esta estupenda y dramática escena temporal y terrena, ¿cómo agradecerte, Señor, después del don de la vida natural, el don muy superior de la fe y de la gracia, en el que únicamente se refugia al final mi ser? ¿Cómo celebrar dignamente tu bondad, Señor, porque apenas entrado en este mundo, fui insertado en el mundo inefable de la Iglesia católica? … In aeternum Domini misericordias cantabo. Cantaré eternamente las misericoridas del Señor. Pablo VI
Acompañamos a esta familia, rezamos por esta difunta, con la gratitud de haberla tenido entre nosotros, y con la confianza que nos esperará en la casa del Padre.
Descanse en Paz.
San Ramón Nonato
religioso, cardenal. Patrón de las parturientas.
Ramón significa: “protegido por la divinidad“
Se carece de documentación fidedigna sobre los detalles de la vida San Ramón. He aquí lo que hemos podido recoger de la narración de Alban Butler y otras fuentes.
San Ramón nació de familia noble en Portell, cerca de Barcelona, España en el año 1200. Recibió el sobrenombre de non natus (no nacido), porque su madre murió en el parto antes de que el niño viese la luz. Con el permiso de su padre, el santo ingresó en la orden de los Mercedarios, que acababa de fundarse. San Pedro Nolasco, el fundador, recibió la prefesión de Ramón en Barcelona.
Progresó tan rápidamente en virtud que, dos o tres años después de profesar, sucedió a San Pedro Nolasco en el cargo de “redentor o rescatador de cautivos”. Enviado al norte de Africa con una suma considerable de dinero, Ramón rescató en Argel a numerosos esclavos. Cuando se le acabó el dinero, se ofreció como rehén por la libertad de ciertos prisioneros cuya situación era desesperada y cuya fe se hallaba en grave peligro. Pero el sacrificio de San Ramón no hizo más que exasperar a los infieles, quienes le trataron con terrible crueldad. Sin embargo, el magistrado principal, temiendo que si el santo moría no se pudiese obtener la suma estipulada por la libertad de los prisioneros a los que representaba, dio orden de que se le tratase más humanamente. Con ello, el santo pudo salir a la calle, lo que aprovechó para confortar y alentar a los cristianos y hasta llegó a convertir y bautizar a algunos mahometanos. Al saberlo, el gobernador le condenó a morir empalado, pero quienes estaban interesados en cobrar la suma del rescate consiguieron que se le conmutase la pena de muerte por la de flagelación. San Ramón no perdió por ello el valor, sino que prosiguió la tarea de auxiliar a cuantos se hallaban en peligro, sin dejar escapar la menor ocasión de ayudarlos.
San Ramón encaró dos grandes dificultades. No tenía ya un solo centavo para rescatar cautivos y predicar el cristianismo a los musulmanes equivalía a la pena de muerte. Pero nada lo detuvo ante el llamado del Señor. Conciente del martirio inminente, volvió a instruir y exhortar tanto a los cristianos como a los infieles. El gobernador, enfurecido ante tal audacia, ordenó que se azotase al santo en todas las esquinas de la ciudad y que se le perforasen los labios con un hierro candente. Mandó ponerle en la boca un candado, cuya llave guardaba él mismo y sólo la daba al carcelero a la hora de las comidas. En esa angustiosa situación pasó San Ramón ocho meses, hasta que San Pedro Nolasco pudo finalmente enviar algunos miembros de su orden a rescatarle. San Ramón hubiese querido quedarse para asistir a los esclavos en Africa, sin embargo, obedeció la orden de su superior y pidió a Dios que aceptase sus lágrimas, ya que no le había considerado digno de derramar su sangre por las almas de sus prójimos.
A su vuelta a España, en 1239, fue nombrado cardenal por Gregorio IX, pero permaneció tan indiferente a ese honor que no había buscado, que no cambió ni sus vestidos, ni su pobre celda del convento de Barcelona, ni su manera de vivir. El Papa le llamó más tarde a Roma. San Ramón obedeció, pero emprendió el viaje como el religioso más humilde. Dios dispuso que sólo llegase hasta Cardona, a unos diez kilómetros de Barcelona, donde le sorprendió una violenta fiebre que le llevó a la tumba. El santo tenía aproximadamente treinta y seis años cuando murió el 31 de agosto de 1240. Cardona pronto se transformó en meta de peregrinaciones. Fue sepultado en la capilla de San Nicolas de Portell.
El Papa Alejandro VII lo incluyó en el Martirologio Romano en 1657.
