Miércoles 05 de Julio de 2017
Misa a elección:
Feria. Verde.
San Antonio María Zaccaría, presbítero. (ML). Blanco.
Antonio nació en Cremona, Italia, en el año 1502. Trabajó como médico en su ciudad natal y luego se ordenó sacerdote. Fundó la congregación de los Clérigos Regulares de San Pablo (los Barnabitas). Se destacó como un gran predicador. Instituyó la Adoración de 40 horas al Santísimo Sacramento y el repique de las campanas los viernes a las tres de la tarde. Falleció a la edad de 37 años.
Misa a elección:
Feria. Verde.
San Antonio María Zaccaría, presbítero. (ML). Blanco.
Antonio nació en Cremona, Italia, en el año 1502. Trabajó como médico en su ciudad natal y luego se ordenó sacerdote. Fundó la congregación de los Clérigos Regulares de San Pablo (los Barnabitas). Se destacó como un gran predicador. Instituyó la Adoración de 40 horas al Santísimo Sacramento y el repique de las campanas los viernes a las tres de la tarde. Falleció a la edad de 37 años.
Antífona de entrada Sal 46, 2
Todos los pueblos aplaudan y aclamen al Señor con gritos de alegría.
Oración colecta
Dios nuestro, que por la gracia de la adopción quisiste hacernos hijos de la luz; concédenos que no seamos envueltos en las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
O bien: de san Antonio María
O bien: de san Antonio María
Concédenos, Padre, crecer en el conocimiento admirable de Jesucristo, según la enseñanza del apóstol Pablo, que inspiró a san Antonio María para proclamar en tu Iglesia la palabra de salvación. Por nuestro Señor Jesucristo...
Oración sobre las ofrendas
Dios de bondad, que das eficacia a tus misterios, concede que nuestro culto resulte digno de estos sagrados dones. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión cf. Sal 102, 1
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo nombre.
O bien: cf. Jn 17, 20-21
Dice el Señor: “Padre, ruego por ellos, para que todos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”.
Oración después de la comunión
Que la víctima divina que hemos ofrecido y recibido nos llene de vida, Señor, para que, unidos a ti por el amor, demos frutos que permanezcan eternamente. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Gn 21, 3. 5. 8-20
Lectura del libro del Génesis.
En el tiempo anunciado por Dios, Sara concibió y dio un hijo a Abraham, que ya era anciano. El niño creció y fue destetado, y el día en que lo destetaron, Abraham ofreció un gran banquete. Sara vio que el hijo de Agar, la egipcia, jugaba con su hijo Isaac. Entonces dijo a Abraham: “Echa a esa esclava y a su hijo, porque el hijo de esa esclava no va a compartir la herencia con mi hijo Isaac”. Esto afligió profundamente a Abraham, ya que el otro también era hijo suyo. Pero Dios le dijo: “No te aflijas por el niño y por tu esclava. Concédele a Sara lo que ella te pide, porque de Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre. Y en cuanto al hijo de la esclava, yo haré de él una gran nación, porque también es descendiente tuyo”. A la madrugada del día siguiente, Abraham tomó un poco de pan y un odre con agua y se los dio a Agar; se los puso sobre las espaldas, y la despidió junto con el niño. Ella partió y anduvo errante por el desierto de Berseba. Cuando se acabó el agua que llevaba en el odre, puso al niño debajo de unos arbustos, y fue a sentarse aparte, a la distancia de un tiro de flecha, pensando: “Al menos no veré morir al niño”. Y cuando estuvo sentada aparte, prorrumpió en sollozos. Dios escuchó la voz del niño, y el Ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo: “¿Qué te pasa, Agar?”, le dijo. “No temas, porque Dios ha oído la voz del niño que está ahí. Levántate, alza al niño y estréchalo bien en tus brazos, porque yo haré de él una gran nación”. En seguida Dios le abrió los ojos, y ella divisó un pozo de agua. Fue entonces a llenar el odre con agua y dio de beber al niño. Dios acompañaba al niño y éste fue creciendo. Su morada era el desierto, y se convirtió en un arquero experimentado.
Palabra de Dios.
Comentario
A pesar de las envidias y mezquindades humanas, Dios lleva adelante su plan. Él se manifiesta en el desierto, en el lugar de la necesidad extrema, cuando la vida está amenazada. Él quiere caminar con todas las mujeres desconsoladas, dar alivio a los afligidos y asistir a los niños.
Salmo 33, 7-8. 10-13
R. El Señor escucha al pobre que lo invoca.
Este pobre hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra. R.
Teman al Señor, todos sus santos, porque nada faltará a los que lo temen. Los ricos se empobrecen y sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada. R.
