El próximo día 4 de marzo, en la Misa vespertina del primer Domingo de Cuaresma, entrará en vigor, en nuestro país, la nueva versión española correspondiente a la tercera edición oficial del Misal Romano.
El cambio más llamativo hace referencia a una diferente traducción de las palabras latinas de la consagración del cáliz. Lo que en el Misal latino era “pro vobis et pro multis” se convirtió, en su día, en una traducción que era más bien una interpretación, en “por vosotros y por todos”.
Se estimó, más recientemente, que esa traducción – “por vosotros y por todos” – no era ni la mejor traducción, ni siquiera la más compartida – o unánime - interpretación. Y no por razones espúreas, sino por deseo de ser fieles a las palabras de Jesús - en la institución de la Eucaristía- , a los relatos neotestamentarios e, incluso, a las referencias veterotestamentarias. Y por ello la Iglesia dejó de optar por el “por vosotros y por todos” para preferir la expresión más literal: “por vosotros y por muchos”.
No quiero hacer hincapié en esos aspectos esenciales. Voy al aspecto más cercano a la vivencia de la fe para cada fiel, o para cada persona que puede llegar a ser un fiel cristiano.
Creo que, pastoralmente, la versión de “por todos” ha caducado. No se entra en el “nosotros” de la fe desde el “todos”, sino desde el “uno”, o “pocos”, que aspiran a ser “muchos”.
Hoy se llega a ser cristiano no desde el “todos”, desde una sociedad supuestamente cristiana, sino desde el “uno a uno". Nunca, los convertidos, van a ser “todos”, pero no hay razón para que, poco a poco, no puedan llegar a ser “muchos”.
Y siempre, antes de ser “muchos”, han de ser “vosotros” – “pro vobis et pro multis” - . Lo esencial es reconocernos como creyentes, como un “nosotros” que, sin abdicar del yo, profesa, junto a otros, la fe. Esa señal, el ser “nosotros” podrá llegar a ser un signo para que “muchos” deseen integrarse en el “todos”.
Lo fundamental es que los “pocos” que se reconozcan entre sí – en la confesión de la fe, en la celebración y en la práctica de la misma – pasen a ser “muchos” y que, gracias a ese signo, muchos, o a poder ser “todos”, puedan tomar en cuenta la propuesta cristiana.
Uno, nosotros, pocos, muchos… ¡Ojalá que lleguen a ser todos!
Guillermo Juan Morado.
Publicar un comentario