San Ramón Nonato es el patrono de las parturientas y las parteras debido a las circunstancias de su nacimiento.
La comisión nombrada por el Papa Benedicto XIV propuso suprimir del calendario general la fiesta de San Ramón por la dificultad de encontrar documentos fidedignos sobre su vida.
Acabo de terminar de leer esta novela de Gonzalo Giner, que me ha hecho gozar el misterio y la belleza de las vidrieras o vitrales que adornan las catedrales e iglesias, también mi iglesia parroquial, como puede apreciarse en la fotografía de la que adorna el presbiterio de la iglesia de Villamediana. Y todo ello, entrelazado con unas, a veces demasiadado novelescas aventuras, pero que mantienen el interés a lo largo de las 731 páginas de la novela. En la Nota final explica el autor:
Esta novela nació con la única pretensión de darte a conocer, hacerte disfrutar y ayudarte a entender en qué consistió el maravilloso mundo de las vidrieras durante el gótico tardío, una disciplina escasamente tratada en la novela histórica y un tema que, a mí, lo confieso, me ha enamorado. Durante la Edad media hubo quien levantó catedrales de piedra para hacer de ellas las casas de Dios, pero fueron los maestros vidrieros quienes las convirtieron en auténticos sagrarios de luz y color al abrir sus ventanas al cielo.
Como ayuda para mi inspiración, a lo largo de la construcción de esta novela he acudido varias veces a Burgos y a León no sólo paraestudiar sus monumentales vidrieras, también para vivirlas. En mi caso, esas imponentes paredes de color y vidrio ya no serán nunca lo mismo. Con ese mismo espíritu visité también las catedrales de Amberes, Gante, Bruselas, y algunos de los templos que son citados en la novela situados en Brujas, Milán y Lovaina.
Y en boca de uno de los personajes concluye el autor:
Este gran artista ha conseguido con sus manos y un evidente talento transformar unos simples vidrios en algo sagrado, escenario de miles de oraciones futuras que conducirán las almas a Dios. No sólo ha construido unos vitrales, ha levantado auténticas murallas espiritualescargadas de fe, unas ventanas hacia el cielo. O, mejor dicho, ha conseguido crear las ventanas del cielo...
Los calvinistas, los protestantes y otras especies al uso tienen un sentido incisiva y excesivamente “reduccionista” de la fe, de la religión, de la iglesia y, en definitiva y como primera premisa, del mismo Dios.Y, en consecuencia, del mismo hombre, de sus creaciones y de la sociedad en la que vive. Pero hay muchas realidades que no admiten “jibarización” -la verdad, el bien, la persona, la moral, la familia, etc.-, porque se las destruye.
Uno de sus “pedalones” es este: “sola Scriptura". Pretenden con ello negarle a la iglesia -a todas, pero especialmente a la Iglesia Católica, claro-, toda pretensión no solo respecto a la misma autoridad interpretativa de la jerarquía en relación al “contenido” de las Escrituras, sino hasta en la definición y concreción del Canon de las mismas: ‘nos basta y sobra con la alta y única autoridad de Dios que revela’, dicen que dicen, y se quedan tan anchos; pero también se quedan con las vergüenzas al aire: porque luego cada uno hace y dice lo que quiere, y “aquí paz y después gloria".
Pero ésto, como ha demostrado y demuestra su propia historia -antigua y reciente-, es un auténtico desastre. Problema que se trasladaría de inmediato a la Iglesia Católica si ésta pretendiese que con la Sagrada Escritura les basta y les sobra a las buenas gentes para su Salvación.
Y no es así, en absoluto. Y me explico. Pero vaya por delante que es un “nuevo frente” -le crecen los enanos- que pretende abrirse en su seno, como “remedio", propugnan, a la escasez de clero: si no se celebra la Santa Misa, no hacen falta sacerdotes; y además, siempre nos quedará la “Palabra". O “sacerdotas". O “viri probati". O…, ¿qué más da? Siempre podremos inventarnos algo, ¿no?.
Pues no es así.
¿Por dónde cojea -y apesta- la tal “solución"? Por la parte principal, la que hace que la Iglesia sea “la” Iglesia: por Cristo, por la falta del Cristo Vivo. El que proclamó Pedro ante Jesús y ante los demás Apóstoles: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Pero ni siquiera eso y así -con la declaración formal de Simón- era suficiente: se necesitaba la Iglesia, “su” Iglesia, para estar Él. Por eso e inmediatamente, Jesús respondió: “¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora Yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos (Mt 16, 13-19). Por cierto: la Iglesia Católica no es nuestra, como se acaba de leer de boca del mismo Jesús, porque no la hemos “inventado” nosotros.
