Mantener un blog para escribir cada mañana que Dios es bueno, que es un gozo saludar la novedad novedosa de la creación en el amanecer cotidiano, que la solidaridad con el hermano nos hace libres, que la misericordia ha de guiar nuestros pasos y que es necesario apostar por la libertad y la creatividad en el seguimiento de Cristo, no solo es inútil, es una gilipulluá y, peor aún, un engañabobos que puede hacer creer a la gente que el camino de Cristo es algo así como una comuna hippie rediviva que se abraza entre “Imagine” y “Yo tengo un amigo que me ama”.
La ventaja de escribir así es que nadie te pone pegas. Muchos encantadísimos y los que no, simplemente pasan. Puedes pasarte así los próximos años que jamás habrá un problema.
Pienso que un blog católico es otra cosa. Más si es de un sacerdote. Intento mezclar en él cosas diversas: comentarios litúrgicos, noticias de la actualidad, acontecimientos de la vida de la Iglesia, ocurrencias pastorales y algún destello de humor. Uno intenta leer, comentar, criticar, fomentar… y sabes que te la estás jugando porque te leen, y hacerlo siempre desde la más absoluta fidelidad a la doctrina de la Iglesia. Pero midiendo…
Te mueves entre paseos por las nubes del firmamento -la creatividad en el seguimiento, la periferia existencial, la absoluta maravilla de lo Absoluto, la fraternidad como fuente de plenitud, que parece que dices algo y no dices nada- y el poner los pies en la tierra con el exquisito cuidado de no rozar el más insignificante de los callos, que últimamente pareciera que va a cambiar el tiempo, porque hay callos que están de lo más sensible.
Mis lectores me preguntan cosas y me piden opinión de sucesos del día a día. Estos días, por ejemplo, el asunto estrella ha sido el de las palabras del P. Santiago Martín al acabar la misa de este pasado domingo y la rápida nota del arzobispado de Madrid. No tengo nada que decir, o no tengo por qué decir nada. Hoy ya me han llegado varios correos a propósito de la publicación en la web de la Santa Sede de la carta del Papa a los obispos de Buenos Aires, en la que les felicitaba por su interpretación de Amoris Laetitia, y que se ha recogido entre los textos magisteriales de Francisco. Pues tampoco voy a decir nada. Rumores me llegan de algún nombre concreto para obispo auxiliar de Madrid. Nada que decir. Ya veremos si sale.
Sí he dicho que Amoris Laetitia está siendo un foco de confusión en el seno de la Iglesia, y eso lo ve el más tonto, pero simplemente por decir eso ya me acusan de ir contra el papa Francisco. He dicho que lo del P. Angel no hay quien lo entienda. Acusado de ir contra mi obispo. Pues vale. He dicho en homilías y blog que lo de la ley Cifuentes de Madrid, lo de la ideología de género, es una barbaridad. Más lío. Porque hablo de política en el sermón. Pero leche, si uno se encuentra en la Escritura con eso de que Dios los creó hombre y mujer ¿podrá decir algo sobre ideología de género o está prohibido por no ser políticamente correcto?
Pues eso, que así anda uno entre las nubes del cielo y los callos de la tierra. Y que no es nada fácil. Algunos que debería mojarme más ¿más? Otros que me estoy pasando. Pudiera ser. Lo más seguro, en los dos casos, es que quién sabe. O se sabe que la tolerancia hacia lo escrito depende mucho del lugar desde el cual se escriba, mirando a la brújula.
Seguiré escribiendo. Seguiré opinando. Procuraré pisar los menos callos posibles, pero también digo que para los callos hay pomadas y protectores.
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