Entrevista con el Custodio de Tierra Santa, a una semana de la celebración para agradecer las obras realizadas, prevista para el 22 de marzo
Santo Sepulcro, un viaje 3D atrás en el tiempo
La restauración del recinto donde se encuentra en el Santo Sepulcro de Jerusalén, el lugar de la tumba de Cristo y sitio más importante para toda la cristiandad, ha tardado casi un año, bajo la dirección de Antonia Moropoulou, profesora de la National Technical University de Atenas, quien se ocupó de coordinar un equipo de 30 colegas de diferentes departamentos del NTUA, con la asesoría del arquitecto Osama Hamdan y del profesor fray Eugenio Alliata, historiador y arqueólogo.
La restauración, que concluye estos días, ha sido posible gracias a una serie de ayudas por parte, en primer lugar, de las confesiones cristianas de Tierra Santa (católica, greco-ortodoxa y armenia), a las que se sumaron fondos públicos, como la administración griega o el Fondo Mundial para la Conservación de Monumentos, y muchos otros benefactores, entre los que se cuenta el rey Abdallah de Jordania.
Fue necesario intervenir debido a alteraciones de diferentes tipos, para consolidar los bloques de mármol y la estructura (construida en el año 324 por el emperador Constantino) que durante los siglos ha resistido a diferentes ataques (en el 614 y el saqueo de 1009). Tras su destrucción por un incendio en 1808, fue reconstruida en 1810 en su forma actual, con estilo barroco-otomano, y resistió al terremoto de 1927 (de 6,2 grados de magnitud), pero su avanzado estado de degradación, a pesar de los tirantes que instalaron los británicos en 1947, hizo impostergable la decisión. Desde 1009 los Cruzados llevaron a cabo obras significativas que le dieron a toda la basílica (como el pavimento) el aspecto románico todavía apreciable, mientras que en 1555 los franciscanos llevaron a cabo una imponente obra de restauración.
Durante las últimas restauraciones no faltaron momentos de gran emoción, como sucedió en octubre con la apertura del lecho fúnebre cuando se levantó la placa que, con toda probabilidad, colocaron los Cruzados en 1009: la «tumba de Cristo vivo». Desde entonces, el banco de roca sobre el que fue colocado el cuerpo de Jesús fue descubierto por primera vez en 1555, un hecho descrito en una carta de Bonifacio de Ragusa, entonces Custodio de la Tierra Santa: «Se ofreció a nuestros ojos el sepulcro del Señor... En el centro del lugar santo encontramos un pedazo de madera, que allí había sido depositado envuelto en un paño precioso».
Ahora, después de haber quitado los últimos apoyos, el lugar físico de la sepultura del Señor y de su Resurrección volverá a ser lugar de oración a partir del próximo 22 de marzo, aniversario de la firma del acuerdo con el que comenzaron los trabajos de las tres comunidades religiosas, y se prevé una celebración ecuménica de acción de gracias.
Hemos hablado con el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, a pocos días de que regresara a la isla de Rodas, donde participó, con líderes de otras comunidades religiosas, en las celebraciones por los 70 años de la anexión del Dodecaneso a Grecia, tierra en donde los Frailes de la Custodia tienen presencia desde 1972. Allí, Patton pudo presentar la conclusión de las obras de restauración.
¿Cómo ha vivido y cómo vive este momento la comunidad cristiana local?
Diría que lo vive con gran esperanza, porque este es el lugar símbolo de la identidad cristiana de Jerusalén que, junto a la identidad judía y la identidad musulmana, concurre para representar la vocación universal de esta ciudad. En este tiempo de Cuaresma, y después en el tiempo de Pascua, el Santo Sepulcro se convertirá en el verdadero centro de la vida de la comunidad cristiana local, y también de todo el mundo, porque en esos días llegan a Jerusalén cristianos de todas partes de Tierra Santa y de todo el mundo.