Pedro iba a ser la “piedra", sin la cual no se puede construir la Iglesia Católica en este mundo; era la piedra “visible", la piedra “designada” -elegida- por Cristo. Pero la auténtica “roca” no era Pedro: seguía siendo Jesús,la piedraangular.
Jesucristo es la “Piedra primigenia", la “Primera Piedra", la que nos dió el Padre, sin la cual ni hay Iglesia ni hay Pedro. Lo recogerá también san Mateo un poco más adelante:Jesús les dijo: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: ‘La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente’?” (Mt 21, 42). Y esto no lo dice, en absoluto, por Pedro: lo dice por Él y de Él.
Por eso, aún señalando y escogiendo a Pedro, teniendo Jesús que irse…, tenía que quedarse. Necesariamente. Y se queda: no podía faltarnos nunca la piedra angular. ¿Cómo? Encarnándose: Y el Verbo se hizo Carne, y habitó entre nosotros. Así es como pudo prometer y cumplir su Palabra: Yoestaré con vosotros todos los días hasta el fin delmundo (Mt 28, 20).
Una vez encarnado, y como culminación de las tres años de su vida pública, llegó a Jerusalén -cum festinatione- para el Triduo Pascual, que comienza con el Jueves Santo. Ahí, en la ültima Cena, al instituir la Eucaristía, instituyó el sacerdocio católico y fundó la Iglesia: tenía ya todos los mimbres: Él, la Eucaristía y el Sacerdocio, con Pedro y los Apóstoles. Así: Tomando pan, lo bendijo, lo partió y dijo: Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros. (Mt 26, 26). Y, acabada la Cena, lo mismo hizo con el vino del cáliz.
Sin la Eucaristía falta Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y sin Cristo, no hay Iglesia: no hay Sacramentos, no hay Jerarquía, no hay nada: por no haber no hay ni Salvación. Todo sería un bluf, una pantomima, nada, como se ve en lo que están quedando calvinistas, protestantes varios, luteranos, anglicanos, etc. Quieren ser, les gustaría ser, pretenden haber sido…, pero ya no son. En realidad, nunca fueron porque nacieron “muertos", como un aborto: estaban y están sin Eucaristía, están sin Jesús, sin el Dios vivo, real y verdadero. Y los trampantojos, como las ficciones, no son eternos, por su misma concepción y naturaleza.
El Verbo se hizo Carne. Así es y será siempre “Palabra viva", Palabra “Encarnada". Y solo así. En caso contrario se convierte en “letra muerta” porque se la mutila al quitarle lo más esencial: su misma Alma y Vida, a Jesús mismo. De hecho, es lo que se nos pide como hijos de Dios en su Iglesia: que hagamos nuestra -que “encarnemos"- la Palabra de Dios, el Evangelio: la hagamos vida nuestra. Y lo primero -por más sublime-, lo que une directamente con Jesús es hacerse cargo de su “invitación": Tomad y comed… Tomad y bebed…Esta es la primera obra de la “escucha y obediencia” a la Palabra. El resto sería un mero desideratum sin la Comunión, sin el Cristo vivo.
Además, ¿cómo puede alguien pretender que esgrime la “Scriptura” después de arrancarle las páginas del Jueves Santo? Arrancando además las de san Pablo, lo que él mismo había recibido; así es como nos puede transmitir la Misa y la Consagración como la primera y verdadera “Tradición” de la Iglesia y de sus fieles. Y las páginas de los Hechos, con la vida de los primeros cristianos en torno a la Eucaristía y la oración. ¿Alguien, en la Iglesia Católica, se cree con derecho a olvidar esto?
Además, ¿a quién y cómo van a adorar -la primera obra de la virtud de la Religión- sin ponerse a los pies de Jesús en el Sagrario, o en la Exposición Eucarística; sin el Jueves Santo y sin la Misa? ¿Y de quién se alimentarán? No les queda más “pan” que ellos mismos y sus tradiciones, con las que han cambiado -han despreciado- lo que habían recibido.¿No es esto precisamente lo que Jesús echará en cara, duramente, a los escribas, fariseos y a los mismos sacerdotes? Pues viene en la Scriptura: ¿también han arrancado estas páginas? Demasiado selectivas estas “realidades eclesiales"; y toda una auténtica tomadura de pelo estas “scripturas jibarizadas", por decirlo suavemente.
