Este domingo se cumplen los cincuenta días de la resurrección de Jesucristo, es Pentecostés. Y celebramos que, en este día, el Resucitado envió, desde el Cielo, al Espíritu Santo, y desde entonces lo sigue enviando a la Iglesia para llenar con sus dones divinos a los cristianos.
“La vida moral de los cristianos –dice el catecismo- está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo. Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben y hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas”.
Pentecostés es un día para agradecer esta efusión de dones del cielo, acogiéndolos con entusiasmo y dejándose influir por ellos. El mundo necesita hombres y mujeres que, movidos por el Espíritu Santo, vivifiquen las familias, los trabajos y la sociedad entera. Sin personas así, habrá muy poca luz, muy poco futuro para nuestro mundo ¿No será esa escasez de hombres y mujeres espirituales la que no nos deja remontar? Estamos a tiempo de cambiar esta penosa carencia.
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