Me cuenta un pajarito que, desde la tarde del jueves, y especialmente la mañana del viernes, ha habido “movida” en la basílica de Jesús de Medinaceli.
Me cuentan, me dicen, que el jueves por la tarde comenzaron las llamadas, tanto a la librería como a la parroquia, al punto que hubo momentos en que la cosa se ponía especialmente molesta. Pero lo del viernes fue de antología. Algunos dicen que la causa fue el post de un servidor aquí mismo, en Infocatólica, amplificado al ser recogido en su blog por Fernández de la Cigoña.
La verdad es que internet tiene sus riesgos y peligros. El post de un servidor, en apenas diez horas, llegaba a las veinte mil visitas y se acercaba a los setenta comentarios. ¿Resultado? Teléfonos echando humo, tanto de librería como de la parroquia, correos electrónicos sin cesar e incluso visitas físicas y no precisamente de gente encantada de la vida. Un denominador común: no volver a comprar un libro, no volver a dejar un donativo en la parroquia.
Me consta movida dentro de la comunidad de los padres capuchinos. No todos estaban al corriente de la colocación de las banderitas y algunos padres, al enterarse de lo que había pasado, mostraron sin contemplaciones su disgusto. Hubo gritos, descalificaciones y un ambiente raro que se hizo notar sobre todo a la hora de la comida. Tampoco faltaron llamadas de “más alto nivel”. No quedó más remedio que quitar las banderitas.
Me resultó especialmente simpático que a uno de los protestones lo despacharan según cuenta él mismo: “me han llamado, atención, intolerante, fariseo, antifrancisco, y, ojo al dato, infocatólico. Sí, que mi opinión no era cristiana sino infocatólica”. Me gusta la respuesta porque nos permite conocer varias cosas: que no estaban precisamente serenos, que los argumentos en pro de colocar las banderas eran bastante pobres, y que la capacidad de debatir con los que no comparten su forma de ver las cosas resulta limitada. Y una cosa más: que Infocatólica es un medio que nadie lee, a nadie importa, y que lo que en él se diga no tiene repercusión, y menos lo que pueda escribir un cura como un servidor. De hecho, los capuchinos de Medinaceli ya se ve ni conocen el portal.
Hacemos las cosas sin pensar, porque en lo de las banderitas del otro día no hay otra cosa que quedar bien y apuntarse al carro de lo que se lleva con repetición del mantra de que Jesús no discrimina a nadie y que lo que importa es que la gente sea feliz. Parece que a mucha gente, creyentes, compradores y fieles de Jesús de Medinaceli sí les importan algunas cosas. Me consta que a algunos religiosos de la comunidad, también.
El problema es que no ha terminado el asunto. Porque miren ustedes por donde, esos grupitos que se presentan como de cristianos liberales y de arco iris, han decidido convertir la librería franciscana en uno de sus “iconos”, acudir, hacerse fotitos y colgarlas en la red. No sé si eso es bueno para la basílica, porque esos cristianos no creo yo sean los mejores clientes de la librería. Y si aparecen por ella y lo cuelgan en sus redes, espantarán a otros. Pues nada, que siga la broma, y para otra vez seguro que se andan con más ojo.
Por cierto, no sé qué pinta el capellán del grupo con su gorrita multicolor. Tampoco si su obispo sabe que anda por ahí y si lo aprueba.
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