Por contra, aquí está toda la Tradición de la Iglesia y de sus hijos que,“sine Domine vivere non possumus!”Y darán su vida: porque si no les dejan estar en Misa, sin el Señor Sacramentado… ya están muertos. Nadie se cree que comerse las recetas de cocina es haber comido, aunque las hayan escrito auténticas estrellas michelín: se comen lo que han cocinado con esas mismas recetas.
Igualito que ahora, no ya solo en esas especies pseudoeclesiales, sino en la misma Iglesia Católica. La reforma de la Liturgia y la puesta a punto de la disciplina de los Sacramentos es la primera y más urgente necesidad en la Iglesia. En la nuestra. Y dejarse de experimentos que, para más inri, ya sabemos exactamente a dónde llevan: al precipicio.
¿No podemos, alguna vez, escarmentar en cabeza ajena?
De las: Instrucciones de san Columbano; abad
(Instrucción 13, Sobre Cristo fuente de vida, 2-3: Opera, Dublín 1957, pp. 118-120)
TÚ ERES, SEÑOR, TODO NUESTRO BIEN
Escuchemos, hermanos, la voz de la Vida que nos invita a beber de la fuente de vida; el que nos llama es no sólo fuente de agua viva, sino también fuente de vida eterna, fuente de luz y de claridad; él es aquel de quien proceden todos los bienes de sabiduría, de vida y de luz eterna. El Autor de la vida es fuente de vida, el Creador de la luz es origen de toda claridad; por eso, despreciando las cosas visibles y pasando por encima de las cosas terrestres, dirijámonos hacia los bienes celestiales, sumergidos en el Espíritu como los peces en el agua, y dirijámonos a la fuente del agua viva para beber de ella el agua viva que brota para comunicar vida eterna.
Ojalá te dignaras, Dios de misericordia y Señor de todo consuelo, hacerme llegar hasta aquella fuente, para que en ella pudiera, junto con todos los sedientos, beber del agua viva en la fuente viva y, saciado con su abundante suavidad, me adhiriera con fuerza cada vez mayor a un tal manantial y pudiera decir: «¡Cuán dulce es la fuente del agua viva, cuyo manantial brota para comunicar vida eterna!»
Oh Señor, tú mismo eres aquella fuente que, aunque siempre bebamos de ella, siempre debemos estar deseando. Señor Jesucristo, danos sin cesar de ese agua para que brote en nuestro interior una fuente de agua viva que nos comunique la vida eterna. Pido cosas ciertamente grandes, ¿quién lo negará? Pero tú, Rey de la gloria, nos prometes dones excelsos y te complaces en dárnoslos: nada hay más excelso que tú mismo, y tú has querido darte y entregarte a nosotros.
Por eso te pedimos que nos enseñes a valorar lo que amamos, que eres tú mismo, pues nuestro amor no desea bien alguno fuera de ti. Tú eres, Señor, todo nuestro bien, nuestra vida y nuestra luz, nuestra salvación, nuestro alimento y nuestra bebida. Infunde en nuestro corazón, Señor Jesús, la suavidad de tu Espíritu y hiere nuestra alma con tu amor para que cada uno de nosotros pueda decir con toda verdad: «Muéstrame dónde está el amor de mi alma, porque desfallezco, herido de amor.»
Deseo, Señor, desfallecer herido de esta forma. Dichosa el alma a quien de esta manera ha herido el amor: esta alma busca la fuente y bebe, siempre, sin embargo, bebiendo tiene sed, deseando encuentra agua, teniendo sed siempre bebe; así, amando siempre busca y cuando es herida es sanada. Ojalá se digne herirnos de este modo nuestro Dios y Señor Jesucristo, el piadoso y poderoso médico de nuestras almas, que es uno con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Responsorio Jn 4, 13-15
R.</span> El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed; * el agua que yo le dé se convertirá en él en, manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna.
