Para pensar.

Lo Paródico

Un artículo del P. Leonardo Castellani: D in á m ic a , s o c i a l , Buenas Aires, 77, año 1957

Solamente la absoluta necesidad de ganarse el puchero —es decir, el hambre— puede excusar actualmente a un hombre religioso de hacer periodismo. Pero ha de esforzarse si no quiere pecar en hacer periodismo no paródico.

Paródico no significa lo que salió de la escuela de José Parodi; nosotros hemos salido de esa escuelita privada de un viejo español, donde se enseñaba a leer, escribir y contar —bien— un poco de historia argentina —genuina—, lectura expresiva, declamación y pelota a paleta; y una cantidad de poesías religiosas o masónicas de memoria; y se ignoraba enteramente el método de Pestalozzi, de Froebel y de Herbart —lo que llama un diario, hablando de Mantovani, Lo científico-pedagógico—, pero se aprendía algo.

Lo Paródico es la imitación de Lo Serio; cuanto más parecido a Lo Serio sin serlo, es más eficaz en el arte de la comedia. No es lo mismo que Lo Cómico, no es lo mismo que Lo Falso, aunque participa de esas dos categorías.

Lo Paródico no es hecho adrede: resulta de una degeneración o descenso de Lo Serio, como respecto de la religión, ese “descenso de una mística en política” que teorizaron Bergson y Péguy. De ahí que Lo Paródico no se puede atacar directamente sin peligro de lastimar lo que está detrás de esa corteza o ese tejido adiposo.

Hay que usar las emanaciones radiactivas del humorismo. Si uno de estos católicos mistongos me dice que yo me debo sacrificar por Dios -él también— y que yo he sido elegido para “víctima” —tu abuela—, yo no puedo negarle sus proposiciones santas; mientras interiormente lo estoy mandando a la punta del sauce. Si uno de estos filósofos canonicales me hace un librote sobre Kirkegor, yo no puedo decir que es mentira lo que él ha copiado de otros libros; aunque sé perfectamente que Kirkegor y él son los dos extremos del diá­metro, y par lo tanto de Kirkegor él no sabe un Jerónimo; y así sucesivamente. Sólo el humorismo. . . y el heroísmo puede hacer mella en Lo Paródico.

La Argentina es actualmente un país paródico. En todo lo visible. No en su fondo; no en ese fondo del país real que oprimido y cuidadosamente recubierto parece estar alzando presión cuasi volcánica.

Detrás de esa costra de la parodia, Benjamín Aybar en Tucumán escribe El Realismo intuitivo, Diego Pró Estudios de Filosofía y Conversaciones con Bernareggi. Raimundo Pardo una doctrina epistemológica discutible pero original, Amadeo un buen libro de polí­tica aunque sea una muy mala defensa, Gaviola una crítica certera y casi feroz de la Universidad, y otros muchos que me excuso nombrar… ¿Que todo eso queda sepultado al instante? Déjenlo allí no más. La parodia entre nosotros está tocando los límites de la farsa; y entonces… adiós eficacia de la parodia, al quedar en calzoncillos.

Basta ver a uno de esos politiqueros afanosos por salvar el país, y aun crearlo de nuevo, mandarse una “proclama” o una “proclamación del pueblo”; manejando las palabras más graves que existen, haciendo malabarismos de psitacosis con términos abstractos que él no sabría definir: la Libertad, la Democracia, la Salud del País, los Derechos Obreros, la Felicidad de las Masas y de los Mazos, la Crisis Institucional, las Leyes Eternas, los Fueros de la Moral, las Dictaduras, el Progreso, el Bien Público, e incluso el Paraíso Terrenal, la Religión del Civismo y la Bomba Atómica; terminando naturalmente con el anatema a “las tendencias extremistas de derecha que resurgen en los Totalitarismos ignominiosos y «anquilosados»”. .. que él cree que signífica: aniquilados. Es una parodia viva de la filosofía política; e incluso de la política y de la economía. Les recomiendo los noticiarios “panamericanos”.

Más fácil todavía para tener un cuadro plástico de Lo Paródico argentino es tomar su coraje a dos manos e ir a ver películas argentinas.. . por deber profesional y encomendándose a Dios primero: parodia de la elegancia en el vestir, parodia de la aristocracia, parodia del pueblo, parodia de la tragedia, parodia del drama, parodia de la poesía, parodia de la caballerosidad, de la “gran vida”, del “Malevo Generoso”, de la Magdalena Lunfarda, de la Obrerita Caída pero santa, del orden moral, del sentimiento, del amor, de la gracia, de Carlitos Chaplin. . . y hasta de la religiosidad. Sin embargo, el buen Pepe Arias me conmueve y conmueve al público de los barrios: no en balde somos argentinos, Un amigo mío estaba a mi lado echando venablos; y yo ciertamente comencé lo mismo. Pero…

Los cineastas conocen el gusto del público…aunque ellos carezcan a veces de todo gusto. En el fondo trabajan sobre una sustancia emocional que es cristiana. . . paródica. Un peoncito correntino que estaba a mi izquierda, venido a Buenos Aires “en vacaciones”, hacía contrapeso a mi crítico de la derecha. Se sabía de memoria las viejas cintas argentinas (“yo el cine — me gûsta — con locûra) y me las explicaba: “—Ésta es mejor todavía… Pepe Arias siempre acaba mal. Los hace casar a los otros y él no se casa nunca… Es triste; pero así tiene que ser no más. —¿Por qué? —le dije yo. “—Y … así tendrá que ser no más.