Además, este año, por feliz coincidencia, todos celebramos la Pascua en la misma fecha y así se puede apreciar mucho más la riqueza de los ritos y de las liturgias, de las liturgias católicas de la Pasión y de las Orientales cuyo momento más sugestivo es cuando el Sábado Santo, justamente desde el Sepulcro restaurado, surgirá el Fuego Santo, símbolo del Cristo resucitado, e iluminará toda la Basílica. En lo personal, espero que esta unidad de la fecha de la Pascua, que este año se debe a la coincidencia de los calendarios Juliano y Gregoriano, en el futuro pueda ser esperada y convertirse en un pequeño paso hacia la plena unidad.
¿Qué valor asume la restauración desde el punto de vista ecuménico, interreligioso e incluso político, teniendo en cuenta las diferentes proveniencias de las ayudas?
Diría que el valor es, principalmente, de tipo ecuménico, porque la fase de preparación del acuerdo que llevó a la obra misma, es decir hasta el 22 de marzo de 2016, fue un ejercicio de diálogo constante entre el Patriarca greco-ortodoxo Theophilos III, mi predecesor como Custodio de la Tierra Santa, Pierbattista Pizzaballa (ahora administrados apostólico del Patriarcado latino de Jerusalén) y el Patriarca Armeno Nourhan Manougian.
Y durante este año dedicado a los trabajos de restauración, el diálogo ha continuado, porque nos encontramos periódicamente para ser informados sobre el avance de las obras y para tomar eventuales decisiones compartidas. Si surgían problemas, tratábamos, obviamente, de resolverlos de común acuerdo. Como dije hace poco, el trabajo en el Santo Sepulcro, además del valor de haber restaurado el santuario más importante de la cristiandad, que custodia la memoria de la Resurrección del Señor Jesús, tiene un valor simbólico añadido, porque es el signo de un importante trabajo de consolidación, restauración y rehabilitación que tiene que ver con las relaciones entre nuestras comunidades cristianas.
Desde el punto de vista interreligioso, este trabajo tiene el valor de contribuir a recordar que la comunidad cristiana, a pesar de ser pequeña, es un elemento irrenunciable de esta tierra y es un elemento que, en todo caso, representa también una parte significativa para el mundo entero, debido a la difusión del cristianismo a nivel planetario. Desde el punto de vista político, el lugar es delicado porque se encuentra, de hecho, en una ciudad en la que diferentes sujetos tienen que dialogar: Israel, Palestina, Jordania y la misma comunidad internacional que tutela el llamado Status Quo, es decir los derechos de propiedad y de uso de las comunidades greco-ortodoxas, católico latina y armenia. El 22 de marzo deberían estar presentes representantes de estas realidades políticas y esperamos que otros eventos como este puedan contribuir a ese diálogo que −como nos han recordado constantemente los Papas que se han sucedido en el último siglo− es la vía hacia la paz.
¿Qué significa para los frailes de la Custodia y para el Custodio esta restauración?
Para mí ha significado participar en una iniciativa absolutamente única, y poder dar una pequeña contribución al diálogo. Hace pocos días, por ejemplo, estuvimos juntos en Rodas para presentar a la comunidad griega de la isla estas obras, y fue una experiencia muy significativa y muy bonita: viajamos juntos griegos, católicos y armenios, comimos juntos, participamos juntos en momentos públicos civiles y religiosos, y experimentamos una acogida cordial y calurosa por parte de las autoridades locales, tanto civiles como religiosas, y también de la gente.
En ocasiones como esta me doy cuenta de que se trata de ponerse en diálogo, con el corazón abierto y sin prejuicios, porque todos, al final, queremos lo mismo, es decir, llegar a manifestar un día la unidad del Cuerpo de Cristo incluso en la variedad de ritos, que corresponde a la legítima variedad de las culturas en las que la misma fe se ha encarnado. Para todos los cristianos, este lugar es absolutamente el más importante. Para nosotros los frailes, tiene un significado afectivo que se relaciona con la historia de nuestra presencia.