V. Señor, dame de ese agua, para que no sienta ya más sed.
R. El agua que yo le dé se convertirá en él en manantial, cuyas aguas brotan para comunicar vida eterna.
Oración
Señor Dios, que unes en un mismo sentir los corazones de los que te aman, impulsa a tu pueblo a amar lo que pides y a desear lo que prometes, para que, en medio de la inestabilidad de las cosas humanas, estén firmemente anclados nuestros corazones en el deseo de la verdadera felicidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.</span>
Acabo de leer la carta abierta que el sacerdote Christopher Hartley Sartorius, diocesano de Toledo y actualmente misionero en Etiopía, acaba de dirigir públicamente a Santiago Martín. En ella, entre otras cosas, dice: “Te escribo también con verdadera tristeza, al constatar, al paso de los días, que ni un solo hermano de tu presbiterio diocesano, ha tenido el valor de dar publico testimonio de su solidaridad contigo. Al menos en las pocas páginas digitales que tengo oportunidad de consultar, no veo que nadie, ni un solo sacerdote de Madrid, con su nombre y apellidos y por escrito, haya tenido el valor de salir en tu defensa”.
Me ha llegado al alma, porque es verdad que muchos hemos hablado del asunto y mostrado la extrañeza entre nosotros. Pero sí, todos callados. Nadie da su nombre. Nade coloca su firma. Lo más, ese cobarde “hazlo tú”, “di algo”.
Habla Cristopher especialmente del silencio en páginas digitales. Tiene razón. Y como más vale tarde que nunca, aquí estoy para mandar un abrazo y mi solidaridad al P. Santiago Martín, al hermano sacerdote de este presbiterio de Madrid que es Santiago Martín.
Acepto que quizá no fuera el momento oportuno. Vale. Pero dicho eso, lo que dice Santiago es cierto clon toda certeza. Ante el terrorismo está bien eso de hacer minutos de silencio, celebrar la eucaristía por las víctimas y pidiendo la paz, cantar, una vez más “Imagine”, acudir a actos interculturales y multireligiosos. Pero no basta.
Y es verdad que hay que decir a nuestras autoridades que se preocupen de nosotros, por favor, que se lo tomen en serio, que no se descuiden, que hay un terrorismo islámico complemente desbocado, y que lo que los ciudadanos vemos en este asunto son demasiadas palabras bonitas y escasas realidades.
Cuántas veces he escuchado eso de que la homilía, aunque en esta ocasión fueran los avisos parroquiales, debe hacerse con la Palabra y el periódico, aterrizando la Palabra en la vida ordinaria, iluminando el devenir cotidiano.Y el P. Santiago aterrizó, aunque ese aterrizaje pudiera molestar a algunos, por ejemplo, a sor Lucía Caram, que lo califica de impresentable, o a doña Ada Colau, quien por cierto, a los pocos días, dio orden de colocar esos maceteros o bolardos que el P. Santiago pedía para Barcelona y Madrid. También se han colocado en Madrid en los puntos que él sugería.
Me ha sorprendido, a muchos nos ha sorprendido, la rapidísima nota del arzobispado madrileño, sobre todo cuando desde hace años, desde tiempos remotos de anteriores obispos madrileños, ya sabemos que NUNCA PASA NADA. En Madrid hay de todo. Parroquias que han cerrado en agosto dejando a sus fieles sin misas. Liturgias tan creativas como las de San Carlos Borromeo, charlas y conferencias donde intervienen ponentes de más que dudosa ortodoxia. Uno no recuerda una sola nota. Únicamente la que se sacó con motivo del homenaje a Zerolo en la iglesia de San Antón. No recuerdo más.
Quizá Santiago Martín no naya sido exactamente prudente. Quizá. Pero nade le va a negar un fecundo ministerio, una ortodoxia sin tacha, un trabajo inmenso. Si en algo se equivocó hubiera bastado una simple llamada para aclarar todo.
Esto que escribo, lo suscriben muchos compañeros sacerdotes. Muchos, que así me lo han hecho llegar y con los que he hablado estos días. Pero es cierto que nadie lo dice en público.Hoy, al leer la carta del P. Christopher Hartley Sartorius, he sentido bochorno por mi silencio y he querido mandar un abrazo al P. Santiago por su ministerio, por su fecundidad sacerdotal, aunque a veces pueda decir algo matizable.
Hace poco invitábamos a las Jornadas de formación del litoral 2017, en Paraná, Argentina.
Nuestros amigos organizadores enviaron los audios que ahora compartimos aquí.
Prosit.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
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1. Ocio y teoría - Carlos Lasa (01:24:28)
2 La escuela de Frankfurt. Sebastián Miranda (53:12)
3 Ideología de género - Mónica del Río (52:02)
4 Lutero - P. Luis González Guerrico (01:11:50)
5 La masonería - P. Alfredo Sáenz (01:10:38)
6 Fátima - P. Ramiro Sáenz (01:20:30)
Para los audios de las anteriores jornadas, ver aquí y aquí
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