¿Qué ley eterna es esa cuyo eco resuena en el correntino? Pepe Arias que concierta un matrimonio feliz aparentemente imposible, hace triunfar al cancionista desconocido y perseguido, desenmascara al villano, vuelve argentino al chiquito chinés, convierte al gángster herido y le hace restituir el “documento”, y después retorna a la penuria y al fracaso… Pepe Arias Quijote apela en el corazón del vulgo a viejos instintos obnubilados e informes; y en el fondo toca las categoría morales cristianas, las más altas, la categoría del mártir y la categoría del santo… paródicas: del buen corazón, de la pureza omnímoda en la conducta, del desinterés inefable, de la abnegación sin límites, transportadas al ritmo de tango, y con una bandera azul y blanca en lugar de crucifijo. La culpa no es de él. Él es un buen actor, y más no le pueden pedir.

Ejemplo trivial para que llegue a todos, pero que forma parte de un conjunto y que depende de otras parodias más graves: la parodia de la cultura, triunfante por ejemplo en el “suplemento” de La Nación; la parodia de la filosofía en hombres de algún talento que cayeron en la tentación de la rana que quiso hacerse buey, y estallaron; la parodia de la política que es una especie de borrachera y un verdadero alcoholismo en el país y no quiero hablar de Lo Paródico en la religión. El ‘figurón’, parodia del hombre prócer; el “pedagogo”, parodia del maestro; el cura relumbroso y meterete, parodia del sacerdote docto; el pretoriano (o sea el gorila) parodia del honor militar; el demagogo, parodia del tribuno; el sabihondo, parodia del modesto estudioso; el politiquero, parodia del estadista; el macaneador, parodia del orador; el chiripitifláutico, parodia del poeta; el compadrito, parodia del coraje; el guarango, parodia del hombre libre… con la parodia de la “Constitución”, la parodia del gobierno y la parodia de la revolución. ¿Y detrás? Y detrás la falta de moral pública y una manga de vivos y de mentirosos… y los bienes del país recogidos sigilosamente por el extranjero, por el que es extranjero en todas partes, el supercapitalismo internacional. Castigo de Dios a los pueblos que no aman bastante la verdad.

Todo esto se cifra en la frase que pronunció Clemenceau al visitar la Argentina, y que a medio siglo de distancia vibra todavía en la mente de muchos con más actualidad que nunca: “El drama de los argentinos es que tienen que tener Institutos Pasteur… y no tienen Pasteur’. La solución que daba Sarmiento era que había que tomar un mal Pasteur, y ayudarlo a volverse Pasteur. “Hay que hacer las cosas aunque sea mal —decía el sanjuanino—, después habrá tiempo para enderezarlas”. Pero la fórmula degeneró por el camino de la mayor facilidad: ahora simplemente se inventa un Pasteur, Se inventa un Pasteur espantapájaros, y después se aplasta para que no estorbe a los Pasteur pichones.

La universidad libre. . . Es necesaria. Pero si se fabrica una “universidad católica” por el camino que ahora parece que ha tomado —y que opinamos de todos modos no va a resultar— la Iglesia se manchará en la Argentina con una universidad paródica. El tal camino falso consiste simplemente en hacer una gran fachada con adentro hombres que no son profesores universitarios, es decir, sabios —puesto que ser “católico”, es decir_ amigo del obispo, lo suple todo— y encomendar su dirección a un hombre que no sólo no tiene adentro una universidad, pero ni siquiera un universitario. Nadie da lo que no tiene.

Hace un siglo Soren Kirkegor anunció que Lo Paródico se estaba adueñando del mundo; o por lo menos de Dinamarca. – Y que detrás de Lo Paródico se escondía Lo Demoníaco. Pero ésa ya es otra historia. Para concluir filosóficamente como habemos empezado, el remedio de Lo Paródico es Lo Auténtico, mantenido a toda costa, incluso hasta el martirio. (Además hace falta una revista humorística, no “jocosa” solamente). Dicen que uno “destruye”. . . ¡que Dios los escuche! Y no caen en la cuenta de que lo destruible y destruendo es una costra roñosa; y que uno trata de destruirla desde lo que está detrás de ella, que es Lo Auténtico, auténtico modesto quizá, “como cuadra a nuestra tierra”, pero al fin auténtico. En la Argentina vendrán soluciones; yo tengo esperanza. No esperen soluciones grandiosas y perfectas, el “siglo de oro” de las profecías de Don Orione, si es que son de él. No: soluciones medianejas y llenas de crudezas, soluciones quizá invisibles al principio, que demandarán esfuerzo, paciencia, y tiempo; pero al fin basadas en lo genuino, en lo sólido, en la verdad.

…porque Ella no perece, y ha de prevalecer tanto si yo la hago prevalecer… o no.

No terminará todo esto de golpe en casamiento feliz, como en las cintas de Pepe Arias. La cinta no terminará nunca, y eso es lo bueno.

A semejanza de esas pobres mujercitas que tomaron un manto y una candela y se fueron a la Procesión de Corpus a Plaza de Mayo a pesar de que el Cura les había dicho que no fueran, no menos que la Policia así… (pero para qué vamos a damos corte)…

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09:57
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