El mismo san Francisco, en una de sus cartas, recuerda la veneración por el sepulcro, debido a que el cuerpo del Señor Jesús yació en él durante algún tiempo. Los primeros frailes que llegaron aquí en 1217 trataron, antes que nada, de poder rezar en este lugar, y, durante el breve periodo en el que fueron expulsados de Tierra Santa, después de la caída del Reino Latino, entre 1291 y 1233, viajaban por barco desde Chipre para poder rezar en este lugar. Uno de los fundadores del Studium Biblicum Franciscanum de Jerusalén, el padre Virgilio Corbo (1918-1991), hace unos 50 años, condujo y después documentó excavaciones arqueológicas muy importantes justamente en la zona del Santo Sepulcro, y este trabajo facilitó también los estudios preliminares para las obras de restauración que se han hecho en este año.
Además, nuestra comunidad franciscana que se ocupa del Santuario vive dentro de la Basílica del Santo Sepulcro, y es un privilegio único poder vivir y prestar servicio en el lugar que vio la victoria de Cristo sobre la muerte, por lo que llevar a cabo obras de restauración en este lugar, para nosotros, tiene, además de un valor práctico, un extraordinario valor afectivo.
¿Cuáles perspectivas hay para el futuro de otros lugares santos? Por ejemplo, la Iglesia de la Natividad, que está en fase de restauración, o la de la Ascensión, que ha sufrido daños recientemente...
En relación con el Santo Sepulcro, la perspectiva es la de insistir mientras el asunto está fresco, por lo que estamos dialogando con las otras dos comunidades titulares del Status Quo para llegar a suscribir un nuevo acuerdo que, en el respeto de los derechos de las tres comunidades, permita poner en marcha una segunda fase de trabajos de restauración, en el pavimento que rodea al Sepulcro y en el que está debajo de él, para poder resolver otros problemas relacionados principalmente con la humedad y con las estructuras que se encuentran bajo el pavimento. La Basílica de la Natividad de Belén está en buen momento: se trata de una restauración de elevadísima calidad que ha permitido descubrir nuevos mosaicos, pero todavía no se ha terminado y también será necesario negociar para un nuevo acuerdo y poder restaurar la gruta de la Natividad.
En relación con el santuario de la Ascensión de Jesús, sobre el Monte de los Olivos, lo que sé es lo que se puede encontrar en internet, es decir que se trató de una disputa entre dos familias por la gestión del santuario, que es propiedad de los musulmanes, aunque nosotros, gracias a la disciplina del Status Quo, celebramos allí en ocasión de la solemnidad de la Ascensión. Pero los trabajos de restauración de la Gruta de la Anunciación de Nazaret, que tiene serios problemas de humedad, requerirá dentro de poco obras en el cuerpo de la basílica que fue hecho hace medio siglo. Si se tiene en cuenta que la Custodia se ocupa de alrededor de 50 santuarios, se comprende fácilmente que los trabajos de manutención deben ser constantes. Por no hablar de los trabajos relacionados más con el compromiso social de la Custodia, como, por ejemplo, las escuelas y las casas que se ponen a disposición de los cristianos locales para facilitar su permanencia en esta tierra.
¿Los datos de peregrinos parecen indicar un resultado positivo?
En los últimos meses hemos registrado, efectivamente, una vuelta de peregrinos, sobre todo a partir de octubre. Sabemos que están disminuyendo los peregrinos europeos, mientras que aumentan los que provienen de Estados Unidos y de Asia, sobre todo de China e Indonesia, y que comienzan a crecer también los peregrinos de África. Nosotros siempre recordamos que los peregrinos no deben tener miedo de venir a Tierra Santa, porque son bien recibidos y respetados por todos. Además, los peregrinajes son una manera concreta de apoyar, también económicamente, a la pequeña comunidad local. Pero la peregrinación le hace bien principalmente a quien la hace, porque es una ocasión para volver a encender la propia fe en contacto con los lugares de nuestra redención, que Papa Pablo VI llamaba, y no por casualidad, «el Quinto Evangelio».
Entrevista de María Teresa Pontara, en lastampa.it/vaticaninsider.es.
Traducción de Luis Montoya.
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