Hace unos días, la semana pasada, uno de los cardenales firmantes de las ya “famosas” dubia, dio públicamente un nuevo toquecillo al tema, porque seguía sin respuesta ni solucion.
Al cabo de nada, habló Fernández, ” la voz agradecidísima de su amo", y todo está ya aclarado por siempre jamás. Porque no se corta un pelo y afirma rotundamente que lo que él dice es lo que dice exactamente el Papa. Y entra a saco.
Comunión a los católicos divorciados y reajuntados [la expresión es mía] sin mediar sentencia de nulidad? Por supuesto. Y afirma que esa es la “nueva puerta” que abre Francisco. Y se remite a la carta del Papa en respuesta a la pastoral de los obispos de Buenos Aires para aplicar en sus diócesis la AL. Y la contestación fue “afirmative". A éstos sí contestó, y deprisita.
Y así va el Fernández, “la voz agradecidísima de su amo", desgranando una por una todas las “dubia” para convertirlas en realidad y certezas.
Por si alguien albergará alguna duda al respecto, a los dos días, el Vaticano publicaba precisamente esa carta-respuesta del Papa. Que será casualidad, que lo será, pero que es “mucha", muchísima casualidad. Y no lo es, sino que se ha cerrado la atenaza, para amordazar a todo el que disidentes.
Pero si esto va adelante, la Iglesia Católica se abre en canal, porque la AL -y siento dolor al escribirlo- con esa “apertura” se carga TODOS los Sacramentos: no deja nada en pié. Y la Iglesia, así, desaparece, porque ya no está Cristo: se le habria echado de su hogar. Se repetiría la historia: “Nolumus hunc regnare super nos!"; cuando el grito que nos deberia salir del alma es “Volumus illum regnare!”
El que haya gente que no lo vea así, yo no tengo la culpa. Y lo asumo escribiendo esto precisamente, tal como yo lo veo por si le puede servir a alguien: no tengo otra intención. Es mi “opinión personal", y nada más que mi opinión personal.
Lo que ha quedado claro es que, si uno tiene algo dentro del alma y de la conciencia, se tiene que enfrentar a esto, y a lo que esto trae consigo: “acepto como doctrina y praxis católicas que los católicos divorciados y reajuntados -medie o no “matrimonio civil"-, aún admitiendo que viven en una situación objetiva y estable de pecado grave, pueden subjetivamente en conciencia decidir acercarse a comulgar porque no son subjetivamente culpables, si o no".
Uno puede seguir “viendolas venir” o “como el que oye llover y deja caer", algo que para muchos miembros de la jerarquía católica es casi, casi como “marca de la casa", y seguir preocupados y ocupados con los inmigrantes, especialmente los musulmanes.
O puede uno seguir, erre que erre, “el Papa, el Papa” -que esto también ocurre- y pretender que no pasa nada, renunciando a pensar y a entender -como nos anima insistentemente el mismo Jesús- y renunciar también a “criticar", palabra tan amada por el papa Benedicto XVI, por humana y por espiritual.
Pero estas dos posturas ya no valen: no han valido nunca, pero ahora con mayor motivo, porque las cartas ya están sobre la mesa y boca arriba. Hay lo que hay. Y hay que retratarse, hay que mojarse. Es urgente.
Esta en juego ni más ni menos que el ser o no ser de la Iglesia, porque está en juego la Verdad, que es Cristo. Y, en definitiva, la salvación de todos.
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