La liturgia diaria meditada - ¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe? Mt 8,23-27) 04/07



Martes 04 de Julio de 2017
Misa a elección:

Feria. Verde.
Santa Isabel de Portugal. (ML). Blanco.
Isabel fue una mujer que supo vivir en profunda paz a pesar de las circunstancias adversas en las que se encontró, tanto en su vida matrimonial como en los conflictos por la herencia del trono real. Repetía frecuentemente: “Amen la paz y encontrarán en todo tranquilidad de espíritu”. Era terciaria franciscana, y durante toda su vida asistió a los pobres, enfermos y peregrinos. Murió en el año 1336, y fue sepultada en el convento de las clarisas, en Coimbra.

Antífona de entrada          Sal 46, 2
Todos los pueblos aplaudan y aclamen al Señor con gritos de alegría.

Oración colecta     
Dios nuestro, que por la gracia de la adopción quisiste hacernos hijos de la luz; concédenos que no seamos envueltos en las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:         de santa Isabel de Portugal
Señor nuestro, que creas la paz y amas la caridad, tú concediste a santa Isabel de Portugal la gracia admirable de reconciliar a los enemigos; te pedimos, por su intercesión, trabajar siempre por la paz para ser llamados hijos de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo…

Oración sobre las ofrendas        
Dios de bondad, que das eficacia a tus misterios, concede que nuestro culto resulte digno de estos sagrados dones. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona      cf. Sal 102, 1
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo nombre.

O bien:         cf. Jn 17, 20-21
Dice el Señor: “Padre, ruego por ellos, para que todos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”.

Oración después de la comunión
Que la víctima divina que hemos ofrecido y recibido nos llene de vida, Señor, para que, unidos a ti por el amor, demos frutos que permanezcan eternamente. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Gn 19, 15-29
Lectura del libro del Génesis.
Cuando el Señor decidió destruir las ciudades de Sodoma y Gomorra, los ángeles instaron a Lot, diciéndole: “¡Vamos! Saca a tu mujer y a tus dos hijas que están aquí, para que no seas aniquilado cuando la ciudad reciba su castigo”. Como él no salía de su asombro, los hombres lo tomaron de la mano, lo mismo que a su esposa y a sus dos hijas, y lo sacaron de la ciudad para ponerlo fuera de peligro, porque el Señor tuvo compasión de él. Después que lo sacaron, uno de ellos dijo: “Huye, si quieres salvar la vida. No mires hacia atrás, ni te detengas en ningún lugar de la región baja. Escapa a las montañas, para no ser aniquilado”. Lot respondió: “No, por favor, Señor mío. Tú has sido bondadoso con tu servidor y me has demostrado tu gran misericordia, salvándome la vida. Pero yo no podré huir a las montañas, sin que antes caigan sobre mí la destrucción y la muerte. Aquí cerca hay una ciudad –es una población insignificante– donde podré refugiarme. Deja que me quede en ella, ya que es tan pequeña, y así estaré a salvo”. Entonces él le respondió: “Voy a complacerte una vez más: no destruiré la ciudad de la que hablas. Pero apúrate; refúgiate en ella, porque no podré hacer nada hasta que llegues allí”. Por eso la ciudad recibió el nombre de Soar, que significa “pequeño poblado”. Cuando el sol comenzó a brillar sobre la tierra, Lot entró en Soar. Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego que descendían del cielo. Así destruyó esas ciudades y toda la extensión de la región baja, junto con los habitantes de las ciudades y la vegetación del suelo. Y como la mujer de Lot miró hacia atrás, quedó convertida en una columna de sal. A la madrugada del día siguiente, Abraham regresó al lugar donde había estado en la presencia del Señor. Cuando dirigió su mirada hacia Sodoma, Gomorra y toda la extensión de la región baja, vio un humo que subía de la tierra, como el humo de un horno. Así, cuando Dios destruyó las ciudades de la región baja, se acordó de Abraham, librando a Lot de la catástrofe con que arrasó las ciudades donde él había vivido.
Palabra de Dios.

Comentario
La tradición judía destaca que, siendo una ciudad opulenta y llena de riquezas, Sodoma no fue hospitalaria ni tuvo compasión de los pobres. Así lo dice el profeta Ezequiel: “Este fue el crimen de Sodoma: orgullo, voracidad, indolencia; no socorrieron al pobre y al indigente” (Ez 16, 49). La abundancia sin justicia social endurece el corazón y engendra crueldad, y por eso termina siendo autodestructiva.

Salmo 25, 2-3. 9-12
R. ¡Tu amor está siempre ante mis ojos, Señor!

Examíname, Señor, y pruébame, sondea hasta lo más íntimo de mi ser; porque tu amor está siempre ante mis ojos, y yo camino en tu verdad. R.

No me incluyas entre los pecadores ni entre los hombres sanguinarios: ellos tienen las manos llenas de infamia, y su derecha está repleta de sobornos. R.

