En alguna ocasión, comentaristas me han dicho que por qué no nos olvidamos ya de la Amoris Laetitia. Facilito: no nos olvidamos porque los hay empeñados en sacar el asunto a colación día tras día. En Madrid, por ejemplo, y sin ir más lejos, este curso ya hemos tenido dos tandas de charlas para sacerdotes sobre el particular, y todavía hace poco otra sesión organizada por PPC y con tal relevancia que el propio cardenal Osoro presidió su inauguración.
Dicho esto, lo que no puede ser es que sean igualmente válidas una proposición y su contraria. No puede ser, y en lo de la Amoris Laetitia conviven ambas dos sin mayor problema. Que el amor es bonito lo sé yo, lo saben los indígenas del Amazonas y lo sabe hasta el Socio. Para ese viaje no nos hacen falta alforjas. Lo que el pueblo de Dios quiere saber es la esencia del amor conyugal, la riqueza del sacramento del matrimonio, orientaciones para vivir profundamente esta realidad y orientaciones para tratar los casos irregulares, especialmente el caso de católicos que rompieron su matrimonio sacramental y hoy viven maritalmente con una nueva pareja. Familiaris Consortio lo dejaba claro: si la situación es irreversible y desean acercarse a la eucaristía, no queda otra que vivir en continencia.
¿Y después de la Amoris Laetitia, qué? Pues que sí, pero no, pero depende. Esto sí que es curioso. Una misma encíclica y mil interpretaciones DE OBISPOS, tela. Unos que todo sigue igual, otros que ya veremos, otros que pueden comulgar después de discernimiento con su director espiritual, otros que según el confesor del momento, y otros que comulguen cuando les dé la gana, que para eso son mayorcitos.
No solo eso. Hace apenas unos días, en las charlas de PPC, el moralista Marciano Vidal ha explicado que Amoris Laetitia es algo así como la necesaria contraposición a la Veritatis Splendor.
No entiendo nada porque uno, en sus pobres, limitadas y cavernarias entendederas, que ya digo son pocas, quiere comprender que no puede ser a la vez que sean igualmente válidas una proposición y su contraria, y que la única norma moral válida sea la de según y depende. Según qué y dependiendo de qué.
Servidor se rinde. Sí. Me rindo. Porque estoy harto de no entender nada y con una cada vez más creciente sensación de que me toman el pelo. No puede ser que se nos diga que Amoris Laetitia ha de ser interpretada de acuerdo con la tradición de la Iglesia y a la vez que hay que ser más abiertos y que cada cual sabrá.
Y preguntar mejor no preguntes porque aquí nadie dice nada, empezando por los obispos, que han decidido, salvo rarísimas excepciones -dubia- hacer el don Tancredo con esa vana pretensión de los más abiertos aparentar que no lo son tantos, y los más contrarios disimular por no significarse. Eso sí, en el confesionario los que nos sentamos somos nosotros y los que nos comemos los marrones, nosotros.
¿Y el pueblo de Dios qué dice?
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