Doy gracias al Señor de todo corazón en compañía de los rectos en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.
Con estas palabras del salmo quisiera expresar, Señor, todo lo inexpresable que llevo dentro: lo que siento, como persona y como sacerdote, lo que sé, lo que quiero, y lo que ni sabría, ni podría, ni debiera decir.
Te doy gracias, Señor de todo corazón por mis años de sacerdocio, que son tuyos: Durante este tiempohablas por mis palabras, santificas por mis manos, y amas con mi corazón. Yo soy el honrado, y Tu quien se humilla.
Agradezco tu confianza, fidelidad, y compañía, nunca interrumpidas, en todo el tiempo. Y pido perdón por mis fallos, mis tardanzas, mis dudas y mis ligerezas.
Señor, gracias también por el temor y temblor que pones en mi corazón cuando me sé depositario de tus tesoros en mi frágil vasija de barro.
Gracias, por que estás a mi lado, porque eres mi auxilio y porque me prestas la valiosa ayuda de tus santos.
Gracias, Señor, por tu Madre Santísima, que recibí por madre al pie de la cruz, en la persona del discípulo joven y célibe, Juan. Gracias por tus santos ángeles que me acompañan en mis caminos.
Gracias por San José, a quien aprendí a invocar como “Padre y Señor”. Gracias, Señor, por los Santos de mi devoción, que me ayudan con su ejemplo y con su intercesión y me estimulan en el camino de la vida.
¡Gracias, Señor, Gracias!
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