El fracaso de la modernidad


¿Quién es el hombre? ¿Qué es lo que hace que su vida sea valiosa, buena? ¿De qué depende la condición moral de su existencia? Estos son algunos de los interrogantes a los que Rémi Brague ha intentado responder a lo largo de su dilatada trayectoria intelectual y, especialmente, en la trilogía compuesta por La sabiduría del mundo. Historia de la experiencia humana del universo (Encuentro, 2008); La ley de Dios. Historia filosófica de una alianza (Encuentro, 2011); y El reino del hombre. Génesis y fracaso del proyecto moderno (Encuentro, 2016).
Brague, que confiesa su deuda con el método de lectura e interpretación de Leo Strauss, replantea en su trilogía las grandes disyuntivas de la tradición filosófica: Jerusalén y Atenas, fe y razón, política y religión, naturaleza y cultura. Convencido de la natural condición histórica del hombre, inscribe su reflexión en un marco a largo plazo para detectar las continuidades culturales. Más que fracturas, trata de advertir la articulación del pasado con el presente y cree que el surgimiento de “nuevas ideas” siempre parte de simientes previas.
En los ensayos que preceden a El reino del hombre, su estudio sobre la Edad Moderna, aborda las diferencias culturales, filosóficas y políticas –en su forma de ver el mundo, de entender a Dios y al hombre– entre la civilización pagana, el judaísmo, el islam y el cristianismo, así como la conformación de la cultura occidental en el medievo.
Para el pensador francés, no todas las religiones ni las culturas son iguales. Se opone así a incluir bajo el rótulo de “religiones reveladas” al judaísmo, al cristianismo y al islam, pues en cada caso es distinto el contenido y la forma de transmisión de lo revelado. Entre ellas hay profundas diferencias. Un diálogo fructífero ha de partir del conocimiento riguroso de lo que las separa y, según su experiencia, han sido siempre más fecundos los llevados a cabo por estudiosos ajenos a las cámaras que los orquestados en un entorno mediático o político.

Brague insiste en distinguir el Antiguo y el Nuevo Testamento del Corán. Para el judaísmo y para el cristianismo, la Escritura está inspirada, lo que implica un proceso de interpretación. Para los musulmanes, el Corán está directamente dictado por la divinidad, de forma que se considera en esencia infalible.

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