La “bella virtù”; así llamaba San Juan Bosco a la hermosísima virtud angélica; aquélla que nos hace semejantes a los ángeles del Cielo y que, si nos mantenemos firmes, nos hará ver al mismo Dios verdadero (Mt 5,8).
Es Ella: la virtud tan amada y tan buscada una hermosa damisela que tantos dolores de cabeza nos ha dado (y sigue dando) para adquirirla y mantenerla; es, en fin, una Dama hermosa que quiere de nosotros el combate singular contra el mundo (y el Príncipe de este mundo), sus tentaciones y seducciones.
Entre tantos escritores y tantas cosas hermosas que se han dicho hay un santo que se destaca por su especial ternura y predilección; este fue San Juan Bosco, el patrono de la juventud; su vida y su ejemplo están impregnados de anécdotas, sueños y enseñanzas acerca de la pureza, de allí que hayamos querido ir sonsacando de entre sus discursos y correrías lo que más nos pueda servir para alcanzar y difundir la bella virtù.
Habrá quienes digan que algunos de sus consejos están pasados de moda (como por ejemplo cuando dice que no hay que “leer libros malos” o “concurrir a espectáculos indecentes”); pues bien, para esto bastará simplemente suplantar esos lugares comunes por nuestras “modernas” tentaciones (como las imágenes de nuestros celulares, de internet, o los “modestos” programas que pasan por la tele a cualquier hora); veremos en realidad cómo “todo es igual y nada es mejor”, según nos dice el famoso tango argentino “Cambalache”.
A lo largo de estas páginas hablará aquí el santo y no nosotros; lo seguiremos en especial a partir de la monumental obra de su fiel secretario, el P. Juan B. Lemoyne (las famosas “Memorias biográficas” de Don Bosco).
Confiados en la intercesión del santo, entregamos ahora en su tercera edición, este breve resumen que ha querido ser un arma contundente para dar el buen combate y desposarnos finalmente con aquella “Dama Pureza” que, todavía hoy, sigue enamorando a pesar de sus muchos años.
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P. Olivera Ravasi
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