Hace unos veinte años, cuando era apenas un joven estudiante de abogacía, escuché por primera vez al Padre Alfredo Sáenz, SJ, hablar acerca de “Antonio Gramsci y la revolución cultural”.
Recuerdo que fue tal la fascinación que causó en mí -por contraposición- el pensamiento del intelectual italiano que, al terminar la conferencia, me acerqué y con todo el entusiasmo juvenil, le dije:
- “Padre: ¡yo quiero hacer eso que dice Gramsci pero al revés! ¡La contra-revolución cultural!
Ni lerdo ni perezoso, el jesuita, tomando un libro, me dijo:
- “Para eso debes comenzar a leer y escribir…”.
Y ahí nomás me dio mi primer libro para recensionar en la Revista Gladius.
Hoy, a 100 años de la primera aparición de Nuestra Señora en Fátima, Rusia ha expandido sus errores no sólo por medio de las armas, sino sobre todo por medio del marxismo cultural.
Debemos aprender de ello recordando lo que De Maistre decía respecto de la contra-revolución:
“lo que llaman contrarrevolución no será en absoluto una revolución contraria, sino lo contrario de la revolución”[1].
Como muestra, basta un botón, según lo indicaba por entonces el P. Sáenz y este video que muestro abajo:
“El sentido común es la filosofía de los no filósofos, es decir, la concepción del mundo absorbida acriticamente por los diversos ambientes sociales y culturales en los que se desarrolla la individualidad moral del hombre medio”.
“Las ideas y las opiniones no «nacen» espontáneamente en el cerebro de cada individuo: han tenido un centro de formación, de irradiación, de difusión, de persuasión, un grupo de hombres o incluso una sola individualidad que las ha elaborado y las ha presentado en la forma política de actualidad”.
Porque es imposible –nos decía el padre Sáenz- que el conocimiento, la cultura, broten desde abajo, desde las masas. La autoconciencia crítica sólo se explica histórica y políticamente por la aparición de una élite de intelectuales: una masa humana jamás se “distingue”, jamás se hace independiente “por sí misma”, sin organizarse, al menos en sentido lato, y no hay organización sin intelectuales, o sea, sin organizadores y dirigentes; es menester que el aspecto teórico del nexo teoría-práctica se precise concretamente en un estrato de personas “especializadas” en la elaboración conceptual y filosófica.
La receta de Gramsci es clara: conquistar “el mundo de las ideas”, para que lleguen a ser “las ideas del mundo”.
(Décimo Congreso de Intelectuales en Caracas, Venezuela (año 2014). Quien habla es Álvaro Marcelo García Linera, exguerrillero y político boliviano, quien fuera vicepresidente del país junto a Evo Morales).
“Mi Corazón Inmaculado triunfará"…; sí. Pero como Dios quiere usar de nuestras voluntades y no de nuestras apatías, hay que ponerse manos a la obra, para cambiar la cultura allí donde nos toque estar.
Los enemigos de Cristo no descansan, y nosotros tampoco deberíamos hacerlo, pues “mi padre siempre está en acto” dice el Señor (Jn 5,17).
Que no te la cuenten y feliz aniversario de Nuestra Señora.
P. Javier Olivera Ravasi
[1] Joseph de Maistre, Consideraciones sobre Francia, Dictio, Buenos Aires, 1980, 147.
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