Yo, en cambio, procedo íntegramente: líbrame y concédeme tu gracia. Mis pies están firmes sobre el camino llano, y en la asamblea bendeciré al Señor. R.

Aleluya        Sal 129, 5
Aleluya. Espero en el Señor y confío en su palabra. Aleluya.

Evangelio     Mt 8, 23-27
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: “¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!”. Él les respondió: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?”. Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: “¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”.
Palabra del Señor.

Comentario
Los discípulos son seguidores de Jesús. Si bien van tras de él, todavía no se han liberado de sus miedos y sus limitaciones. Aunque estén con el Maestro, la tormenta los asusta. No obstante, el peligro es la ocasión para que crezcan como seguidores. No se trata solamente de estar con Jesús, sino de descubrir de manera profunda quién es él. Este es el descubrimiento que vamos haciendo como discípulos a lo largo de toda nuestra vida: conocer a Jesús para confiarle plenamente nuestra vida.

Oración introductoria
Jesucristo, muchas veces no comprendo muchas cosas que me suceden ni sé explicar los problemas que surgen en mi vida diaria. Tú eres Dios, y duermes en la barca de mi alma si yo te soy fiel; por eso necesito tu ayuda, para confiar en ti, aunque duermas y parezca que "no te enteras de mi vida". Dame ese poco de fe que le faltó a los apóstoles, pues aun dormido, Tú eres el Dueño del universo. Oh, Jesús, calma la tempestad de mis tentaciones y de mis dificultades y, entonces, yo podré ver de una manera diferente tu voluntad.

Petición
Dulce Jesús, aunque muchas veces no comprendo las circunstancias que vivo, yo me acojo a ti para ver en todas ellas tu mano amorosa y protectora. Que sepa decir, desde hoy, hágase como quieras, pues la misma tormenta obedece a tu amor.

Meditación 

Hoy, Martes XIII del tiempo ordinario, la liturgia nos ofrece uno de los fragmentos más impresionantes de la vida pública del Señor. La escena presenta una gran vivacidad, contrastando radicalmente la actitud de los discípulos y la de Jesús. Podemos imaginarnos la agitación que reinó sobre la barca cuando «de pronto se levantó en el mar una tempestad tan grande que la barca quedaba tapada por las olas» (Mt 8,24), pero una agitación que no fue suficiente para despertar a Jesús, que dormía. ¡Tuvieron que ser los discípulos quienes en su desesperación despertaran al Maestro!: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» (Mt 8,25).

El evangelista se sirve de todo este dramatismo para revelarnos el auténtico ser de Jesús. La tormenta no había perdido su furia y los discípulos continuaban llenos de agitación cuando el Señor, simplemente y tranquilamente, «se levantó, increpó a los vientos y al mar, y sobrevino una gran bonanza» (Mt 8,26). De la Palabra increpatoria de Jesús siguió la calma, calma que no iba destinada sólo a realizarse en el agua agitada del cielo y del mar: la Palabra de Jesús se dirigía sobre todo a calmar los corazones temerosos de sus discípulos. «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?» (Mt 8,26).

Los discípulos pasaron de la turbación y del miedo a la admiración propia de aquel que acaba de asistir a algo impensable hasta entonces. La sorpresa, la admiración, la maravilla de un cambio tan drástico en la situación que vivían despertó en ellos una pregunta central: «¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?» (Mt 8,27). ¿Quién es el que puede calmar las tormentas del cielo y de la tierra y, a la vez, las de los corazones de los hombres? Sólo quien «durmiendo como hombre en la barca, puede dar órdenes a los vientos y al mar como Dios».

Cuando pensamos que la tierra se nos hunde, no olvidemos que nuestro Salvador es Dios mismo hecho hombre, el cual se nos acerca por la fe. Pidámosle a Cristo que aumente nuestra fe en los momentos de difíciles, para saber y comprender quién está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Propósito
Hoy dedicaré en medio de mis ocupaciones habituales, 10 minutos para hablar con Cristo, pidiéndole el regalo de confiar más en Él.

Diálogo con Cristo


Jesús, desde hoy quiero vivir viendo más allá de lo que veo. Sé que dificultades siempre he de tener y que me enfrentaré con tormentas y con baches en el camino. Pero Tú vas a mi lado. Ojalá no te despierte con mis quejas inútiles. Inútiles, porque Tú sabes lo que me sucede y te propones arreglarlo, y eso desde que moriste por mí. Por supuesto, dame la fe necesaria y la voluntad para resistir en el barco aunque éste se tambalee de aquí a allá. Jesús, no quiero preocuparme excesivamente por el futuro, pues aún no existe. Más bien quiero encontrar en ti la serenidad y el equilibrio entre lo que puedo hacer por mí solo y lo que ya corresponde a tu amor.

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