8 de mayo.

Homilía para la Solemnidad de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina

A los pies de la Cruz Santa María vio cómo su Hijo se dirigía a Ella y luego a San Juan con unas palabras que suponían una tremenda despedida llena de contenido.

“Mujer, ahí tienes a tu hijo”, le dijo a María refiriéndose a San Juan, y a San Juan le dijo: “He ahí a tu Madre” (Juan 19,25-27), refiriéndose a María.

En estas palabras hay algo de suma trascendencia que se refiere a María y a todos los hombres.

Porque en San Juan estaba representada toda la humanidad. Este texto lo profundizamos todos los años en esta solemnidad de Nuestra Señora de Luján.

Lo que hace Cristo es proclamar solemnemente a la faz del mundo que María es Madre de todos los hombres y que todos los hombres somos hijos de María.

Pero la Maternidad de María sobre todos los hombres no empieza en este momento.

Cristo proclama abiertamente lo que es una realidad desde el momento de la Encarnación de Cristo.

Cuando el Hijo de Dios se hizo Hombre en el seno de la Santísima Virgen, Cristo asumió una naturaleza humana, su naturaleza de hombre.

Pero además quedó constituido en Cabeza espiritual de toda la humanidad.

Así, cuando María engendraba a Cristo corporalmente, engendraba espiritualmente a todos los miembros de aquella cabeza.

Cuando en Belén María daba a luz corporalmente a Cristo, daba a luz espiritualmente a todos los miembros de aquella cabeza, es decir, a Cristo con todos los hombres.

Y ahora viene otra afirmación importante. Los dolores de parto que no padeció María en Belén ni por Cristo ni por nosotros, los sufrió únicamente por nosotros en el Calvario.

Aquí se completó la Maternidad espiritual de María.

Por eso dicen los Padres de la Iglesia que la Maternidad espiritual de María se cumplió en dos momentos: En Nazaret con la Encarnación y en el Calvario con los dolores sufridos por todos nosotros.

María es así verdadera Madre nuestra en el orden del espíritu y de la gracia.

Y como Madre, nos quiere entrañablemente.

Nos quiere porque somos sus hijos.

Y como hace la madre buena, aunque quiere a todos los hijos por igual, se preocupa más y cuida con más solicitud del hijo que está enfermo.

Recurramos, pues, humildemente a su misericordia, porque en Ella encontraremos siempre el auxilio oportuno.

Cristo, cuando sufría por nosotros en la Cruz nos conocía, veía nuestros pecados y nuestros buenos deseos.

María no nos veía.

Pero sufrió y se ofreció por nosotros.

Hoy nos ve y nos conoce desde el cielo y está más pendiente de cada uno. Ella, siempre como Madre buena. Nosotros debemos ser buenos hijos de su corazón.

Como el Apóstol Juan debemos llevarla a nuestra casa. Llevemos a María con nosotros a casa.

Hoy celebramos su fiesta porque, la coronación de Nuestra Señora de Luján, concedida por el Papa León VIII, tuvo lugar el 8 de mayo de 1887 siendo el Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Aneiros quien llevó a cabo la honorable tarea de realizar la coronación Pontificia de Nuestra Señora, siendo Ella la primera en recibir tal honor en este continente y revistió los contornos de un verdadero acontecimiento nacional, al que asistieron más de cuarenta mil personas procedentes no sólo de los más alejados rincones de la Argentina, sino también de países vecinos. En el momento en que fue colocada la corona sobre la cabeza de la Sagrada Imagen, todas las bandas rompieron a tocar sus marchas triunfales, los batallones hicieron una triple descarga de fusilería, se dispararon cohetes y bombas, repicaron las campanas y se echaron a volar gran número de palomas blancas que arrastraban en pos de sí largas cintas de colores inmaculados y pontificios, como mensajeras del júbilo que en aquella hora feliz llenaba los corazones de cuantos tenían la dicha de asistir a aquel espectáculo sorprendente y de inolvidable recuerdo.

Pongamos en el Corazón Inmaculado de Nuestra Señora de Luján, coronada hace 130 años, nuestras intenciones particulares, cada uno sabe cuales son las suyas y también las que necesitamos y no conocemos. Digámosle lo que el mismo Arzobispo le dijera coronándola en aquella ocasión: “como eres coronada en la tierra del mismo modo merezcamos nosotros ser coronados en el cielo de gloria y honor por Cristo Nuestro Señor.”

También pidamos por las intenciones serias y graves del país:

-La reconciliación de todos…

-La paz…

-El pan necesario para todos nuestros hogares…-El trabajo digno…

-La remuneración debida…

-La familia ordenada según la ley de Dios…

-Las leyes hechas para el bien común…

-La sinceridad de los gobernantes…

-La colaboración debida de los gobernados…

-El respeto y la defensa de la vida…

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