Vengan, hijos, escuchen: Voy a enseñarles el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que ama la vida y desea gozar de días felices? R.
Aleluya Sant 1, 18
Aleluya. El Padre ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. Aleluya.
Evangelio Mt 8, 28-34
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Cuando Jesús llegó a la otra orilla del lago, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino. Y comenzaron a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?”. A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo. Los demonios suplicaron a Jesús: “Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara”. Él les dijo: “Vayan”. Ellos salieron y entraron en los cerdos: Éstos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron. Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados. Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.
Palabra del Señor.
Comentario
Los cerdos simbolizaban la impureza, es decir, todo aquello que no es digno de ser presentado ante Dios. El modo en que se relata este exorcismo, nos hace ver que el poder de Jesús es más fuerte que cualquier espíritu maligno y cualquier impureza. Él arroja los demonios al fondo del mar, porque con él se inicia un tiempo nuevo, el tiempo del Reino de Dios, donde todo lo malo ha pasado.
Oración introductoria
Señor, porque creo en Ti y te amo, quiero vivir hoy, y siempre, muy cerca de Ti, así el pecado no tendrá cabida en mi vida. En este momento de oración quiero renovar mi total adhesión a Ti, ayúdame a pensar, hablar, actuar y amar como Tú, te lo pido por intercesión de María, tu santísima madre.
Petición
Jesús, te pido que nunca te alejes de mi vida y que reines siempre en mi corazón.
Meditación
Hoy contemplamos un triste contraste. “Contraste” porque admiramos el poder y majestad divinos de Jesucristo, a quien voluntariamente se le someten los demonios (señal cierta de la llegada del Reino de los cielos). Pero, a la vez, deploramos la estrechez y mezquindad de las que es capaz el corazón humano al rechazar al portador de la Buena Nueva: «Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término» (Mt 8,34). Y “triste” porque «la luz verdadera (...) vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron» (Jn 1,9.11).
Más contraste y más sorpresa si ponemos atención en el hecho de que el hombre es libre y esta libertad tiene el “poder de detener” el poder infinito de Dios. Digámoslo de otra manera: la infinita potestad divina llega hasta donde se lo permite nuestra “poderosa” libertad. Y esto es así porque Dios nos ama principalmente con un amor de Padre y, por tanto, no nos ha de extrañar que Él sea muy respetuoso de nuestra libertad: Él no impone su amor, sino que nos lo propone.
Dios, con sabiduría y bondad infinitas, gobierna providencialmente el universo, respetando nuestra libertad; también cuando esta libertad humana le gira las espaldas y no quiere aceptar su voluntad. Al contrario de lo que pudiera parecer, no se le escapa el mundo de las manos: Dios lo lleva todo a buen término, a pesar de los impedimentos que le podamos poner. De hecho, nuestros impedimentos son, antes que nada, impedimentos para nosotros mismos.
Con todo, uno puede afirmar que «frente a la libertad humana Dios ha querido hacerse “impotente”. Y puede decirse asimismo que Dios está pagando por este gran don. Él paga, pero nosotros perdemos. Salimos ganando, en cambio, cuando respondemos como Santa María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).
Desde luego, hay momentos en los que Jesús desconcierta. Nos entusiasma ver cómo vence al demonio, cómo libra a dos hombres que sufren. Pero no entendemos por qué dialoga con los demonios y que les permita pasar a los puercos... Sin embargo, el sentido del milagro es claro: vale más la vida de un hombre que los bienes materiales. Los porqueros no lo entendieron. Se asustaron, y, con los demás miembros de la ciudad, pidieron a Jesús que se marchase. Quizá para ellos valían más los animales que los hombres.
Los cristianos debemos vivir como Cristo, dispuestos a sacrificar una pequeña o no tan pequeña ganancia material con tal de poder servir a familiares, amigos, o incluso a extraños que llaman a nuestra puerta. Lo demás pasa a un segundo lugar, vale sólo en tanto en cuanto nos ayude a vivir la caridad cristiana.
Los porqueros no entendieron... Ojalá el ejemplo de Cristo nos abra un poco los ojos y el corazón, y empecemos a comprender y a vivir como cristianos.
Propósito
Hablar menos, para escuchar más y mejor.
Diálogo con Cristo
El pecado, incluso el pecado venial, que tan facilmente consiento en mi vida, no sólo me aleja de los demás sino del amor de Dios. Por eso, Jesús, para establecer tu reinado en mi corazón, me pides una entrega total, responsable y consciente. Ayúdame a responderte con generosidad, más allá de los vaivenes de mi sensibilidad; con tu luz y fuerza sé que podré expulsar toda forma de pecado de mi vida.
Publicar un comentario